POLÍTICA

Transigir

Transigir

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Cuando las armas nacionales pueden ser secuestradas por cualesquiera dentro del territorio mexicano, los conceptos de Nación y soberanía son solo ruido; y el Estado, que únicamente se explica y justifica por ellos, una entelequia y burla

¿Y quién se alarma? Nadie.

¿Por qué? ¿Para qué?

Si ello no es prueba fehaciente de nuestra alienación ciudadana, nada más podrá serlo.

Nuestra desaprehensión a la Cosa Pública nos llevó a observar con indolencia la proliferación de grupos armados embozados en defensores comunitarios.

Fieles a nuestra adicción al espectáculo y al escándalo (fundidos ambos en mediático y férreo abrazo), atendimos al pleito de cantina entre Beltrones y Aguirre Rivero; pero nadie prestó atención al reclamo del Diputado sobre la amenaza inminente que estos grupos representan a la seguridad nacional y al Estado de Derecho. El manazo enviado desde Europa por Peña Nieto, buscó no alborotar el -de suyo- desacorde y faccioso gallinero del Pacto.

Calladitos, pues, observamos cómo estos grupos armados marchaban fuera de sus comunidades, portaban armas de uso exclusivo del Ejército Nacional y privaban de su libertad a ciudadanos y funcionarios públicos.

Calladitos también observaban la ausencia del Estado, quienes instrumentan con meticulosidad de relojero las acciones de estos grupos paramilitares. Su siguiente paso fue secuestrar a un destacamento del Ejército Nacional. Por respuesta encontraron la velocidad del rayo con que los órganos de Estado encargados de hacer prevalecer la Constitución, acudieron a negociarla.

Cuando gobernar se reduce a transigir, no se gobierna, se es gobernado.

Cuando las armas nacionales pueden ser secuestradas por cualesquiera dentro del territorio mexicano, los conceptos de Nación y soberanía son solo ruido; y el Estado, que únicamente se explica y justifica por ellos, una entelequia y burla.

Ahora en Guerrero fueron secuestrados cien militares debidamente pertrechados. Los acusaban de desarmar a personas que portaban armas prohibidas por la ley. Pero el evento significó el bloqueo simultáneo de cinco cruces carreteros y el secuestro, también, de los funcionarios urgidos de seguir trapeando su incompetencia con la Constitución que juraron cumplir y hacer cumplir.

Consejos comunitarios en Michoacán expulsaron de "su territorio" a policías estatales y federales, así como a agentes del Ministerio Público. Mañana expulsarán al Gobernador y al Presidente, si osan mancillar "su soberanía".

En Papalotla, Tlaxcala, brinca otro grupo paramilitar embozado en autodefensa.

Pero que nadie se altere, el Secretario de Gobernación ya pactó recibir a los secuestradores del Ejército Mexicano en una mesa de negociación.

Ya llegaron a donde querían. Nunca fueron defensores comunitarios y jamás les han importado las comunidades que utilizan de escudo humano y garlito político; pero ya son interlocutores a nivel nacional, quienesquiera que sean.

¿Y qué van a negociar? ¿La ley que prohíbe la portación de armas de uso exclusivo del Ejército? ¿La existencia de las fuerzas del orden público? ¿La extraterritorialidad de sus acciones? ¿La impunidad? ¿Las reformas estructurales? ¿Las elecciones? ¿México?

¿Qué queda después de que estos angelitos manden a volar al Secretario de Gobernación? Que lo harán a la primera de cambios. No queda más que el Presidente de la República.

Algo que debió atenderse y resolverse conforme a derecho en el ámbito local, y mantenerse allí, ya está en la antesala de Peña Nieto. ¡Enhorabuena!

Aguirre Rivero debe estar de fiesta. El problema ya no es suyo y lo revienta, además, en las máximas instancias federales en el preludio de las grandes reformas estructurales que, sin la ayuda del Gobernador guerrerense, ya están casi descarriladas por los integrantes del Pacto.
Peña Nieto debe de estar dándose topes contra la pared por haber parado a Manlio cuando reclamó a Aguirre Rivero cumpliera sus obligaciones como Gobernador.

Mañana veremos a las guardias comunitarias marchando con sus pertrechos militares por la Ciudad de México. Que nadie se sorprenda si en lugar de dirigirse a Gobernación, deciden tomar Palacio Nacional. Total, qué tanto es tantito cuando gobernar es transigir.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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