PARRESHÍA

El Tlacaelel de la 4T (Ayotzinapa)

El Tlacaelel de la 4T (Ayotzinapa)

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¿Comisión u omisión de la verdad?

¿Comisión u omisión de la verdad?

Las comisiones de la verdad son analizadas por Barbara Cassin, en su libro "Jacques el sofista. Lacan, logos y psicoanálisis". En particular la primera en su género, "La Comisión de la Verdad y Reconciliación" en Sudáfrica tras el aparthei, bajo el sugerente subtítulo: "¿Un psicoanálisis a escala de un país?"

La referencia a la Comisión trae una nota al pie de página de la traductora, Irene Agoff, que merece ser rescatada: "Comisión no jurídica establecida al concluir períodos de revulsión política o dictadura, cuya finalidad es la recuperación de su dignidad por parte de las víctimas y la admisión arrepentida de sus crímenes por parte de los victimarios. Reconoce su origen en 1995 en Sudáfrica, y con posterioridad a la experiencia fue aplicada en otros países." Dejémoslo aquí para retomarlo más adelante.

Para Cassin esta primera Comisión de la Verdad y Reconciliación es una especie de "Epifanía" que le permite abordar el método lacaniano (Jacques Lacan) de curación. "La Comisión, dice, es la clave del dispositivo inventando en Sudáfrica para evitar el baño de sangre previsible al finalizar el aparthei. Debe contribuir a generar otra nación, un rainbow people, un pueblo arcoíris, nuevo objeto del mundo. Ahora bien, esta Comisión es -y no es sino- un dispositivo de habla explícitamente ligado al logos-pharmakon y a la performance discursiva. Desmomd Tutu y Nelson Mandela hablaban entonces de una ‘nueva Atenas’. ‘Atenas’ porque aquí la política es asunto de discurso; ‘nueva’, porque trata de crear el ‘pueblo arcoíris’ tras el pecado mortal del apartheid (…) Pero ‘nueva’ también porque el dispositivo induce explícitamente -se lo dice y repite- un ‘psicoanálisis a escala de un país’."

Antes de seguir con el análisis de Cassin, es menester explicitar qué se entiende por logos-pharmakon y performance. Seré breve. El logos (verbo) en tanto "medicina analógica del alma y del cuerpo, (por cuanto) psicomatización de la palabra", es una invención de Gorgias, quien en su "Encomio de Helena" narra una cena de ésta, ya de regreso a Esparta con el cornudo y victorioso Melenao, tras la caída de Troya. Telémaco que vaga en busca de su padre, Ulises, se encuentra presente y deprimido. Ante el riesgo de ver estropeada la reunión por el llanto de aquél, Helena vierte en las vasijas del vino un pharmakon (droga), traído de Egipto, que "calmaba el dolor y la cólera, disolvía todos los males; ¡quien la tomara después de mezclada no derramaría lágrimas durante todo el día ni aunque hubieran muerto su padre y su madre o mataran ante sus ojos con el bronce a su hermano o a su primogénito!"

Bebido el pharmakon Helena tomó la palabra y dijo: "gozad de los discursos. Os contaré cosas semejantes/verosímiles/apropiadas."

Gorgias plantea el tema para sostener que el logos (la palabra), como el pharmakon, se caracteriza por sus efectos: "Existe la misma relación entre el poder del discurso (logos) y disposición del alma (…) así como cierta droga hace salir del cuerpo cierto humor y unas hacen cesar la enfermedad y otras la vida, así sucede entre los discursos, Algunos entristecen, otros encantan, dan miedo, exaltan al auditorio, y algunos mediante una mala persuasión, drogan el alma y la embrujan".

Por su parte, el uso que Cassin da a performance en su cita tiene que ver con un discurso continuo y actuado, diferente al diálogo, algo así como una conferencia o presentación. Lo equipara a la Epideixis de los griegos, que se forma de deixis, "acto de mostrar, dedo índice tendido". Pero, acota, distinto a la apodexis, demostración. Éste último muestra a partir de lo mostrado, "el arte de de-mostrar", ejemplo de ello es la lógica. La Epideixis es el arte de "mostrar ante": de cara a un público y, además, de "mostrar más": hacer publicidad, "sobre-hacer", exhibir lo mostrado cual paradigma. La diferencia -de allí lo performativo- es que en la apodexis hay lógica, razonamiento; en la Epideixis hay performación, espectáculo. (Ver El Performador).


Regresemos a la Comisión de la Verdad Sudafricana, a la que Desmond Tutu (Premio Nobel de la Paz 1984) llamó "el milagro de la solución negociada". Para Cassin, la Comisión apelaba "a la droga blanda de la palabra contra la droga dura de la justicia punitiva", no era propiamente un Juicio de Nüremberg; el propio Desmond hace suyas las apreciaciones de Gorgias: La Comisión, dice, pretende adoptar un punto de vista diferente frente al lenguaje como simplemente palabras y no actos: "El lenguaje, discurso, retórica, hace cosas: construye categorías sociales, da órdenes, nos persuade, justifica, explica, da razones, excusa. Construye la realidad. Moviliza a unos contra otros" (Tutu). Guardemos esta cita en mente.

El diseño de la Comisión respondió a la consigna de "revelar es sanar", sus expedientes exhibían en su portada la frase: "Sanando nuestro país", en una terapia a la vez personal y colectiva de "sanar diciendo la verdad" (Tutu). Por eso para Cassin es una "terapia discursiva que va de la sofística (Gorgias) al psicoanálisis (Freud-Lacan) por la vía de la Katharsis."

Aquí viene lo interesante. Sostiene Cassin, que al hacerlo minora la verdad: "no quiere la verdad, nada más que la verdad, toda la verdad; sea histórica, judicial o individual, sino le basta con producir ‘suficiente verdad como para’ construir un pueblo arcoíris, y la verdad no es otra cosa que ‘el ingrediente esencial del antiséptico social’." (En itálicas frases de Tutu citadas por Cassin). La verdad como substancia activa de un medicamento, pero dosificada.

Una verdad sobre el pasado suficiente y ad hoc para construir un pasado común y un nuevo pueblo, sostiene Cassin, no una verdad preexistente a la Comisión y relativa a hechos, sino "una verdad-resultado, producida y fijada en y por el après-coup", de antemano.

Pero no es todo, la Comisión escondía un ardid, la amnistía (¿les suena?): "todo lo dicho no será castigado, pero solo lo dicho no será castigado". "La verdad a cambio de la libertad", simple moneda de cambio. "La función narrativa es redentora por sí misma. Ella obra (…) como si existiera una última palabra. Los relatos expulsan el acontecimiento a los confines" (Tutu). Por sobre la amnistía, la amnesia. Hasta aquí el análisis de Barbara Cassin.

Vayamos ahora a la Comisión de la Verdad de la Cuarta Transformación. Empecemos por recuperar la cita de la traductora de Cassin: "Comisión no jurídica", al margen de los órganos encargados de investigar, procurar e impartir justicia, porque, queda claro, su fin no es la justicia. Es más, ésta pudiera resultarle a contrarresto a la 4T, dadas sus ligas con sujetos involucrados directamente en los hechos. Comisión "establecida al concluir períodos de revulsión social o dictadura", circunstancias que difícilmente podrían sostenerse en nuestro caso, pero que cuadran con la narrativa oficial de la 4T. Comisión con la finalidad de recuperar la dignidad de las víctimas y el arrepentimiento de los victimarios. Menester es recordar que la primera demanda de los asesores -únicos entes visibles de los padres de los 43 desaparecidos en Iguala- fue no criminalizar a las víctimas. Antes de demandar encontrarlos, exigieron no criminalizarlos, es decir sesgar las investigaciones de antemano. El simple hecho de pensar su involucramiento se consideró anatema, aunque los indicios los ligaran y liguen aún, directa o indirectamente, con agentes del crimen organizado y organizaciones de dudoso cuño. Por igual, "la admisión arrepentida de sus crímenes por parte de los victimarios", y me refiero aquí a los verdaderos, no a los políticamente propicios, abriría para casi todos ellos las puertas de la cárcel.

Lo anterior porque, con independencia a la verdad y la justicia, la Comisión de la Verdad busca un efecto genésico: crear una nueva nación, otro pueblo, la Cuarta Transformación, a través de sanar y procrear por la psicomatización de la palabra. Decía Helena tras escanciar el pharmakon en el vino: "Os contaré cosas semejantes/verosímiles/apropiadas". No la verdad dura y cruda, sino la que endulce vuestros oídos, les sea creíble y conveniente. La que quieren oír, pues. La droga blanda de la palabra, en vez de la dura de la justicia punitiva. De allí la necesaria performación de buscar creando, de expiar sin castigo, de sanar drogando.

Rescatemos ahora las palabras de Desmond Tutu que dejamos arriba señaladas: un lenguaje que construya categorías sociales: pueblo bueno y pueblo malo; que dé órdenes: consultas populares; que persuada, justifique, explique, dé razones, excuse: las mañaneras; que construya la realidad: las mañaneras y la Comisión de (la nueva) verdad; que movilice a unos contra los otros: la visión épica de la 4T.

Una droga que disuelva "todos los males" y quien "la tomara no derramaría lágrimas durante todo el día ni aunque hubieran muerto su padre y su madre o mataran ante sus ojos con el bronce a su hermano o a su primogénito!", hasta la nueva dosis "mañanera" y así cotidianamente.

No se trata pues, en el caso de la Comisión, de la verdad que fue, sino de la verdad que quieren que sea, que buscan que sea, que conviene que sea. Una verdad suficiente, homeopática, semejante, verosímil, apropiada para crear un nuevo pueblo sobre un pasado común reconstruido sobre esa verdad ad hoc y a toro pasado.

Finalmente, si la Comisión no es jurídica no podrá punir, pero poco importa cuando se busca el acomodo del pasado a la narrativa del presente, a una "narrativa redentora por sí misma", una última palabra que expulse para siempre los hechos y la verdad a los confines, donde no desquicien la construcción y sueño del nuevo pueblo. Amnistía y amnesia sobre las cuales despuntar todo nuevo y de nuevo.

Tlacaelel fue un sacerdote azteca que reescribió los códices mexicas para hacer descender a los aztecas de los Toltecas y Teotihuacanos, en vez de los chichimecas, considerados un pueblo ignorante y salvaje, sin linaje histórico y mítico; para convertirlos en el pueblo encargado de sostener a los astros sobre sus órbitas y al universo en existencia; en un pueblo con misión cósmica: "Deseando recuperar para los seres humanos su olvidada misión de participar en la labor de coadyuvar al orden cósmico, los aztecas hemos edificado, hemos construido, sostiene Tlacaelel, un Imperio destinado a la sagrada tarea de acrecentar el poderío del Sol".

Por ello, cuando Cortés aparece en las costas del Atlántico, carcome a Moctezuma el saberse descendiente putativo de Quetzalcóatl, quien, piensa, ha regresado, barbado, en legítimo reclamo del pueblo del Sol.

Pues bien, el encargo de Alejandro Encinas, es ser el nuevo Tlacaelel, el profeta de la Cuarta Transformación, y, con su Comisión de la Verdad, sanar por el logos-pharmakon y la performance discursiva, siempre y cuando la verdad reconstruida responda, ad hoc, a la narrativa de la 4T; una verdad revelada y reescriba a la luz del nuevo paradigma, cimente de un piso y pasado glorioso que orienten y sostengan el ascenso al Valhalla del nuevo México, su líder y su pueblo bueno; pueblo pletórico de felicidad, sin corrupción y sin dolor.

¿Resultara la apuesta? No lo sé. Lo que sí sé es que los "43" y sus legítimos deudos, así como las decenas de miles de desaparecidos, seguirán siendo objeto de explotación y medro políticos.

*Ver también: Verdad, mentira y política.




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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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