POLÍTICA

El pacto de la nueva metrópoli

El pacto de la nueva metrópoli

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Como si la independencia no hubiese sido para gobernarnos por nosotros mismos

La embestida tiene tufo de fascistoide. No es la única en estos días. Casas y oficinas de diputados apedreadas en Chihuahua y Baja California así lo acreditan.

A la que me refiero se basa en un supuesto cártel de Gobernadores en contra del Instituto Nacional Electoral (INE).

El término cártel lo dice todo. Estigma a Gobernadores, descalifica su postura y no acepta discusión alguna posible, a riesgo de ser incluido en la supuesta asociación delictuosa.

Supuestamente los perversos Gobernadores se asocian en crimen organizado para oponerse a la propuesta de centralizar la organización de las elecciones.

Sin embargo, los Gobernadores hacen lo correcto al oponerse a semejante despropósito y, además, están obligados a ello.

El derecho político, como el económico, se sustentan en la premisa que quienes tienen que decidir sobre la cosa pública y ver por el desarrollo económico son los miembros de la propia comunidad. Nadie va a hacer por ellos lo que les corresponde hacer.

Toca así a los tamaulipecos organizar sus elecciones y decidir en ellas. Decir que no es así, que la obligación es de los guanajuatenses, es una contradicción en sus términos y un absurdo.

Pero para los propulsores del INE los guerrerenses no son aptos para organizar sus elecciones. Tampoco los serían los chiapanecos, ni ninguna otra ciudadanía en los Estados que pasan, así, a ser considerados provincias o colonias.

Y ante tamaña ofensa, qué se espera que hagan los Gobernadores. Que callen, en acatamiento al Marques De la Croix redivivo en Gustavo Madero.

Como si la independencia no hubiese sido para gobernarnos por nosotros mismos.

Ahora sabemos, a más de 200 años de supuesta soberanía popular, que, según los dirigentes de los partidos sentados en una mesa de pactos políticos inconsultos, no es así. Las provincias no son capaces de organizar su vida interna y requieren que la metrópoli lo haga por ellas.
Importa poco que la metrópoli no sea la de la vieja monarquía española, la minoría de edad, la obligación de callar y obedecer y la fobia y desprecio por el pueblo son las mismas.

Lo peor es que venden su patraña como modernidad democrática.

¿Y qué deben hacer los Gobernadores? Callar a riesgo de ser tachados de antidemocráticos y de cártel. Actuar como Virreyes obligados a obedecer el capricho del derecho divino de los nuevos monarcas por pacto y no como representantes políticos de la soberanía inmanente en sus pueblos.

Los Gobernadores protestaron cumplir y hacer cumplir la Constitución General de la República y, siendo ésta aún federal, la de sus respectivos Estados, y ambas reconocen la soberanía de las entidades federadas sobre su régimen interior y, por ende, el derecho exclusivo de sus pueblos a organizar sus elecciones.

Que me perdonen los señores del pacto, pero defender el acuerdo federal, la soberanía ciudadana y el verdadero sistema democrático y representativo no es un delito. Es una obligación que constriñe a los Gobernadores.

Mal haría un Gobernador en apoyar la castración de la soberanía de sus ciudadanos en una regresión histórica y política como lo es la aberración que se propone.

Es ya acuerdo político en la mesa del Pacto, nos dicen. Y preguntamos: ¿Pueden tres o cinco personas, por más importante que sea la mesa en que se sientan, ir en contra de la razón misma de la democracia? ¿Hay ciudadanos de primera y de segunda? ¿Por qué unos cuantos sí están aptos y son confiables y la inmensa mayoría de los ciudadanos de la República no? ¿Desde cuándo el lugar de nacimiento infama y castra? ¿En qué se diferencia esta metrópoli electorera de la de la Colonia?

La simple propuesta del INE ofende a los mexicanos de todos los Estados. Es una contradicción, un capricho y una absurda necedad.
Será un conflicto.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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