POLÍTICA

Medrar contra la naturaleza

Medrar contra la naturaleza

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Todas las obras tienen historia, tuvieron permiso, fueron construidas por alguien, alguna autoridad debió supervisarlas, muchos ganaron -y mucho- con ellas. ¿Quiénes son los responsables ahora que la naturaleza nos recordó su irresponsabilidad?

No es que quiera pasarme de necio, pero existen ángulos que no debemos dejar de lado después de los desastres naturales.

Contra la naturaleza es poco lo que podemos hacer, pero contra el abuso y la corrupción sí es mucho lo que estamos obligados a hacer.

Me explico: si un ciclón desbasta una región o un terremoto se ensaña contra nuestras construcciones, no queda más que prever y, llegado el caso, reconstruir. Pero si la avaricia e irresponsabilidad de líderes, tipo Bejarano, llevan a la gente a asentarse en lugares de alto riesgo, y la autoridad, por interés electoral o por pusilanimidad, los deja asentarse, no queda más que esperar un desastre de enormes consecuencias. Contra lo primero podemos prepararnos, contra lo segundo no queda más que esperar a que el desastre ocurra y, tal vez algún día, castigar a los responsables.

No existe manera que la Carretera del Sol pueda vivir sin permanentes y onerosas reconstrucciones. No por las lluvias, sino por problemas de diseño y construcción.

No existe otra alternativa más que la destrucción de todo aquello que hemos dejado que se asiente en el cauce de nuestras cuencas naturales.

Tarde o temprano, Chalco y Chimalhuacán quedarán bajo el agua, porque esa es su vocación.

Mientras no respetemos la naturaleza, ésta seguirá ensañándose contra nuestra necedad.

En tanto líderes y autoridades corruptas sigan dejando que gente se asiente en lugares que se inundan, o que son de alto riesgo por temblor o porque están en el lecho de ríos, no habrá año en que no tengamos que lamentar destrozos como los que sufrimos constantemente.

El problema no es únicamente no volver a construir donde la naturaleza ya nos dijo no hacerlo, sino de castigar a quien así lo permitió. Al líder que medra con la necesidad y pobreza de la gente, al gobernante que con tal de ganar el aplauso fácil regulariza la tenencia de la tierra en zonas de alto riesgo, el empresario que construye cascarones del tamaño de un closet y las vende como casas en lugares inaccesibles o prohibidos.

El Gobernante y el constructor que hacen medro político y económico con obras mal diseñadas, peor ejecutadas y ampliamente cacareadas.

Aeropuertos que se inundan o en zona de neblina, carreteras en permanente reconstrucción, colonias populares en lechos de ríos, grandes condominios en cuencas peligrosas, ciudades enteras en zonas de inundación. Y ni un solo responsable público o privado en la cárcel.

Cuando las obras se entregan se agolpan y patean en las espinillas por salir en la foto. Cuando las malas obras cobran vidas y se convierten en ruinas y desolación, nadie que asuma la responsabilidad, ningún culpable, nadie tras las rejas.

Todas las obras tienen historia, tuvieron permiso, fueron construidas por alguien, alguna autoridad debió supervisarlas, muchos ganaron -y mucho- con ellas. ¿Quiénes son los responsables ahora que la naturaleza nos recordó su irresponsabilidad? ¿Cuándo veremos a alguien en la cárcel por medrar contra la naturaleza?

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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