PARRESHÍA

Desabasto e importación

Desabasto e importación

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Legítima duda

Dice el refrán: que "el que mucho prueba su dicho, poco cree en él". López Obrador insiste en su argumento de que no hay desabasto, sino un problema de distribución.

Vayamos por partes, él habla de desabasto nacional, es decir, que, almacenada, el gobierno cuenta con gasolina suficiente para surtir el consumo nacional. Para él, que el consumidor final no encuentre gasolina en los puntos de venta al menudeo, no es desabasto sino un problema de distribución.

El asunto, además de su aspecto semántico, presente un posible desdoblamiento del inconsciente.

Tanto repite López Obrador que no hay desabasto, refiriéndose a las reservas nacionales de gasolina, que dependen mayoritariamente de la importación, ignorando de forma olímpica el problema ostensible de desabasto para el consumidor final, que hace pensar, al menos al que esto escribe, que el problema sí es de importación, por ende de abasto nacional, y no de distribución. Que antes de cerrar las válvulas cerraron los contratos de compra de gasolina al exterior y cuando se dieron cuenta de que no tenían combustible suficiente para enfrentar la demanda inventaron eso de combatir el huachicoleo cerrando ductos, que es una estupidez que se cae por sí sola.

Ya en los tiempos del interregno Rico Nalhe, hoy Secretaria de Energía, dejó ver la posibilidad de comprar menos gasolina al extranjero para producirla en México.

Por supuesto, todo esto es una especulación, pero una especulación que provocada por López Obrador y su discurso machacón para explicar el desabasto en gasolineras con argumentos sobre el abasto nacional.

El hecho es que esa parte de la ecuación, al ser el punto toral del argumento presidencial, debiera ser aclarado con datos duros sobre el volumen de importaciones de gasolina en lo que va del sexenio, en comparación con cifras del pasado reciente.

¿No cree usted?


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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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