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Una profesión equivocada o la metamorfosis

Una profesión equivocada o la metamorfosis

Foto Copyright: lfmopinion.com

T. Perrín, se atusa el bigote

Mamá nació en Cork, irlandesa por los cuatros costados. Pelirroja y pecosa. Una guerrera para defender lo suyo. En efecto, Willow fue la compañera ideal para papá, hicieron un matrimonio de pura pasión…Y yo nací después de muchas horas de trabajo de parto. Nunca se quejó de mi Resistencia a formar parte de este mundo podrido y a los 15 años me regaló una edición conmemorativa del Retrato del artista adolescente, que devoré en unos cuantos días y sus noches.

Recuerdo que yo había publicado en alguna revista marginal algunos poemillas y cuentitos. Mas sin embargo, mi carrera de poeta fue corta y frustrante. Llevé a casa la revista de marras y como si nada, la dejé olvidada en la repisa del comedor. Mi padre, lector asiduo y critico feroz, la abrió en mi página y comentó a voz en cuello: -pero hijo, ¿qué carajos es tanta tarugada? Willow siempre me defendió de todos los miedos. Confieso que mi carrera de detective fue por frustración. Confieso que fue por no haber sido poeta, o poetapoeta, vaya, verdadero poeta.

T. Perrín, se atusa el bigote y con pasión sensual limpia la cuarentaycinco, de gratos y amargos recuerdos. T. Perrín es pulcro, cuidadoso y le encanta la ópera, especialmente Wagner. Ciertamente sobresalió en su profesión por ser un detective eficiente, relativamente culto y educado. Siempre en el límite, nada de torturas ni excesivos golpes a lo 007.

T. Perrín obtuvo el año pasado el premio a la Eficiencia y Dignidad Policiaca (Si es que algo significa eso, el mismo T. Perrín rió entre dientes). El problema, dijo, es que nos volvemos insensibles, ya nada espanta, ya nada alarma, casi nada ya nos conmueve. Vivimos en la violencia.

Ayer, por ejemplo, llamaron mi atención por una nueva tragedia. Las ocho columnas de los diarios rojos cabecearon en letras grandes, negras: "Pareja de gringos asesinada en céntrico hotel de Reforma". La investigación estará, desde luego, bajo la coordinación de T. Perrín, destacado miembro de la sección AA de detectives, (aunque tal vez, una personalidad bipolar, como todo policíapoeta que se respete debiera de ser). A pesar de su experiencia ante la sangre, el dolor y la muerte, T. Perrín se esforzó por esconder su emotiva turbación ante la pareja asesinada. La sociedad está enferma, comentó. El muerto, despatarrado sobre el mullido tapete del cuarto de cinco estrellas, con su pelo amarillo sobre la frente. Los cortes de navaja eran profundos en los brazos y piernas. Sin lengua. Ella, púdicamente cubierta sobre la cama, con un solo balazo entre los ojos. Se veían como si hubiera querido tocarse en el último instante, aunque las fuerzas fueran mínimas para lograrlo. Tus ojos, pensó, son el cielo y el mar.

Que desvergüenza la mía. Sentir lo que siento está prohibido. No hay disculpa posible. ¿Por qué te deseo? Más fuerte que mi cordura es la infinita necesidad de tenerte junto a mí. Todo lo justificas tú, nada está prohibido. Recorrer tu cuerpo, envolverte en mi aliento, descubrir tus más recónditos secretos y escribir sobre tu piel. Déjame avanzar en ti, tocar tus escondites. Mi recompensa será tu mirada. Habrán cesado tus temores y mis miedos. Te deseo. Bien vale el mundo un beso tuyo, una palabra juntos, un poco de tu sangre en mi boca. Inmediatamente de la embajada enviaron a un vicecónsul y a un secretario adjunto. Solicitaron fotografías e identificaciones de ambos cadáveres y T. Perrín, con diplomacia, les prometió enviarles todo lo antes posible. (Es decir, en cuánto se le diera su regalada gana). (Ningún extranjero lo presionaría, faltaba más y mucho menos un par de gabachos).

La investigación del crimen en el hotel prosiguió con esa lentitud a que nos tienen acostumbrados las autoridades cuando las razones políticas prevalecen, hasta que un día todo dió un giro inesperado. En el drama de Tristán e Isolda, los amantes beberán una poción mágica de amor, originalmente teñida de veneno. Tristán luchará por ella y ella irá hacia él, sin importar las consecuencias. T. Perrín, el epítome y famoso detective por frustración regresará varias veces a la escena del crímen. El mismo, ejemplo de lucha contra la corrupción y el cinismo, ahora será el acusado. Dicen que los tres fueron amantes y que hubo una tarde obvios conflictos de intereses. Otros más pedestres, como algunos periodistas de espectáculos, escribieron que se discutió acremente sobre la música de Juan Gabriel que tánto se puso de moda y que en determinado momento poético musical T. Perrín enloqueció de celos, desesperación, arritmia y antinomia.

El juicio fue meses después. No confesé nada. ¿Para qué? Willow, sauce llorón, me defendió siempre de todos mis miedos.

El detective está en la cárcel. Está enjaulado por la muerte de los gringos y presiones de la CIA. Ahora se dejó crecer la barba y el bigote, tan largo como el de su gato El Calavera. T Perrín, detective por no haber podido ser poeta como hubiera querido con mejor destino, mueve las piezas; él contra sí mismo. Prefiere proteger a la dama blanca. Después se desnuda e imagina cómo destrozar a la reina negra, al cortar el seno izquierdo un torbellino rojo escarlata se resbala en el tablero cuadriculado. El Calavera a su lado, le lame el dedo donde apretó antes el bisturí de utilería. Antes escribió a su amada gringa muerta: En medio del fuego te recuerdo, pegada en mi piel distante, como el mar que va y viene, junto con las buganvilias y las asombrosas jacarandas, con las magnolias que me embrujan. Mientras te beso y te escapas. Mientras te alejas, yo voy y vengo desesperado. Tu recuerdo es todo Sol, sin viento. ¿Sabes amor? desde el amanecer mis sudores crecieron hasta tocar tu fiebre. Sé, sin embargo, que muero en este obscuro cuarto, mientras en la ventana apenas se mueve el tiempo. Sabes hoy a comunión, a flor de naranjo, a lavanda. Guardo para siempre tus sonrisas enredadas en mi boca y en tus labios sonrosados. Quiero que siempre sepas que lo que quiero es quererte.

Mire usted, el caso es sencillo, se trata de confirmar quién mató a la periodista. En pago, le prometieron revisar su caso y mejorar la comida. El Calavera está obviamente enflacando porque tampoco come bien adentro y el hambre ataraza en esta chirona. Desde luego que aceptó. ¿Quién se resiste a unas quesadillas de flor de calabaza con salsa verde? ¿O de huitlacoche?

T Perrín hizo su lista: un escritorio, acceso al teléfono, una computadora, radio y casetera con cintas de arias seleccionadas: Wagner, Puccini, Verdi. Cacahuates salados para picar y té fuerte de beber.

El domingo de mañana comenzó a trabajar bajo la vigilante mirada de sus captores. Para empezar el día: sopa de lentejas y filete de pescado con mantequilla y alcaparras, un poco de queso, buen café y una media de borgoña. Poco a poco se fue sintiendo mejor y sonrió cuando su cómplice cadavérico, comió con avidez su parte.

De inmediato revisó los artículos y notas, otros escritos y libros publicados en los últimos años por la periodista asesinada. Fue anotando nombres y fechas de referencia y construyó un mapa de relaciones y reiteraciones.

Al segundo día de chapulines y mole negro oaxaqueño con cerveza yucateca, descubrió que se comunicaron en clave, en mensajes y anuncios del propio periódico: Por ejemplo: "Delgadita, sensual, hermosa, labios ardientes, 26 años, trato directo…" La periodista fue incómoda para los tratantes de blancas y la organización de mulas que a diario reclutan mensajeros para cubrir el creciente mercado estadounidense.

Al tercer día comió fabada con muchas alubias, un hueso de jamón y chorizo cantimpalo. Habló, entre molestias estomacales y eructos disfrazados, con sus carceleros y socios. Necesitaba salir, las obvias pistas y nuevos avances lo requerían. En tanto, en el exterior, la indignación social creció hasta amenazar la fortaleza del gobierno y desestabilizar la economía de los poderosos, que siempre prefieren la paz aparente a cualquier costo a las protestas, los cambios y eventuales revoluciones.

Consiguió la libertad temporal gracias al entusiasmo que despertó en sus anteriores colegas y actuales captores con dulces (alegrías, cocadas, dulce de calabaza, pepitorias, muéganos y otros retruécanos culinarios que convencen al más pintado). Dulces teorías en la dirección correcta, con nombres inventados y apodos de mafiosos. Le asignaron a un par de policías novatos para su custodia y cuidado. En la calle aspiró hondo y escogió una buena fonda donde le sirvieron un plato de disque pasta con mariscos y una ensalada mixta de la casa con corazones de alcachofa. Mientras, los policías asignados a su custodia prefirieron tacos de lengua con guacamole y salsa de habaneros. Los tres brindaron con agua de flor de jamaica sin azúcar.

T Perrín respiró el aire contaminado de la gran ciudad como si fuera límpido y sano para sus pulmones. Recordó que todos estamos inoculados contra la mierda y soltó un carajo, ¡que desvergüenza! Al fin y al cabo, a nadie parece importarle nada. En otro tiempo, en la Edad Media, usted sería brujo que juega con hechizos y predice el futuro, Brujo poeta, mejor. Hoy los expertos juegan con modelos que tratan de justificar el pasado. La asesinaron por decir la verdad, la mataron por diferente.

El detective sintió el bienestar del bien comido y bien bebido, el mezcal cura todo: la desesperanza, la soledad, el coraje, la impotencia.

Se vió de adolescente haciendo con la banda perrería y media. Levantó los ojos al cielo gris para hablar con su madre y pedir perdón. Perdón por el derrotero de su vida, por no ser poeta, por la periodista asesinada, por la mugre, por la incapacidad y las locuras.

Fue facilísimo perder a los novatos, decidió continuar esta nueva oportunidad en alguna isla griega frente a una botella de ouzo… pero la realidad es inclemente, apenas logró cruzar la frontera para buscar ser testigo protegido.

En tanto espera qué deciden para él, vomita la hamburguesa y las papitas.

T Perrín despertó atolondrado, el tablero a su izquierda y El Calavera hacia el sur, todo sigue igual: la dama blanca ataca a la negra. En una esquina yace el plato intocado de avena fría.

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Arturo Martinez Caceres

Arturo Martinez Caceres

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