POLÍTICA

Gatopardismo puro

Gatopardismo puro

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El chiste es que todo cambie, para que los partidos no cambien

El problema no son las instituciones, ni las leyes, ni los procedimientos; son los jugadores.

Ergo, el problema no es el IFE, ni los institutos estatales; son los partidos.

Ya podremos crear diez nuevos IFEs, hacer cien nuevos COFIPEs, violentar el pacto federal, prostituir los sistemas de representación política, gastar lo que no tenemos e inventar urnas inteligentes, que mientras nuestros partidos no cambien, nuestras miserias electorales no habrán de conocer fin.

Ya podrán traer seres extraterrestres a organizar los comicios, identificar al votante con lectura de su iris y hacerlo sufragar bajo prueba de polígrafo, que mientras padezcamos esta, ya insoportable, partidocracia, poco sabremos de normalidad democrática.

¿Qué hacer cuando el médico que diagnostica, receta, opera y trata es el verdadero enfermo y se rehúsa a aceptar que el mal está en él y no en el supuesto paciente?

¿Por qué hemos de beber sus malignos brebajes, cuando los que deben cambiar son ellos?

El planteamiento demanda una petición de principio: mientras sean los partidos quienes pacten las reglas del juego, nombren sus organizadores, designen árbitros y, finalmente, juzguen la calidad de nuestra democracia, no tenemos solución posible.

¿No resulta, cuando menos, extraño, que a más de veinte años de la creación del IFE y dos alternancias presidenciales e innúmeras locales sigamos discutiendo la conformación de órganos electorales, como si en ellos radicara el problema.

Cada vez que alguien empieza a entender su juego es tiempo de cambiar a ese alguien. Con cada elección tenemos que tener nuevos árbitros, o nuevas reglas, o nueva cancha, o nuevo algo. El chiste es que todo cambie, para que los partidos no cambien.

¿De qué sirve hacer un instituto nacional si los vicios de los actores partidarios son los mismos y mejorados?

¿Cinco o nueve santones en una mesa en el Distrito Federal van a poder controlar las mañas y corruptelas de quienes los nombraron? En otras palabras, ¿van a exorcizarse los usos y costumbres de nuestros partidos por sacar un libro del COFIPE y convertirlo en una ley de partidos, o mutar 32 organismos en uno solo?

¿Es ése realmente el problema de nuestra democracia?

¿La segunda vuelta no será una patraña más para perpetuar las campañas y, por ende, las prerrogativas y el financiamiento público? ¡Gran negocio!

¿La reelección legislativa no será la mejor manera de perpetuar a las Doñas y los Dones, ya de por sí perpetuos?

¿Sinceramente alguien cree que creando un Instituto Nacional de Elecciones los partidos van a cesar en sus mezquindades y corruptelas?

Hace más de veinte años que se creó el IFE y, sin embargo, seguimos atados a la misma yunta de crear y recrear un órgano electoral perfecto después de cada elección y de encontrar a los santones ideales.

Lo que nunca se ha puesto en tela de juicio es el comportamiento enfermizo de los partidos, sus dirigencias y candidatos.

No creo sinceramente que el problema sean los institutos electorales estatales, sino que nuestros partidos no soportan la madurez y participación ciudadana que, a su pesar, se ha ido consolidando a lo ancho y largo de la Nación y que cada vez les exige y les vigila más.

Por eso, desde la mesita por la que hoy gobiernan el País, inventaron la patraña de un instituto centralizado y centralista, para descuadernar, una vez más, el avance democrático de la verdadera participación ciudadana. Descoyuntemos cuanta organización electoral exista, una y otra vez, con cada elección y cuantas veces sea necesario, cual fieles Penélopes, para seguir medrando de la democracia y del pueblo.
Gatopardismo puro.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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