POLÍTICA

Voto ¿libre?

Voto ¿libre?

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Nuestra democracia es hija de arreglos cupulares entre un régimen otrora hegemónico y unos partidos originalmente endémicos y ahora, además, trúhanes

El voto es libre. Al menos así reza uno de los principios torales de la democracia.

Este principio, ¿priva en México?

Si los mexicanos decidiéramos votar en un 90% en favor de un partido para integrar la Cámara de Diputados, no podríamos hacerlo, porque nuestra partidocracia ha determinado que, con independencia a la voluntad popular, esto no es democrático.

Por encima del mandato popular, nuestros partidos han legislado que cualquier porcentaje superior al 60 por ciento de los votos no debe ser tomado en cuenta y, en contrapartida, los votos así adquiridos debe asignarse a ¡otros partidos!

Como lo lee, en México ganar muchos votos o muchos distritos es castigado severamente por la ley.

Los partidos salen a las elecciones a perder un número significativo de distritos. Por supuesto no lo confiesan a los incautos candidatos que prestan su nombre y prestigio para engrosar la votación que servirá para llevar a las dirigencias partidistas, vía la Representación Proporcional, a las Cámaras, pero saben bien qué, dónde y hasta cuánto perder.

Este comportamiento manido, parte de haber arribado a la democracia plural sin necesidad de acudir al pueblo ni de empoderarlo. Nuestra democracia es hija de arreglos cupulares entre un régimen otrora hegemónico y unos partidos originalmente endémicos y ahora, además, trúhanes.

La democracia se construye de abajo hacia arriba y de la periferia al centro. Es la sumatoria de todas las partes constituidas en sus méritos. En México, sin embargo, no es así. La democracia es un arreglo prefijado e impuesto cupularmente en la ley. No es mandato popular, es "pacto" en el poder. El voto en México es coartada y enmascaramiento de pactos palaciegos.

Históricamente partimos al revés, la democracia no fue conquista ciudadana sino, primero, graciosa dádiva, y, hoy, voraz e interminable extorsión.

Empezamos por los diputados de minoría para taparle el ojo al macho a la crítica internacional. Vinieron después los diputados de Representación Proporcional. Llegados éstos, las oposiciones duplicaron en la mesa su número de 100 a 200. No fue necesario acudir al pueblo, bastó doblegar al gobierno.

No conformes, conculcaron el voto ciudadano sobre las listas plurinominales. Hoy nadie vota por ellas, en abierta violación a la Constitución.

Como eso nos les llenó el buche, nos coartaron nuestra libertad de voto hasta un 60% por un mismo partido. Todo voto adicional se entrega a otro partido, sin importar su votación. ¡Vaya democracia!

Vendrían luego los senadores de Primera Minoría. Sin depositarse un voto en las urnas, las oposiciones obtuvieron del poder, en la mesa de una reforma electorera, una tercera parte del Senado. No les fue suficiente. Inventaron entonces la aberración constitucional de los senadores de Representación Proporcional. Para qué esforzarse en ganar elecciones, duplicamos el número de senadores y la mitad nos los repartimos entre todos.

En ningún caso se acudió al pueblo para construir este entramado de poder. Bastaron acuerdos cupulares y copulares. Repartos en lo oscurito. Arreglos sobre y contra la libertad del voto y la soberanía popular.

Ahora nos imponen una cuota de género al 50-50. Tu voto es libre siempre y cuando votes en un 50% a favor de mujeres y en otro a favor de hombres.

Tu libertad de voto llega hasta el 50% por un mismo género.

Y semejante barbaridad e imposición se aplaude como logro democrático. ¡Vive Dios!

Sé bien que no hay libertades absolutas, pero una cosa es regular una libertad y otra es secuestrarla en favor del regulador.

¿La cuota de género vale más que la libertad del voto?

¿Hay democracia con cuotas prefijadas por las cúpulas en la ley?

¿Es democracia esto que hemos construido o es partidocracia?

¿Es mi voto soberano, o es sólo comparsa de un baile de partidos?

PS.- Si en México la democracia se construyese de abajo hacia arriba y no en "Pactos", no hubiese conservador trasnochado que propusiera un Supremo Poder Conservador redivivo en un Instituto Nacional Electoral, ni mesa que procesase tamaño despropósito.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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