POLÍTICA

Cuota, ni democracia, ni equidad

Cuota, ni democracia, ni equidad

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Cuando el principio elemental –sine qua non- de la democracia no es ya ni siquiera una excepción a la cuota de género, estamos ante cualquier cosa, excepto una democracia.

Cuota por sobre mandato popular. Cuota aunque se caigan los cielos.

Democracia solía ser lo que decidiera la mayoría. En tanto que la cuota de género -algo muy distante a la equidad de género- es que las mujeres, por serlo, ocupen un porcentaje determinado de cargos públicos.

El Presidente puede comprometer el 100 por ciento de los cargos de la administración pública federal a las mujeres, si así le place o le conviene. Nótese, sin embargo, que en su Gabinete solo 3 de 21 secretarías, 14%, son encabezadas por mujeres.

Lo que no puede hacer Peña Nieto es garantizarles un porcentaje determinado de sitiales en el Congreso porque él no es el único que vota.

En otras palabras, ni el Presidente ni el Congreso pueden decidir en la ley lo que sólo el voto ciudadano puede determinar en las urnas. Al menos, eso es lo que dice la democracia.

Los partidos están obligados a regir su vida bajo principios democráticos y la cuota de género es una contradicción en sus términos al principio de mayoría.

Veamos primero la parte interna. Bajo el esquema de cuota de género propuesto por Peña Nieto, cada partido deberá postular mujeres en el 50% de los distritos y entidades. Pero por mandato constitucional los partidos deben postular a sus candidatos por métodos democráticos. Ahora bien, pongamos que en un distrito no se registra ninguna mujer a contender en un proceso interno para postulación de candidatos y que democráticamente se elige a un varón. No obstante ello, por la cuota de género, el candidato ganador deberá ser substituido por una mujer que ni siquiera contendió en el proceso interno. ¿Dónde quedó la democracia interna?

Pasemos ahora al ámbito constitucional. Una vez realizadas las elecciones, la ciudadanía elige a la Cámara de Diputados un 55% de hombres y un 45% de mujeres, pero como esta decisión soberana y democrática no cumple con la cuota de género, un 5% de diputados deberán ser defenestrado en favor de mujeres que no ganaron y que, quizás, ni siquiera fueron candidatas.

¿Quién decide quién debe ceder su diputación, cómo se determina cuáles mujeres deben substituirlos? ¿Dónde queda el voto ciudadano? ¿Es esto democrático?

La propuesta de Peña Nieto es inviable bajo el sistema de mayoría relativa por una simple y sencilla razón, porque en este sistema gana, sin importar cuál sea su género, quien obtenga mayoría de votos.

Quizás Peña Nieto nos anuncia que el sistema de mayoría desaparecerá de nuestra representación política para integrarse totalmente bajo la representación proporcional.

Este cambio, de darse, resolvería tan solo la primera parte de la ecuación, la integración de listas de candidatos a 50% de cada género, pero no la
otra, la composición de las Cámaras a 50-50, porque el voto es libre hasta del mismo género.

No dudo que los genios que han hecho de nuestra legislación electoral un mazacote esquizofrénico, paranoico e inoperante hagan una más de sus mamarrachadas.

Podrán hacer lo que quieran, pero que no nos vengan a decir que es democracia.

En una democracia el voto ciudadano decide cómo se integran las representaciones políticas. Prefijarlo por género en la ley y comprometerlo desde el gobierno es todo menos democracia.

Finalmente, aunque les pese, les punce y les dé comezón, cuota no es democracia ni es equidad, antes bien es su negación; es reparto cupular de poder sin consultar al pueblo ni dar a cada quien lo que merece. Peña Nieto y las "cuoteras" festejaban el 50-50 mientras en Tehuacán, Puebla, una mujer, a quien las cuotas electoreras no benefician, daba a luz a la puerta de un hospital público que se negó a atenderla. Esa es la realidad de la mujer mexicana, no las cuotas de poder.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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