POLÍTICA

Legislar jugando tómbola

Legislar jugando tómbola

Foto Copyright: lfmopinion.com

La ley no es una expresión aislada, ni puede ser tampoco retazos normativos agolpados a fuer de extorsiones encamadas con intereses mezquinos

Entre nuestros déficits abismales, el mayor es el de la legalidad.

La cultura de la legalidad brilla por su ausencia. En México la ley se hizo para violentarla. A nadie constriñe, a nadie espanta. Es burla y escarnio de todos.

Difícil remontar este déficit cuando la clase gobernante es la primera en menospreciar la ley.

Mercar acuerdos, pagar reformas con reformas, cobrar derrotas contra instituciones, sobrevivir partidariamente a cambio de dislates legislativos, caprichos políticos, chantajes impúdicos y necedades, no es necesariamente legislar. Tampoco es gobernar.

La ley no es una expresión aislada, ni puede ser tampoco retazos normativos agolpados a fuer de extorsiones encamadas con intereses mezquinos. La ley debe ser un cuerpo sistémico. Un edificio en donde cada uno de sus ladrillos, trabes y lozas tiene una fuerza funcional y hace plenamente vigente el todo en su conjunto.

Legislar al estilo tómbola, donde cada líder de partido saca un papelito y esa es la reforma que le toca, o elevar la cuota partidista a técnica legislativa, donde cada quien impone la ley de su interés, sin que a nadie importe su viabilidad y eficacia, es mostrar el menor de los respetos por la ley.

No dudo que haya quienes en su fuero interno estén convencidos de las bondades de las reformas que impulsaron en esta feria reformista del 2013. Tampoco que haya reformas necesarias y trascendentales. Lo que sí señalo es que la forma es fondo y el procesamiento de las reformas acreditó un absoluto desprecio a la ley y a las instituciones encargadas de procesarla.

De algo más adolecieron las reformas que habemus: de un discurso integrador que les dote de unidad, sentido y explicación, así como de columna ideológica que sustente su cuerpo normativo.

Argumentar que "así se pactó" es sustentar las reformas en el parto de los montes, en otras palabras, es no decir nada del contenido y sus propósitos, pero todo de la violación tumultuaria de la que es consecuencia.

Peor aún, en lugar del discurso orientador y conceptuoso de Reyes Heroles en 1977, hoy Cesar Camacho explica las reformas por las glándulas presidenciales: "Un país que durante muchos años esperó a un gobernante con suficientes agallas (…) como lo ha mostrado el Presidente de la República, Enrique Peña Nieto".

¿Qué decir frente a esta racionalidad de cantina?

¿Cómo esperar una deliberación pública documentada y de altura de cara a argumentos de Juan Charrasqueado?

¿Qué interlocución política podemos esperar con discursos glandulares?

Las reformas fueron presas de una comunicación partidocrática: intercambios de guiños, mensajes, arrumacos y pataletas propias de una democracia de opereta. A la vez, son botín de una comunicación de publicistas: pequeñas novelitas cursis que no explican nada, y lemas insulsos que dicen menos.

En abril del 77 daba inicio la reforma política de López Portillo. Reforma cuyo sentido y contenido quedaron olvidados en alguno de los tálamos donde nuestra partidocracia copula en la cúpula. Entonces Reyes Heroles sostenía: "Ni autoridad sin derecho, ni derecho sin autoridad (…) El derecho con autoridad y la autoridad precisamente con derecho garantizan que la intolerancia no se erija en sistema, que los conflictos no se conviertan en antagonismos irreductibles, que las contradicciones no nos lleven a una sociedad antagónica en sus bases y esencia."

La cita no es dominguera. Las reformas adolecieron de un consenso social. No digo que la mayoría de las encuestas no hayan mostrado la aquiescencia y hasta simpatía hacia ellas, pero sí que adolecieron de un esfuerzo didáctico y socializador que las dotaran de una base social convencida de su necesidad y asertividad.

En cambio tenemos unas reformas inexplicadas, desconocidas, sobrefestinadas y que, si bien generan un pequeño dejo de esperanza, vienen acompañadas de más dudas y temores, que de certezas.

Volviendo a Reyes Heroles, "autoridad con derechos y derecho con autoridad", ergo: legitimidad y eficacia.

La racionalidad de las agallas no da autoritas, esa deviene de la aceptación del gobernado de que el gobernante sabe lo que hace y hace lo correcto, de allí que lo que haga al mandato sea la obediencia. Obediencia convencida, no impuesta, así sea a golpe de pauta publicitaria.

Y el derecho sin autoridad es letra muerta. Gran parte de la reforma política, para ser puntual, carece de autoridad, además de consenso, lógica y explicación. Es hija del chantaje y del mercadeo, no del legislador. Poco vivirá.

Finalmente, toda reforma tiene su bautizo de fuego en la realidad. Esperemos que éstas, en palabras de Reyes Heroles, garanticen "que la intolerancia no se erija en sistema, que los conflictos no se conviertan en antagonismos irreductibles, que las contradicciones no nos lleven a una sociedad antagónica en sus bases y esencia."

Menospreciar la función legislativa es minusvaluar los efectos que las leyes tienen en la sociedad. En otras palabras, jugar con fuego.

#LFMOpinión
#Política
#Legisladores

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

Sigueme en: