PARRESHÍA

Estrategia o escupitajo

Estrategia o escupitajo

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Sin plan preconcebido.

Analicemos otra hipótesis de la crisis de abasto y confianza que nos agobia.

El 24 de diciembre cae el helicóptero en que viajaban la gobernadora de Puebla, desconocida y marginada por el presidente López Obrador, y su marido, el senador y exgobenador Moreno Valle, figura nacional refulgente en un panismo de capa caída. De inmediato se desataron todo tipo de especulaciones e imputaciones, en buena parte auspiciadas por la ausencia de urbanidad política del primer mandatario que, obviamente, le agriaron la navidad a la Cuarta Transformación.

El 25 de diciembre, en una ceremonia en honor a los difuntos, la secretaria de gobernación, Sánchez Cordero, fue abucheada, nuevamente, en buena parte, por la ausencia presencial de López Obrador, quien al día siguiente descalificó los reclamos y un día después, acusó de "conservadores, neofascistas y mezquinos" a quienes orquestaron en su contra la censura, razón por la cual, adujo, no acudió a la trampa en Puebla.

Tales los hechos. Vayamos a la hipótesis. Una de las vertientes anotadas como causa del accidente es un atentado de los huachicoleros contra dos enemigos señalados del actual régimen para complicarle la vida a éste y enviarle mensaje a su titular, que bien podría ser: cuántos muertitos más quieren en tu cuenta.

Suponiendo sin conceder que esa fuese la lectura de López Obrador, el 27 de diciembre, a escasos dos días y medio días, prácticamente inhábiles, y sin mayor avance en las investigaciones, al menos conocidas, anuncia un plan para combatir el robo de hidrocarburos, sin dejar de explotar la veta eje de su gobierno, la lucha contra la corrupción, ni la raja política del enemigo sempiterno: los tres gobiernos anteriores y el neoliberalismo cleptocrático.

Pongamos que López Obrador tiene información que no ha dado a conocer y que le acredite que sí fue el huachicol organizado el autor del atentado, y que, en respuesta a su afrenta, decidió sobre las rodillas responderla con toda la fuerza del Estado.

En esa vertiente, no estaríamos frente a una política de Estado ni una estrategia debidamente planeada, desarrollada y evaluada, sino de cara a una reacción visceral y hasta inmadura de un jefe de Estado.

Me tiras un helicóptero, te cierro los ductos; a ver quién aguanta más. Términos, por cierto, muy parecidos a los sostenidos hasta ahora en sus discos rayados mañaneros.

No me van a doblegar, es la divisa; solo que en este pleito está ausente, desde un principio y hasta ahora, un tercer actor en este pleito de cantina que parece solo de dos, al menos para el presidente López Obrador: la población consumidora de gasolina que, al dejársele sin ella, es la más castigada y sigue esperando respuesta a su problemática diaria, más allá de los logros en esta pelea que se antoja sin brújula ni destino.

Con otros costos marginales ya de todos conocidos, el retraso en la descarga de buques tanques por no desfogar los almacenes en puertos a la velocidad requerida, habida cuenta que en vez de ductos se utilizan camiones; los costos y tiempos de la distribución por ruedas; el desabasto de gasolina concomitante y su reproducción en otras de bienes y de servicios; la molestia ciudadana; la pérdida de confianza y los costos financieros del gobierno, de la planta productiva y del bolsillo ciudadano, hasta ahora.

De ser viable esta hipótesis, no estamos frente a un plan debidamente estructurado, sino ante una reacción a bravata de cantina.

Lo cual me recuerda a aquel Presidente, este sí con mayúsculas, que contaba que la República era como la dama que va del brazo por la calle del primer mandatario quien, al percatarse que en la esquina hay unos borrachos bebiendo en la banqueta tiene dos posibilidades, sentirse muy chiraz pelas y seguir de frente, a riesgo de poner en riesgo la honra y hasta el físico de su acompañante, o cruzar la calle y dejar que ladren. Dionisio el tirano escupió a la cara de su consejero Aristipo; éste no perdió la cordura y cuando le recriminaron su mansedumbre contestó: "los pescadores, para pescar un gobio (pez mediano de las costas de España), se dejan mojar completamente por el mar, y yo, que quiero pescar una ballena, ¿no voy a soportar un escupitajo?"

Hay una gran diferencia entre ser valiente y ser reactivo, entre enojarse y ponerse a mano, entre gobernar y ser gobernado.

Lo primero que tiene que conocer y gobernar un político es su persona, sus impulsos, sus debilidades; su temperamento, sus reacciones de bote pronto. Un político previsible, de mecha corta, reactivo, es el peor enemigo de sí mismo. Es un libro abierto para sus enemigos, una partitura invitando a ser tocada cual campana por quien sea.

De ser posible esta hipótesis, bien le valdría a López Obrador serenarse, hacer control de daños, replegarse y rehacer, o más bien definir y hacer, una estrategia en forma.

Las guerras no se ganan impulsivamente.


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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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