PROHIBIDO PROHIBIR

Navidad

Navidad

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Nueva oportunidad

Federica García Svetlana es antropóloga judía y está en cama, tiene frío. A sus cuarenta y tantos recuerda a ese mexicano que la hizo reír una Semana Santa de abril. Rezó, en el idioma de su madre, el polaco. Recuerda que él la buscó después de aquella ultima vez, pero se prometió no verlo más, su rutinarioseguromonótono matrimonio lo impidió y jamás volvió a contestar. Hoy se da el lujo de soñarlo. Lo recuerda con ternura. Sabe que su vida hubiera sido otra. Aunque sus sensibles diferencias los alejaron.

Su vida está completa y lo sabe. Ya no queda más que recordar el pasado y esperar con confianza el futuro, tal vez por no haberlo abrazado desde siempre y como él mismo lo sugirió. Ya es tarde y como buena lectora, consulta reiteradamente estadísticas y gráficas y se convence, deja el libro, se deshace de las gafas y mantiene prendida la luz en la mesita de noche, junto al vaso de agua intocado, repasa lo que nunca fue. Si, en efecto, el cambio es significativo

En otra ciudad cercana, en otra cama, un exitoso empresario de una moderna agencia de comportamiento con base en modernas neurociencias de la conducta casi no quiere recordar nada, porque duele. En otro tiempo tal vez se pudo enamorar, tan infructuosamente que jugueteó con el tiempo y se hizo un solitario, especialista en sí mismo. Sabe que conoció a Federica en una convención, de esas que pasan tan rápidamente que apenas se recuerda el color de los ojos, con intensidad ,y del otro lado de sus creencias.

Con habilidad y los ojos cerrados, acallaron la disposición sonora de los relojes plateados que compartieron y se regalaron un día hace años en abril, grabados con sus iniciales.

Cuando sonó el despertador los dos tuvieron el mismo movimiento armónico de revolverse otra vez. Los dos llenaron de agua sus respectivas teteras y las calentaron, los dos se lavaron manos, cara y dientes y orinaron, limpiaron sus cuerpos con atención al detalle. Los tés son florales y fuertes. Unos minutos antes, el ruido, señal inequívoca del tiempo compartido hizo que los dos dieran vuelta a sus cuerpos casi de la misma manera y abrazaran el aire contaminado a kilómetros de distancia, mientras el Popocatepetl, don Goyo, repartía fumarolas y cenizas hacia Puebla.

Amaneció, ya era otro día, todo mundo a trabajar. Ella escribe comerciales y estudia economía, el investiga cómo provocar deseos, temores y placeres en los consumidores.

Leyeron cada uno los encabezados de los diarios. Ella odió a AMLO desde siempre, como los locutores de Radio Fórmula y la mayoría de los periódicos tradicionales, siempre comprometidos, nada le gustó de su presencia, de su palabra, de su proyecto. A él, en cambio, le fascinó el reto. Siempre lo explicó con pasión: es una última oportunidad para dejar de una vez atrás la corrupción, la violencia, la mugre. Siendo jornalero, aplaudió a Aristegui y a las benditas redes.

De pronto coincidieron otra vez en una de esas vueltas inexplicables del universo. Se encontraron en la terminal aérea de Santa Lucía, después de que se confirmaran los desmanes corruptos de Texcoco. En 6 años el país era otro, el presidente constitucional de la austeridad cumplió la mayoría de sus promesas, aunque otras quedaron cortas, apenas iniciadas, a pesar del desgaste de las conferencias mañaneras, cumplió con creces. La Suprema Corte recuperó su dignidad por más difícil lucha que ello fue. Los gobernadores ya no eran virreyes y el Congreso funcionaba.

El país creció aunque no tanto como se propuso, se redujo la violencia y la pobreza. Sin embargo y lastimosamente algunos de los nombrados no cumplieron y cayeron en la ignominia como los pripanistas del pasado.

Ambos sonrieron al reconocerse. A los dos les dió mucho gusto reencontrarse. Ella confesó haberse equivocado, él su exagerada confianza en la austeridad republicana. Ya sin intolerancias mutuas decidieron darse una nueva oportunidad, amarse otra vez. Es tiempo de Navidad.

Agradezcamos lo que somos, lo que tenemos, lo que hacemos. Felicidades.




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Arturo Martinez Caceres

Arturo Martinez Caceres

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