PARRESHÍA

Gobierno desmandado

Gobierno desmandado

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Difícil deliberación política.

Morena acredita lo dicho por Downs: "Los partidos desarrollan políticas para ganar elecciones; no ganan las elecciones para desarrollar una política".

En otras palabras, la diversidad, descontextualización, atropellamiento e inconexo de la diarrea de anuncios cotidianos del presidente López Obrador no hablan de un proyecto de Nación, cuanto de un proyecto electoral que ganó elecciones sin más propósito ulterior que volverlas a ganar.

Pero a los gobiernos se les juzga por sus resultados y, también, por su clima.

Todo gobierno se desarrolla inmerso en un conjunto de ambientes interrelacionados y cambiantes. Existe en una multiplicidad de relaciones con su entorno y sus capacidades dependen de sus fortalezas y debilidades en ellas.

Dos son los extremos posibles en las relaciones gobierno-entorno: dominio y adaptación. Cuando el gobierno está muy fuerte puede dominar los ambientes e imponer sus proyectos; cuando no, procede adaptarse a ellos y jugar sus posibilidades. En la realidad se da una mezcla inestable de relaciones de dominio y adaptación: en algunos ámbitos se puede ir de influenciar a imponer; en otros de convivir a adaptarse; el tiempo en el poder, además, desgasta irremisiblemente; de allí que se juegue siempre con estrategias y tácticas diferenciadas de dominio y adaptación en un circuito de ambientes siempre cambiantes.

La incertidumbre ambiental es siempre un riesgo a considerar para evitar sorpresas; no pocas veces, buscando paliar la incertidumbre se dispara una mayor. Una mala lectura de las incertidumbres y de las propias fortalezas suelen hacer la crisis perfecta.

La realidad y la lógica muestran que no existe gobierno que pueda controlar todos los escenarios al mismo tiempo. Por igual, que más temprano que tarde llega el momento de levantar varas en lugar de echar cuetes.

Una forma de paliar la incertidumbre es controlando y administrando los incentivos, sobre todo en situaciones donde la participación es voluntaria, es decir, no sujeta a coerción. Ello explica la voracidad casi maniaca por concentrar y controlar todo tipo de apoyos directos al ciudadano, de suerte de ejercer sobre ellos una presión personalizada -sin intermediarios, se dice-, consistente en la posibilidad de perder el apoyo si no se le paga con lealtad política y electoral.

Ello hace muy difícil la deliberación política: si es casi imposible hablar con alguien de su sometimiento, más lo es moverlo a su liberación, cuando de por medio le va la subsistencia; de allí que tampoco interese a los gobiernos populistas el crecimiento económico y el desarrollo social, por cuanto liberadores de la población a la sujeción de dádivas gubernamentales. Basta que el gobierno diga que si pierde la próxima elección las ayudas clientelares serían suprimidas para que sus lealtades compradas se movilicen en las urnas, para votar o para quemarlas. Las experiencias muestran que es necesario esperar a que los recursos de las dádivas se sequen para ver caer el aparato de control político clientelar.

De allí que sea necesario explorar otras formas de acción ciudadana que permitan competir contra el Franciscano Filantrópico en aquellas franjas ciudadanas aún libres del control de su supervivencia.

Partamos de que presenciamos una crisis final de partidos, al menos como los hemos conocido; del pasmo ciudadano y de la proverbial apatía política que distingue a las clases medias, más hechas a la esgrima de café, las lamentaciones de sobremesa y las batallas en redes -más distractoras y entrópicas que efectivas-, que a la movilización social y lucha electoral cuerpo a cuerpo. Continuemos con que en el 21 no habrá una elección presidencial, sino 300 elecciones de diputados y algunos comicios locales. Concluyamos con que puede que López termine por imponer, contra viento y marea, la revocación de mandato para aparecer en las boletas sin enemigo al frente, en busca de repetir el voto de arrastre, tal y como sucedió en el 2018, en favor de su pepena de candidatos.

Por tanto, la estrategia tendría que diseñarse sin soportarse en partidos y mecanismos tradicionales; organizando a una sociedad plural, dispersa, apática y sin mayor punto de coincidencia que las amenazas del populismo en curso; movilizándola a una participación atípica que, teniendo frentes diversos y disímbolos (300 elecciones), concite un voto ciudadano unívoco.

Difícil, pero posible.

Para ello habrá que empezar por evitar que para entonces el gobierno controle con personajes del nivel de los impuestos a la CRE, el INE, el Tribunal Electoral, la CNDH y, sobre todo, la Corte.

Dos son por tanto las batallas por dar: de inmediato, una por la institucionalidad de la vida nacional, por un gobierno de equilibrios y contrapesos; un poder acotado y transparente; sujeto al control de la legalidad y la Constitución, y sometido a la rendición de cuentas; simultáneamente, por una "organización inorgánica" de la sociedad no sujeta a la coacción clientelar gubernamental en la conciencia, participación y movilización para expresar en las urnas su rechazo a un gobierno desmandado.

Es difícil, pero así es la democracia.



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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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