POLÍTICA

Lo que Madero no dice

Lo que Madero no dice

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Lo que Madero no explicita en su discurso es que no confía en los mexicanos porque para él y su claque no somos aptos para la democracia

Hay afirmaciones implícitas que jamás se dicen. Tal es el caso de Madero y su Instituto Nacional Electoral.

Lo que Madero no explicita en su discurso es que no confía en los mexicanos porque para él y su claque no somos aptos para la democracia.

En un país de casi 119 millones de habitantes, sólo un puñado de arcángeles contado con los dedos de las santas manos de los dirigentes de tres partidos son capaces de recibir y contar los votos.

El mexicano para Madero, democráticamente hablando, es un menor de edad que requiere que otros ejerzan sobre él la patria potestad, o es un incapaz que requiere interdicción, o un corrupto que merece la privación de sus derechos. Ciudadanía y mexicanidad, a los ojos de Madero, son incompatibles. Democracia y mexicano, para él, son como agua y aceite.

Madero no dice que para él y su partido la democracia no puede ser el gobierno por el pueblo, porque desconfía, si no es que odia, a ese pueblo.

El pueblo no puede ser garante ni parte de la elección. Tal es el mensaje de Madero implícito en su propuesta de un Instituto Nacional Electoral. Ni los Estados de la República, ni sus ciudadanos son capaces ni confiables para elegir a sus gobiernos y representación política. Requieren del tutelaje central y centralista de los partidos organizados en un órgano constituido por cuotas pactadas en acuerdos palaciegos. Tal es la democracia para Madero.

¿Cómo dejar en manos del pueblo la organización de las elecciones? ¿A quién se le ocurre que los mexicanos de Sonora, o de Tlaxcala, o de Yucatán, entidades que son o fueron gobernadas por panistas, puedan recibir y contar los votos? Tal es el mensaje no verbalizado del Presidente del PAN.

El mexicano, pues, según Madero, ni es capaz, ni es confiable para construir la democracia. Requiere de niñeras ciudadanizadas y, además, centralistas.

Por eso inventaron la ciudadanización, la patraña más grande después del Chupacabras, para vendernos otra aún mayor: Fox.

Sólo Creel o Molinar son capaces de organizar elecciones confiables. El guerrerense o el tamaulipeco o cualesquier otro mexicano no son confiables para Madero. Para él y sus cuates existe una ciudadanía incapaz y no confiable democráticamente hablando, la de Juan Pueblo; y ciudadanos ciudadanizados, únicos aptos y honestos para la democracia, los creeles y los molinares.

¿Y quién escoge a los ciudadanos ciudadanizados? Los partidos.

Eso es partidocracia, no democracia.

Miente Madero al argumentar ahorro de recursos, eficiencia en la organización y eficacia en la operación. Para él los Estados de la República, entendidos éstos como el pueblo en movimiento, no son aptos, ni confiables para ejercer soberanía sobre su régimen interno, tal y como lo consagra el pacto federal hecho Constitución.

Pero a Madero el pacto federal y el constitucional lo tienen sin cuidado. Para él el único pacto que vale es en el que él impone sus caprichos por sobre la soberanía ciudadana y la de los Estados en sus regímenes interiores.

Pero que nadie se llame a sorpresa, Madero representa al PAN que no considera a las mujeres aptas para decidir sobre su cuerpo, al PAN que protege del fisco las grandes ganancias empresariales, al PAN de los negocios en PEMEX, al de la estela del Bicentenario, al de los Bribiesca, al partido confesional que niega la libertad de credos y la laicidad del Estado.

Para Madero la democracia no sólo no es el gobierno "por el pueblo", sino tampoco debe ser el gobierno "para el pueblo", por eso es que hay que quitarlo de en medio. Estorba.

Pocas veces en la historia de México unas reformas electorales han estado tan ajenas, contrarias y a contrapelo de la realidad nacional, como las que ahora cocinan los dirigentes de tres partidos.

Pero qué más da, si en la mesa del "Pacto" la soberanía nacional es rehén de las voracidades y ocurrencias de nuestra partidocracia. En ella se pueden trastocar principios esenciales de la democracia, como la libertad del voto, imponiéndole cuotas y repartos, o la participación activa del pueblo en la organización electoral y conculcar la soberanía de los Estados federados y, antes que ella, la de sus ciudadanos, centralizando la democracia en un Supremo Poder Conservador Electoral.

En el fondo, lo que Madero no dice es que preferiría buscar a algún descendiente lejano de Maximiliano que viniera a hacerse cargo nuevamente del País. Eso sí lo dejaría satisfecho y tranquilo.

Para mí, quien no es apto para la democracia -ni para México- es el mismísimo Señor Madero.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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