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Volver a casa

Volver a casa

Foto Copyright: lfmopinion.com

Cuando decidimos irnos lejos.

Visité el Zócalo, en la plancha hay instaladas carpas de plástico para albergar tianguis y para impedir manifestaciones, reuniones públicas de protesta y paseos familiares. ¿Será que los mercados públicos están inscritos en el DNA del mexicano y se impone siempre la práctica ultramoderna de comprar y vender en la informalidad y a toda hora chucherías generalmente hechas en China, o que las autoridades siguen siendo, como desde que me fui, tan poco imaginativas como ineficientes? Seguramente la verdad está en medio de los dos axiomas. Se trata de distraer de lo relevante.

Enclavado con prisa, está un mini monumento espantoso en memoria del 68, imagino que quien intente quitarlo, así sea sólo por razones estéticas, será quemado en leña verde. Atrás Catedral imponente y el vacío Palacio Nacional, a un lado, ahí a la izquierda, está la puerta de entrada rumbo a los murales y a la fuente del Pegazo que crucé todos los días en mi paso por Hacienda, en un tiempo perdido, aunque recuperado a la sombra de La Alameda.

Cuando decidimos irnos lejos, por voluntad o necesidad, cuando nos damos cuenta de que en efecto no hay vuelta atrás y que somos inmigrantes, volver a casa así sea por unos días es un despertar de recuerdos adormecidos, instalados en la agridulce parte de un pasado muy cercano y un presente ajeno.

Sin embargo, vi las mismas gentes caminando con prisa, sin respiro. Mientras mi caminar fue por unas cuantas cuadras, como laboratorista azorado en busca de respuestas. Encontré, obviamente, que en la ciudad también ha habido migración hacia Santa Fé y otras zonas de alta plusvalía y que el Centro ya no es el mismo, pero sigue siendo. Ahí está por ejemplo, la vieja casa Boker. Lo que era Nacional Financiera ahora es un decadente centro tecnológico de comunicaciones. Pero el Palacio de Iturbide y el edificio de Correos siguen siendo maravillosos a pesar del tiempo, la suciedad y el descuido. Que es de risa loca en la Zona Rosa.

Como se sabe, es lugar común decir que lo que más se extraña cuando estás lejos es la familia, los amigos y la comida. Allá casi todo sabe a plástico al principio y se adereza con Tabasco. Poco a poco se va mitigando la afrenta gustativa y luego se buscan alternativas deslumbrantes en la sofisticación de la cocina casera y la frontera cercana que es un crisol deslumbrante de opciones, más los otros migrantes que si saben de comida y que viven de la venta de tacos, birria, barbacoa sopa de lima, guisados, carne de jabalí o venado, langosta tipo Puerto Nuevo, como si fuera una extensión de la Patria.

Que gusto mi reencuentro con esta querida ciudad: de intenso tráfico, mal administrada, de falta de agua, de creciente inseguridad y diarios latrocinios, con amenazas de foto multas si rebasas velocidades mínimas, con ghettos de ricos, abusos y de diferencias notables, y no, no es que sea uno masoquista, sino que bien vale la pena el camino, ¡que gran placer enfrentar un plato de langostinos al mojo de ajo! y dar cuenta de ellos sin prisa, con una copa de vino verdejo y junto a un amigo entrañable de la Universidad con platica imaginativa que me deslumbra con sus historias fantásticas de escalamiento al Iztaccihuatl, la Malinche y la Sierra Madre Oriental, entre Tamaulipas y Nuevo León, que tendemos que caminar juntos algún día de estos.

De regreso otra vez entro al Hotel de la Ciudad de México, vacío, la bóveda deslumbrante Art Déco sigue ahí sin goteras visibles.

Regresaré en unos días a casa, mientras me convierto en un marchand de libros y trato de venderlos todos ¿Habrá un espacio para librerías ambulantes en el Zócalo?

Llego a esta casa, la de aquí, doña Mabelita me cuenta las últimas novedades: hay una humedad que arreglar, me dice y con razón que cree que es muy largo el tiempo entre la elección y la toma de posesión, cuando el que se va ya se fue y el equipo del que llega se hace bolas y desperdicia su muy variable buena reputación y el bono enorme del 53% del jefe.

En efecto, ya se cancelaron los foros, dicen que algunos se harán a distancia, volaron sillas y mesas en Acapulco y el nuevo aeropuerto sí va pero no va, y se enorgullecen del nuevo impronunciable TLC que a todas luces resultó otra vez insuficiente e inequitativo, por decir lo menos. Y apenas se dan cuenta del repudio social al perdón y cuenta nueva.

Es urgente, sin duda se necesita que el Presidente Electo de un manotazo en la mesa y ponga orden para empezar con éxito a corto plazo en diciembre.

Cómo se extraña a Tatiana.




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Arturo Martinez Caceres

Arturo Martinez Caceres

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