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La Constitución náhuatl es un verdadero arquetipo de la ciencia política

La Constitución náhuatl es un verdadero arquetipo de la ciencia política

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Constitucionalismo y federación Nahuatl

Mauricio Bernadez
Colaborador Invitado



"Inútil es pretender catalogar la forma de gobierno náhuatl dentro de las formas teórica y abstractamente establecidas por los europeos, pues sería tanto como desconocer su carácter dinámico, o permanecer indiferentes ante la realidad que presenta la historia.

Las clasificaciones fraguadas por los cronistas para explicarnos la historia e instituciones políticas nahuas, sólo cupieron en la mente de los que los las forjaron, los hechos relatados por ellos, desmienten sus propias teorías. De aquí el embrollo creado por el criterio occidental, al pretender reducir los hechos a ficciones, o fenómenos sociales, desconocidos por el indígena que nos sumergen en las tinieblas.

Las principales formas de gobierno de la antigüedad greco-latina: monarquía, oligarquía, aristocracia y democracia, se ven conjugadas en el sistema náhuatl, sin que se pueda determinar el predominio de una de ellas sobre las demás.
Era una diarquía, similar a la inglesa en cuanto que la autoridad suprema estaba en manos de dos gobernantes, uno hereditario y, otro, electivo (en Inglaterra el rey y el primer ministro); uno administrador y, el otro, ejecutor (en Inglaterra uno reina y el otro gobierno, o sea uno lo ostenta y el otro lo administra y ejecuta, mientras en Tenochtitlan uno administra, el otro ostenta y ejecuta, y ambos con el Tlatocan gobiernan). Pero era una diarquía constitucional y restringida en muchos aspectos.

Era también una oligarquía, en cuanto los soberanos pertenecían a la familia de Acamapichtli, vinculada a los tolteca, pero la familia, como tal, no intervenía en el gobierno del Estado, como lo hicieran los Médicis.

Era igualmente una aristocracia, pero no de sangre, sino de esfuerzo, en tanto que eran privilegiados los que ascendían por sus méritos y estaba abierta a todos.

Finalmente era una democracia, pero no individualista, un tanto anárquica, o social, un tanto totalitaria, sino funcional en la que con mayor razón que nosotros, ellos hubieran podido proclamar "el Estado somos nosotros", y decir "el Estado está sobre todos". Su colectivismo funcional tomaba en cuenta la diferenciación individual; sistema inteligente, digno de estudio para nosotros. El derecho protegía y determinaba al grupo, y dentro de éste cada cual ejercía sus derechos individuales, de manera que de hecho el hombre, con el estatuto personal, era protegido en la esfera de su acción para su desarrollo material, era protegido en la esfera de su acción para su desarrollo material y espiritual, pero siempre en función del bien colectivo.

Si la organización política náhuatl difiere y se asemeja a las formas políticas de la antigüedad clásica, a su vez participa de gran semejanza con algunos sistemas políticos modernos, pero en muchos aspectos, se manifiesta más progresista que éstos y de una eficacia incomparable.

En efecto, el derecho constitucional náhuatl, presenta un federalismo en toda su pureza, como armonía económica de lo vario, realizando la unidad en la diversidad cultural de los grupos incorporados al Estado. Régimen de pluralidad cultural y de autonomías regionales, e institucionales, dentro de la unidad fiscal y económica, por ello hemos afirmado que se trata de un federalismo puro, pero, además, de gran perfección política, ya que garantiza, en grado sumo, el orden y la libertad, y, de una eficacia, comprobada en la historia, digna de tomarse en cuenta.

La perfección de este sistema es patente. La combinación del federalismo estatal con la confederación interestatal, que iniciaron los nahuas, constituye, en la actualidad como un ideal que se intenta, pero que aún no se ha cumplido....

En los pueblos del Anáhuac no es la fuerza a la que priva, como en los romanos, sino el espíritu de orden y el genio de organización de la libertad, aprovechando todos los medios, principalmente económicos, y métodos de selección técnica, para lograr sus propósitos; pues, no basta ostentar o adoptar una forma de gobierno, para que, como sacramento, se piense en un "Sésamo ábrete" del éxito político, sino que hay que buscar el mejor medio para que el manejo de la cosa pública recaiga en manos aptas, eficaces, competentes y justas.

Cambiar formas de gobierno, creyendo que se alcanza la felicidad, es permanecer en el limbo de la teoría. Hay que acatarse a la práctica misma del poder, que consiste en el gobierno del Estado. Las formas, pueden coadyuvar al bienestar común, si responden a las necesidades generales del pueblo; sin embargo, se crean muchas ilusiones entorno de aquello que reza que "el pueblo conduce sus propios destinos". La mejor, es la forma de gobierno qué hace que la cosa pública (a pesar de los intereses creados, o con ellos) y por ende, los puestos públicos recaigan en manos de los hombres más hábiles y probos, pero sin defraudar las declaraciones de la Constitución, pues tal sería la peor arma que pudiera brindarse a los enemigos del Estado.

La organización náhuatl, respondió con maestría al deseo de vencer las limitaciones económicas que presentaba el continente de Anáhuac, (carencia de bestias de carga y de cereales panificables), a base de un sistema de servicio y de emulación, por los méritos personales (competencia), y su apego a los principios de sus descubrimientos científicos, gobernando al hombre desde la cuna, sin detrimento de los ideales particulares del individuo, siendo que las enseñanzas de su sistema educativo coincidían con las del Estado, así se realizó la cohesión y logró el progreso de la colectividad entera. Por consiguiente, economía justa y competencia técnica, fueron la base del éxito del Estado mexicano. Sobre estos principios se forjaron las virtudes políticas para el desarrollo del Estado y para garantía de la libertad.

No conociéndose entre los nahuas pensadores de la talla de un Sócrates Platón o Aristóteles, muchos dudan de la grandeza de la organización política en náhuatl y es porque no se percatan que tal organización no fue fruto de uno o varios hombres sino de una cultura integral, es decir, de toda la actividad humana guiada en forma coherente, por principios biológicos, observados en la naturaleza misma del hombre, y desarrollada de un modo integral, o sea, tomando en cuenta al hombre en su conjunto, y no por fracciones o compartimentos, como sucedió en la cultura occidental. Los nahuas al adoptar además, un criterio dinámico de la vida y del mundo, crearon una cultura de esfuerzo y de servicio en tanto que, en occidente con el criterio estático de las cosas y de los bienes, se creó una cultura de ahorro. Tal posición de toda la colectividad indígena hizo que se organizase y produjese un sistema político extraordinario, como por instinto de conservación, sin la presencia de grandes genios contradictorios.

Este concepto integral de la vida, que no hace de cada cabeza un mundo sino de todas las cabezas un solo mundo, es la mejor explicación de su extraordinario desarrollo político. En efecto, la vida política armonizada, en verdadera unidad de voluntades, todas las actividades humanas. La religión, aunque con multiplicidad de "nombres" de las mismas deidades, era igual para todos, siempre en perfecta armonía con los datos de su ciencia astronómica y matemática, las costumbres constituían el derecho, el comercio se desarrollaba en función de las necesidades de la colectividad, la agricultura en consonancia con las diversas instituciones del Estado, la milicia en función de la justicia, y en suma, el orden en función del progreso.

El estudio del desarrollo político de los pueblos nahuas nos ofrece abundantes luces para el conocimiento de la humanidad, pero por razón misma de las características de esa cultura dinámica e integral, adaptada al medio y a la situación económica en que se llevó a cabo, ni se puede juzgar con un criterio diferente al suyo propio, ni admite el examen comparativo a través del pensamiento occidental, con sus formas estáticas de gobierno. Tomar los hechos como tales, facilita la tarea de su estudio y evita complicaciones inútiles, por ello el arte de gobernar no se encuentra en libros, o en manuales de política como a pesar de los intentos hechos por genios como Maquiavelo y Cervantes. El derecho público no es, como dijimos, un "Sésamo ábrete" de la política, quedan siempre ocultos los misteriosos impulsos de la sociedad humana. No se piense luego que esto sea algo divino o demoníaco. Obedece a una fuerza apegada al hombre, a manera de instinto, que los mueve a su antojo como hilacha, aunque vayan a su propia destrucción, que todos los "políticos" persiguen sin saber cómo ni porqué, pero que llevan en la sangre, y que, gracias al estudio del desarrollo de nuestro derecho, podemos poner de manifiesto, resultando evidente y fácil su intelección: son los intereses creados en conjunción con las ambiciones personales, que se traducen en lucro en una cultura de ahorro, como lo es la occidental. Pues lo que vulgarmente se llama "política", no es otra cosa es que esa lucha de fuerzas que envuelve al hombre como torbellino, entre los intereses creados y los anhelos de justicia. Insisto que estos aspectos de la actividad humana, porque es preciso tenerlos muy presente al hacer el estudio del choque de culturas objeto de estudio del segundo período de nuestro derecho constitucional.

Los europeos, en nombre de un Dios que ni conocen, despojaron, destruyeron, y se adueñaron de los pueblos débiles del mundo, en México, además, desintegraron las instituciones sin merced ni piedad, en prenda de sus propios intereses, y lo lograron.

La independencia no destruyó los intereses coloniales, basados en el despojo y la injusticia, lo que en manos de mestizos y políticos, siguen en lucha contra el pueblo. A pesar de todas las revoluciones habidas y por haber, éstas se verán siempre comprometidas y comparadas mientras subsistan dichos intereses bastardos. Por consiguiente, se impone cada vez más la necesidad de una reorganización económica primero y política después, sobre bases de justicia y de eficacia, para destruir ese régimen de intereses creados que impide el desarrollo armónico de la colectividad y del Estado. El ejemplo de Izcoatl nos lo demuestra.

Mientras no nos atrevamos a reformar la organización del Estado sobre las bases económicas equitativas y adecuadas al momento histórico, aunque se tengan que quemar registros de títulos colorados, como lo hizo aquel, seguiremos en lánguida esclavitud y no se logrará el desarrollo político del pueblo y del Estado." (1)


(1) Romerovargas Yturbide, Ignacio; "Organización Política del los Pueblos de Anáhuac"; Ed. Luciérnaga; p. 386-390

Redacción LFM Opinión

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