POLÍTICA

Fotografía vs eficacia

Fotografía vs eficacia

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Lo que no tienen los Senadores es su tarea hecha. ¿Por qué?

No contentos con hacerle el feo al período extraordinario convocado para el mes de julio, los Senadores, en voz del ínclito Barbosa, proponen un segundo período extraordinario en agosto.

La verdad suena a burla y escarnio.

En conferencia conjunta, los líderes de las fracciones parlamentarias más numerosas de ambas Cámaras anunciaron su acuerdo para celebrar un período extraordinario en julio. Después de las elecciones, dijeron, para estar acordes a la locura de someter toda agenda y acción a los chantajes electorales.

Y, fieles a sus tiempos, aunque no a sus palabras, los Senadores, pasadas las elecciones, dijeron que siempre no. Que no había materia para llevarlo a cabo.

En Twitter el Senador Lozano me dijo, en un primer momento, que los diputados no podían imponerle la agenda al Senado y, en uno segundo, que el período extraordinario era una trampa y que no tenía contenido.

Otorgándole el beneficio de la duda, me pregunto: ¿Y cuándo los líderes senatoriales lo anunciaron con bombo y platillo, ya existía la imposición, porque era entonces el momento de denunciarla y desligarse; o es que jugaron al consenso y la colaboración para no perder cara ante los electores? Y si nunca hubo materia y todo era una trampa, ¿por qué no lo denunciaron en su momento?

Puedo entender que los asuntos a ventilarse en este período extraordinario por la Cámara de Diputados sean terminales, es decir, de Cámara revisora, o bien, sean de su exclusiva competencia, pero, ¿por qué el Senado no sumó a la agenda legislativa asuntos a su cargo? Beltrones sostiene que en la panza de las Comisiones senatoriales duermen la paz de los sepulcros 78 minutas pendientes de dictamen, remitidas por la colegisladora como Cámara de origen. Así que trabajo sí tienen y mucho. Pareciera que lo que no tienen los Senadores es su tarea hecha. Y debe ser difícil tenerla cuando han ocupado su tiempo en torpedear al Pacto, a sus dirigencias y a sus consensos; cuando riñen por oficinas -incluso con Ministerios Públicos- chequeras y estatutos; y cuando aplican su tiempo a apoyar campañas electorales.

Me pregunto: ¿qué tiene que hacer un Senador (para el caso, todos los Senadores) en procesos electorales locales?

Partamos de un hecho incontrovertible: los Senadores fueron electos para legislar. Para eso pidieron el voto ciudadano, para ello se les pagan sus dietas y cuentan con pingües presupuestos no auditados por fracción legislativa.

En ninguna de sus atribuciones constitucionales está la de andar de damas de campaña de los candidatos de sus Partidos.

Pero si, además de sus pleitos de cantina internos y sus desfiguros externos, andan de campaña, es imposible que puedan cumplir su cometido constitucional y político de legislar.

Y claro, no hay materia, aunque sí pendientes, y muchos, para poder llevar a un período extraordinario en julio.

Ahora bien, si no lo hay en julio, ¿qué le hace pensar a Barbosa que lo habrá en agosto?

Antaño, las crónicas parlamentarias daban cuenta del quehacer legislativo en Comisiones y Pleno, de grandes piezas oratorias y de enconados debates; ahora, cual nota de sociales, las crónicas legislativas, al menos de la Cámara de Senadores, cubren sobremesas en mangas de camisa y paseos vespertinos por la Alameda de sus líderes de fracción que, siempre sonrientes, pretenden vendernos que trabajan, acuerdan y resuelven ingentes problemas.

La realidad, sin embargo, los desmiente y los hechos hablan por sí solos. Sus comidas solo sirven para la fotografía y porque sus resultados solo son desencuentros y dilapidación de nuestro tiempo, dinero y mandato.

Menos comidas, menos campañas, menos pleitos intestinos y más efectividad legislativa y respeto a su investidura.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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