POLÍTICA

Quetzalcóatl, to be or not to be

Quetzalcóatl, to be or not to be

Foto Copyright: lfmopinion.com

No basta con representar el regreso de Quetzalcóatl para ser y hacer como él

Representar el regreso de Quetzalcóatl no basta para ser Quetzalcóatl y hacer como él.

En su novela Ellos Vienen, López Portillo destaca los juegos del azar y el destino que viven Moctezuma y Cortés durante la Conquista de la Gran Tenochtitlán. En el drama de ambos personajes terminan por imponerse dos actitudes vitales. Moctezuma se entrega al pasmo, al miedo y a la fatalidad. Cortés, por su lado, se apodera de la acción y el arrojo. El primero se somete a la profecía del regreso de Quetzalcóatl. El segundo se hace de la profecía y la cumple a su manera y beneficio.

El Gran Señor Mexica es presa de sus miedos y el destino. Cortés apuesta contra el azar a vencer o morir: da con sus naves al través, se previene contra la furia de Velázquez constituyendo un municipio y enviando una embajada al Rey, se interna en el continente contra un Imperio con sólo 15 caballos y 400 soldados de infantería, estudia al enemigo, pacta con los adversarios de éste y da muestras sanguinarias de su capacidad de destrucción en Cholula.

Uno tenía todo el poder y todo el miedo; otro sed insaciable del primero y desprecio por el segundo.

Cortés asumió el papel principal en el regreso esperado de Quetzalcóatl. La profecía sin duda le ayudó. Pero no fue suficiente. Requirió de una determinación suicida y de una acción aún más arriesgada.

No es, pues, sólo el azar y el destino. Tal es el mensaje de la novela. Menester es la voluntad, la paciencia, el sacrificio, la organización y el tiempo.

A Fox, por ejemplo, las cosas se le dieron por azar y destino. Por supuesto las desaprovechó en toda la línea. Su caso es excepcional, llegó por hartazgo ciudadano y el pacto Clinton-Zedillo. Ya en el poder le ayudaron el precio del petróleo, las remesas de los migrantes y la estabilidad económica heredada por su antecesor. Así, a pesar de él mismo, de las desmesuras de su pareja y las corruptelas de los hijitos de ésta, logró llegar al final sin mayores crisis, aunque sí con gravosas herencias y descréditos.

Pero la constante en política no suele ser un paseo por el parque, antes bien, es un viaje al infierno.

Peña Nieto puede dar pruebas de ello. No sólo la naturaleza se ha cebado inmisericorde sobre población y territorio, sino que las cosas no le han salido como hubiese querido ni a la velocidad deseada.

El equipo ni es equipo ni ha dado el ancho. Los goles llegan a la portería uno tras otro y no basta con ser ampliamente popular. Juan Gabriel y Luis Miguel son muy populares y nadie les confiaría el gobernalle de barco cualesquiera.

Encarcelar a la Maestra y sacar la reforma educativa, acciones a las que no les resto mérito alguno, sin descabezar a la CNTE ni construir un liderazgo fuerte en el SNTE, ha devenido en una manifestación constante y creciente en número, agresividad y geografía.

La economía nomás no da, el empleo no surge, la naturaleza se ensaña, los gobernadores no atan una agujeta, muchos Secretarios de Estado brillan por su ausencia, la seguridad no logra instalarse en nuestras vidas, los frentes abiertos son muchos, los enanos de la nave llamada Pacto le crecieron y le salieron más voraces que bonitos, la ciudadanía desespera y la inversión voltea hacia otros horizontes.

Peña Nieto, mutatis mutandi, encarna el regreso de Quetzalcóatl. Al menos vendió que él sí sabía qué y cómo hacer gobierno.

Es cierto, no le ha tocado fácil. Pero no todos tienen la suerte de Fox. El verdadero estadista suele ser hijo de la adversidad.

Por eso no basta con representar el regreso de Quetzalcóatl para ser y hacer como él. La posibilidad, como en Hamlet, se mantiene accesible: To be or not to be.

#LFMOpinión
#Poítica
#Gobierno
#CNTE
#SNTE

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

Sigueme en: