Ciencia o número

Esto de las consultas es tan viejo como demagógico. "Sálvate", le imploró Critón a Sócrates: "me temo, le argumentó, que muchas gentes (crean) que te he abandonado (…), que el pueblo jamás podrá persuadirse de que eres tú el que nos has querido salir de aquí cuando yo te he estrechado a hacerlo".

Huir, es lo que el alumno propone al maestro que ha sido condenado a morir al despuntar el día.

"Pero, mi querido Critón, le responde Sócrates, ¿debemos hacer tanto aprecio de la opinión del pueblo? ¿No basta que las personas más racionales, las únicas que debemos tener en cuenta, sepan de qué manera han pasado las cosas? (…) Ojalá, Critón, el pueblo fuera capaz de cometer los mayores males, porque de esa manera sería también capaz de hacer los más grandes bienes. Esto sería una gran fortuna, pero no puede ni lo uno ni lo otro; porque no depende de él hacer a los hombres sabios o insensatos. El pueblo juzga y obra a la aventura".

Sócrates entonces se plantea qué opiniones son las que hay que atender: "entre las opiniones de los hombres las hay dignas de la más alta estimación y otras que no merecen ninguna (…) ¿Un hombre que se ejercita en la gimnasia podrá ser alabado o reprendido por un cualquiera que llegue, o sólo por el que sea médico o maestro de gimnasia? ¿Debe ejercitarse, comer, beber, según le prescriba este maestro y no dejarse dirigir por el capricho de los demás? (…) ¿Pero si desobedeciendo a este maestro y despreciando sus atenciones y alabanzas, se deja seducir por las caricias y las alabanzas del pueblo y de los ignorantes, no le resultará mal?"

Y pregunta Sócrates: "si adoptando la opinión de los ignorantes destruimos en nosotros lo que sólo se conserva por un régimen sano y se corrompe por un mal régimen, ¿podremos vivir con esta parte de nosotros mismos así corrompida?"

Y en torno a lo justo o injusto de su sentencia arguye: "¿qué otra cosa son que consideraciones de ese vil populacho, que hace morir sin razón, y que sin razón quisiera luego hacer revivir, si le fuera posible?"

En la misma línea desarrollada en el Critón por Platón, encontramos en el Laques, del mismo autor, a dos grandes generales, Nicias y Laques, discutiendo sobre la mejor educación física y moral de los hijos, y arribando a posiciones encontradas, de suerte que preguntan a Sócrates por cuál de las dos posturas votaría. Éste contesta: "para juzgar bien, es preciso juzgar por la ciencia y no por el número (…) Por consiguiente, la primera cosa, que es preciso examinar, es si alguno de nosotros es persona entendida en la materia sobre que se va a deliberar, o si no lo es (…) No es poca toda prudencia en este negocio."

En este Diálogo, Sócrates (Platón) distingue entre el decir veraz en política y en lo técnico; en la primera basta el carácter de sufragante para expresar su posición a favor o en contra de una opinión o propuesta; en lo segundo se requieren conocimientos especializados, técnicos, y experiencia de similar calidad para poder sustentar, con competencia, una opinión fundada. La política y sus procedimientos sirven para dirimir posiciones de índole política, lo cual, por cierto, no les exime de razonamientos y juicios de valor, aunque la mayoría de las veces priven sobre ellos las emociones y la sinrazón. En la tekhne, en los asuntos de naturaleza técnica, el decir veraz exige conocimientos y experiencia; competencia en la materia que versen.

La democracia no es más que una formula imperfecta para determinar mayorías, pero hay asuntos donde la mayoría no debe contar. Ya lo hemos dicho a lo largos de incontables años: el general no puede poner a votación la estrategia de batalla, el maestro el temario del curso, ni el médico la técnica de operación. Hay cuestiones en donde el saber debe privar por sobre el número. Si Kennedy hubiese hecho una consulta tipo 4T a los norteamericanos sobre ir a la luna, sin duda hubiese ganado por abrumadora mayoría, pero seguirían sin llegar a la luna, porque no era asunto de popularidad, voluntarismo, coraje o emoción, sino de ciencia y saber.

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Más aún, cuando el número puede ser inducido por intereses políticos y armado, cuando no sometido, por estructuras afines y parciales.

Las consultas de la 4T derivan en dos tipos de perjuicios: por un lado, los costos directos sobre el objeto mismo de las consultas: cancelación del NAIM, decisión sobre obras de infraestructura y termoeléctrica en Morelos. Por otro, la vía democrática en sí, en tanto método para procesar decisiones. El riesgo es desprestigiar a tal grado la democracia por abusar de ella que termine reducida en hazmerreir generalizado, de suerte que cuando sea necesaria para dirimir quién debe gobernar se nos deshaga entre las manos.

El riesgo lo planteó Sócrates en su momento: destruir lo sano y corromper la forma de tomar decisiones democráticas, abriendo paso a la imposición y poner la vida en el humor de un populacho sediento de sangre por no saber identificar de dónde le nace tanto rencor y cómo procesarlo en virtud.



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