La mecarnógrafa

Apoltronado en la comodidad de un poder que se imagina omnímodo y omnipotente, el nuevo oficialismo defensor no tanto a ultranza como a priori de la cuarta transformación, dejó pasar una inmejorable oportunidad de explicar la aún indefinida divisa del presidente López. En la iniciativa enviada al Congreso que cancela la "mal llamada" reforma educativa, el Presidente cometió una pifia monumental al omitir, en su propuesta de nueva redacción del Artículo 3º Constitucional, el párrafo correspondiente a la autonomía universitaria. Se le olvidó porque anda rete ocupado dijeron unos, no fue con mala intención dijeron otros. Se puede corregir, es más ya se corrigió, exclamaron al anunciarse el obligado y no tan rápido remiendo cuyo incógnito texto no fue publicado en la prensa. Se hizo ver como una pecata minuta de la que nadie se hizo responsable. Pero debe suponerse que la confección de un documento de ese calibre que termina al ser firmado por el Presidente, pasa por muchas manos: las inmaculadas del jefe de la Oficina de la Presidencia (¿alguien tendrá noción de los conflictos de interés que enfrentará el señor Romo?), las experimentadas del secretario de Educación Pública, las expertas del titular de la Consejería Jurídica (que conoce el valor de la palabra por ser hijo de quien fue), de aquellas con las que ejerce su sexto sentido la secretaria de Gobernación. Por cierto, cabe la duda sobre quién habrá sido el taimado que acusó a la mecanógrafa. Porque en las altas esferas oficiales quedan pocas sobrevivientes de cuando las pifias podían endilgarse a las profesantes de tundir las teclas de las remington y las olivettis.



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