PARRESHÍA

Mi nombre es Caos, Caos Obrador

Mi nombre es Caos, Caos Obrador

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Desconcierto por método

Para Ortega y Gasset la presencia de un político se siente porque lo primero que hace es poner orden en las acciones, funciones, responsabilidades y tiempos del quehacer público.

La política no es más que unidad de acción efectiva. Para que acciones individuales y múltiples converjan en un propósito común y un hacer coordinado, se requiere orden y concierto, organización. Político es quien concierta y conduce, para ello debe saber a dónde va y cómo lograrlo.

Si la política es orden, el verdadero político irradia certeza, prudencia, tranquilidad y confianza.

Tal vez por este paradigma, hay quienes todavía guardan esperanza de que López Obrador, en algún momento, muestre conocimiento, razón, rumbo y destino.

Se engañan.

Para López Obrador el orden es mortal porque lo restringe, obliga y responsabiliza.

Lo suyo no es el orden, menos aún la ley. Lo suyo es el caos. En el caos se mueve como peje en el agua, libérrimamente, ilimitadamente, sorprendentemente.

En el caos de todos contra todos puede imponer su santa voluntad; por ello le es esencial polarizar la Nación en buenos y malos. Mientras las facciones estén enfrentadas, nadie podrá presentarle cara.

Por ello le importan poco los mercados y sus consecuencias económicas, mientras quede claro quién manda aquí.

Qué importa que suba el dólar, caigan las bolsas y se fuguen los capitales, si su popularidad aumenta un 10%. Para él gobernar no es ser eficaz, logar crecimiento con justicia, concitar voluntades, tranquilidad y certezas, garantizar seguridad; para él es ser popular, implantar un aparato de control político electoral y generar una "masa" -subrayo el término- clientelar, fiel, dogmática y combativa.

Que salen a las calles a manifestarse en contra de una simulación de democracia directa (consulta paitito), pues ahí les van 12 más, me canso ganso.

Que chillan los mercados, pues que sientan lo que se siente.

No le interesa negociar, salvo en condiciones autócratas; no le importa el País, sino el poder. La ley es un obstáculo para gobernar, como los son los poderes no sujetos a su ciega obediencia, los organismos autónomos con ansias de control del poder, los medios no abyectos, la inteligencia crítica.

Cómo someter a todos estos inconvenientes, imponiendo el caos, cambiando siempre la conversación para que no sea posible una deliberación pensante y civilizada; polarizando, estigmatizando y atizando el odio fratricida. Moviendo la agenda política intermitente y temerariamente. Escalando el conflicto. El desconcierto por método.

Así que, si Usted es de aquellos que aún guardan esperanzas de sensatez y patriotismo de parte del Presidente Electo y su equipo marca "la hora que Usted diga Señor Presidente", vaya sentándose y acopiando dosis industriales de Melox y Taffil.



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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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