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Besos sublimados

Besos sublimados
Te amé entre mil besos y caricias.

Casandra y yo nos besamos en mayo. Siento aún el ardor en la piel y una gota de miel en su lengua. Algo me dijo al oído. Sé que somos nuestro pasado con el deseo del presente. Así te recuerdo: húmeda, eufórica, siempre hablando del futuro próximo. Asociada a mis entrañas, con esa sensación inasible que obliga a recomenzar con pasión y perversidad. Seguí yo embelesado el ritmo de tus ojos para ver brillar tu mirada.

Me dijo que tenía una habilidad especial para enchinarle la piel. Así dijo, lo que a todas luces es una complacencia decepcionante. Yo que pensé, por un instante que era ella, con glamour, ella la mujer mágica que hizo de mí un enamorado ciego. De deseo permanente. Mientras te oía reír con tonos armónicosconcupiscentesespeciales dormí soñando en la fruta que comimos juntos y de bocado en bocado levanté poco a poco con el viento tu figura. Y te ví como eres desde el principio, rodeada de serpientes y de rosas. Intocada, virgen como María.

Declaro que te inventé en las olas con arena. Sé que nadaste desnuda ante miradas atónitas. Entre flores, espumas y gotas de sal en la entrepierna Te amé entre mil besos y caricias. Con el ritmo de tu nado. Y retozando con la brisa. Entre lirios, agapantos y víboras. Mientras el Sol va y viene ya sin prisa.

El viejo se levantó como pudo, se agarró del pretil y del filo de la cama. Olía mal. Y la boca era un nudo. Caminó hasta enfrentarse al espejo. El día de hoy, sin embargo, no le pareció tan ajeno el reflejo Después de todo, se dijo, su lujo es soñar. A su edad los sueños son mejores que la miserable rutina diaria. Se habló asimismo en voz alta y recordó de memoria las técnicas del mejor vendedor del mundo y de aquél promotor de superación personal y de autoayuda que escuchó alguna vez en la radio; sí desde luego, todo será mejor con una actitud positiva. Proactiva, como dicen los que saben. Recordó el apotegma conocido de Mr. Knowitall: "cuando más oscuro está el cielo, más pronto amanece". El dolor en la espalda, permanente, como una lanza encajada, hoy lo dejó respirar y llenar con amplitud los pinches pulmones. En el viejo aparato escuchó a su admirado Malher. Sí, hoy todo será como antes. Tuvo fuerza y ganas para asearse casi sin hacerse daño. Y se dejó caer en su sillón preferido mientras el Sol lo envolvió como en aquella primavera de ensueño, en espera de la noche, en espera de su sueño.

Casandra aburrida de guerras, traiciones y nostalgia, busca y busca el Amor. Sigue el consejo de Hécuba, "un amor apropiado". Desesperada besa y besa al joven que será viejo y se embrujan los dos, pero los dioses celosos de tanta avaricia humana sólo los dejarán amarse en las noches de sueños, con la condición expresa de que resuelvan el reto: todos los días el viejo como moderno Prometeo trae al hogar fuego. El teatro está diseñado: al anochecer caerá rendido y rezará para volver al sueño. En tanto, la mujer le cuida con generosidad, sin saber porqué lo ama, precisamente a él, a ningún otro. Casandra, aunque nadie le cree, inconforme, interroga al futuro, mientras la asedian reclamos y fantasías.

El viejo envejece. Su sino es seguir siempre intentando, es el progreso, lo sabe. La abraza de lejos. Apenas la toca y otra vez se escapa. Entonces se queda dormido, como ausente. Neurótico, está ya en el pasado. La quiere así, i n c o n d i c i o n a l m e n t e, como antes, en sus brazos. En el jardín de su memoria, bajo el firmamento, duerme sin distinguir el tiempo. Casandra lo llama, sonríe, desnuda lo besa en la boca, como antes, le dice al oído la clave, la ruta, el camino. Ven, regresa.

Arturo Martinez Caceres

Arturo Martinez Caceres

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