POLÍTICA

¿Quién es quién en Michoacán?

¿Quién es quién en Michoacán?

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La facultad constitucional es para "declarar” que han desaparecidos los poderes, cuando ello acontezca; no para "desaparecer” poderes

Nuestros sedicentes políticos o tienen desconectados algunos cables en el cerebro o les gusta escupir al cielo.

El turno tocó ahora a la inefable Cocoa Calderón y al triste y deslavado Gil Zuarth. Ambos, desde su sitial calderonista, rasgaron sus vestiduras exigiendo la desaparición de poderes en Michoacán.

Doña Cocoa, enferma del alma, según afirma Vallejo y prueba su propio proceder, aprovechó la embestida para decir que dicen que un hijo de Vallejo tiene relaciones con el narcotráfico. No les bastó el ridículo del michoacanazo ni el rechazó electoral a su campaña política al gobierno de Michoacán basada en el mismo y miserable estratagema de acusar al adversario de delincuencia organizada.

Nuestros sedicentes políticos, en su cortoplacismo electorero y mezquino, no alcanzan a ver que los ataques a sus adversarios los alcanzan a ellos en el desprestigio absoluto que hacen de la política y de los políticos. Y luego se sorprenden cuando pierden elecciones y la opinión pública califica su actuación con números negativos.

En su demanda de desaparición de poderes, ni la hermana ni el escudero alcanzan a ver que los argumentos de ineficiencia que enderezan contra Vallejo pueden ser igualmente utilizados para calificar el desempeño del hermano y jefe en la Presidencia de la República. Pero qué más da, lo importante es aprovechar la oportunidad mediática para hacerse presente, dañar al adversario y congraciarse con el líder. Michoacán es lo último que les importa. Echemos el hígado por delante, signo de la casa, aunque sembremos tempestades.

En su fuero interno saben, porque lo aprendieron con y por Calderón, que lo que se requiere es unidad y coordinación de fuerzas; que las denuncias sin fundamento y con aliento electorero no sirven más que para hacer ruido. Pero qué se le puede pedir a quién sólo sabe hacer ruido.

Lo peor, sin embargo, es que ambos senadores cometen un engaño de lesa patria. Ellos saben que la facultad constitucional del Senado es para el caso de que, una vez que hayan desaparecido los poderes constitucionales en un Estado, se declare llegado el momento de nombrar un Gobernador Provisional que convoque a elecciones, no para desaparecer poderes.

La facultad constitucional es para "declarar" que han desaparecidos los poderes, cuando ello acontezca; no para "desaparecer" poderes.

El Senado no puede desaparecer a petición de parte interesada poderes en Estado ninguno. Sería un golpe de Estado, una ruptura del orden constitucional, un ataque a las instituciones, un golpe a la soberanía de los estados en su orden interno, una violación al pacto federal y una negación al mandato democrático ciudadano.

Que quien lo pida sea Senadora de ese Estado, candidata perdedora de la elección que hoy quiere desconocer y hermana de un Presidente que tiene mucho que ver con la violencia que priva en esa entidad, además de acusar temeraria y permanentemente a gobierno, adversarios y sus familiares de nexos con el narcotráfico, explican el exabrupto de Vallejo al calificarla, con toda razón, de miserable.

La opinocracia, más acostumbrada a ser montada por las circunstancias que a analizarlas, discutió con pasión y enjundia la procedencia de la desaparición de poderes en Michoacán. ¡Vive Dios! Bastaba leer el texto constitucional, pero prefirieron colgarse de la liana que les soltaron dos conspicuos calderonistas con interés directo y electorero en el asunto, en vez de ver el panorama michoacano y los alcances del Senado en esta materia.

La experiencia muestra que no se puede cambiar de montura en medio del río. No se requiere ir muy lejos, los acontecimientos en Michoacán obedecen en parte al cambio de gobernadores debido a la enfermedad de Vallejo. Aprovechando estos movimientos, el crimen organizado hizo acto de presencia con ataques coordinados a instalaciones estratégicas y altamente mediáticas. Alguien quería tirar la silla en la que, aún convaleciente, se sentaba Vallejo y dos Senadores, una de ellos de Michoacán y, repito, porque no es menor el dato, con resabios calderonistas de una reciente y familiar derrota electoral, se suman oportuna y febrilmente a la envestida para tirarlo.

Solicitan desaparecer poderes constituidos que, a pesar de sus rabietas, no han desaparecido y que están bajo furibundo ataque.

¿No sería lo lógico, lo prudente y aconsejable, sumar esfuerzos para sostener los poderes constitucionales en su lucha contra el crimen organizado, en vez de sumarse a los ataques de aquél para desaparecerlos?

En esta lógica y con los hechos objetivos sobre la mesa sólo cabe preguntar: ¿quién alinea con los intereses del crimen organizado: los que quieren desaparecer las instituciones o quienes luchan por conservarlas?

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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