PARRESHÍA

Totalitarismo justo

Totalitarismo justo

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Prescindir de la ley.

Sócrates siempre indagó sobre la justicia sin alcanzar una conclusión definitiva, aunque sí algunas irrebatibles, como aquella relativa a la justicia a mano alzada: "si adoptando la opinión de los ignorantes, destruimos en nosotros lo que sólo se conserva por un régimen sano y se corrompe por un mal régimen, -dice a Critón, horas antes de morir-, nosotros, querido Critón, no debemos curarnos de los que diga el pueblo, sino sólo de lo que dirá aquel que conoce lo justo y lo injusto, y este juez único es la verdad".

El problema, como se ve, queda insoluto, porque qué es la verdad.

Ahora bien, Sócrates habla con Critón la madrugada de su muerte, ha sido sentenciado a la cicuta y su alumno ha venido anunciarle que ese día es el de su muerte y lo incita a huir. Sócrates se niega: "es preciso morir aquí -señala- o sufrir cuantos males vengan antes de obrar injustamente": entre sufrir la injusticia y cometerla, prefiere sufrirla. Por ello sostiene: "… si la ley y la república misma se presentarán delante de nosotros y nos dijeran: Sócrates, ¿qué vas a hacer? -con relación a la fuga a que lo incita Critón-, ¿la acción que preparas no tiende a trastornar, en cuanto a ti depende, a nosotros y al Estado entero? Porque ¿qué Estado puede subsistir, si los fallos dados no tienen ninguna fuerza y son eludidos por los particulares?"

Sócrates se había sometido al juicio de la república, desconocer su sometimiento lo consideraba violencia contra la patria: "… si es una impiedad hacer violencia a un padre o a una madre, es mucho mayor hacerla a la patria".

Así, Sócrates se niega huir. "Si mueres -concluye Critón-, morirás víctima de la injusticia, no de las leyes, sino de los hombres; en lugar de que si sales de aquí vergonzosamente, volviendo injusticia por injusticia, mal por mal, faltarás al pacto que te liga a mí, dañarás la porción de gentes que no debían esperar esto de ti; te dañarás a ti mismo, a mi, a tus amigos, a tu patria".

La justicia es una aspiración constante. Su definición más aceptada es dar a cada quién lo suyo, en el entendido que lo suyo cambia a cada momento, como el río de Heráclito. Mis necesidades de hoy son diversas a las de ayer y lo serán mañana.

El otro punto es a quién corresponde ese dar a cada quien lo suyo. Hay justicia entre individuos: aquel que paga lo que debe al acreedor, o el maestro que enseña debidamente a su alumno. Pero también la hay con comunidades: el derecho al agua de riego limpia de una comunidad que la ve reducida o contaminada aguas arriba; o bien de una sociedad en su conjunto: generar el bienestar que permita a sus miembros desarrollar sus libertades y potencialidades.

Pero hablar de justicia en abstracto es más propio de la filosofía y de los demagogos, que de los gobernantes que se respeten.

Miguel de la Madrid, por ejemplo, sostenía que había que igualar para hacer justicia. Era entendible el propósito político, pero filosóficamente el planteamiento era incorrecto: dar a todos lo mismo no es dar a cada quien lo suyo, luego entonces el planteamiento era al revés, hacer justicia para igualar.

No obstante hoy el planteamiento es del todo fuera de lo común y lógico, se argumenta la justicia para desobedecer la ley, cuando Sócrates prefirió morir injustamente acatando las leyes, a cometer una injusticia contra las leyes de Atenas. ¿Qué Estado, pregunta, podrá subsistir si sus leyes no son acatadas?

Por eso Aristóteles dijo: "Ni siquiera el gobernante más sabio puede prescindir de la ley, ya que ésta tiene la calidad impersonal (es aplicable a todos los hombres, incluso a quienes las dictan y aplican) que ningún hombre, por bueno que sea, puede alcanzar. La ley es la razón desprovista de pasión".

Finalmente, el propio Sócrates dijo que la justicia es materia del hombre que esté preparado para discernir entre lo justo y lo injusto, en determinar qué y por qué le corresponde algo a alguien, y esa determinación exige un procedimiento normado que asegure igualdad de las partes, debido proceso, legítima defensa, presunción de inocencia y, por supuesto, Derechos Humanos.

No hay pues justicia sin ley, solo demagogia.

Los totalitarismo que han acabado con la ley jamás han llegado a la justicia.

PS.- Una cosa queda en claro, López Obrador dicta y firma sus determinaciones sin el apoyo de sus áreas sustantivas que, además por ley, debieran refrendar sus órdenes con firma al calce. Entiende el Estado como una obra personalísima y suya, no como expresión de la pluralidad social, estructura de funciones y atribuciones legalmente asignadas y reguladas.



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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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