POLÍTICA

La perversión de la primera minoría

La perversión de la primera minoría

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La renuncia de Wintilo Vega a la candidatura del PRI para gobernador del Estado de Guanajuato, con independencia a que huele a cobarde huida, pone de manifiesto la perversidad de la figura de senadores de primera minoría.

Vayamos por partes. En la época de las concertacesiones el PAN aprovechó el viaje para colocar, sin esfuerzo alguno, 32 senadores en la Cámara Alta. El argumento pinta a los panistas de cuerpo entero: "Tengo muchos diputados, razonaron, que están por terminar su periodo y necesito ocuparlos en algo, si no van a estar jeringándome y jeringando al Gobierno. Hay que asegurarnos tenerlos entretenidos y bien maiceados."

Así nacieron los senadores de primera minoría. ¿Qué son éstos? No otra cosa que un premio al menor esfuerzo.

En nuestro abigarrado sistema se eligen dos senadores por entidad federativa bajo el principio de mayoría relativa, es decir, el partido que gane más votos en una entidad mete dos senadores.

Pero además se elige un senador de primera minoría. Es decir, el partido político que obtenga el segundo lugar en votación en la entidad mete un senador que viene a ser el inscrito como primera fórmula de las dos de cada partido por entidad.

Además, (paciencia por favor) existe una lista de 32 senadores de representación proporcional que se asignan proporcionalmente al porcentaje de votos nacionales de cada partido en la elección de senadores.

Hoy, el desfiguro que nos interesa es el de los senadores de primera minoría, que ya habrá oportunidad de hablar de la aberración constitucional de los de representación proporcional.

Se discutía la reforma y los panistas con Diego al frente y Calderón de Sancho Panza rasgaban sus vestiduras por una reforma –codiseñada por ellos- a la que llamaban retrógrada y antidemocrática. Era tal su "chachalaca" que el diputado Garza González pidió la palabra para recordarles (cito de memoria): "Ustedes se quejan de la iniciativa y alegan que es cien por ciento a favor del PRI, cuando bien saben que hoy, a un año de la elección y antes de que se haya depositado un sólo voto en las urnas, tienen asegurado, sin hacer absolutamente nada, un tercio de la Cámara de Senadores."

Y así era, el PAN, entonces, era la segunda fuerza política indiscutible y por el simple hecho de serlo, es decir, de quedar en segundo lugar en la votación de senadores, aseguraban un senador en cada entidad federativa, 32 en total.

Las condiciones cambiaron y la perversión de la figura cundió: Los candidatos a senadores pelean el lugar de la primera fórmula de senadores, más no para encabezar la más heroica de las batallas, sino para asegurarse llegar al escaño sin despeinarse, basta dejar que gane el adversario y entrar por la puerta de la "honrosa" primera minoría.

Ejemplos tenemos para dar y prestar. Es proverbial el de aquel Presidente de Comité Directivo Estatal de un Estado del norte donde sólo hay PRI y PAN, en un no lejano 2000, que una vez inscrito como candidato en la primera fórmula al senado jamás volvió a vérsele -salvo cuando el candidato presidencial pisaba, por horas, el Estado: no hizo campaña para senador, el candidato de la segunda fórmula recorrió varias veces la entidad sin que lo acompañara en alguna ocasión su compañero y presidente de partido; no acudió a ningún acto de candidatos a diputados federales y locales, tampoco a los de cargos municipales; no gastó un quinto ni un milímetro de suela; no acudió a debates, no estrechó manos, no escuchó demandas ni necesidades, ¡Bueno, ni a los cafés fue para ser visto! ¿Para qué, si ya había llegado al Senado aguardando la debacle electoral de su partido?

Claro que no siempre es así, la mayoría de los candidatos de la primera fórmula al senado hacen su mejor esfuerzo, pero son las excepciones las que se ven, las que se convierten en paradigma y las que ahogan en el detritus (alías mierda) nuestro sistema de partidos y política.

La figura es perversa y suicida, fomenta y premia el cinismo, el interés personal y la deslealtad. En principio todos los candidatos, sin excepción, debieran hacer el mayor de sus esfuerzos por su campaña y las de su partido, sin embargo, la propia legislación, en este caso, está diseñada para que algunos no lo hagan, así vaya de por medio el triunfo de su partido.

Volvamos a Wintilo Vega. El gordito renuncia, según su cortada, inflamado de democracia porque el CEN no le aceptó la imposición de "su" candidato en la primera fórmula, sino en la segunda. Ergo: confiesa que el PRI va a perder y que necesita, al menos, asegurarle a su chómpiras un lugar en el Senado.

¡Bonito (ex)candidato!

No sé, podría ser el caso, que quien quedó en la primera fórmula se vaya a echar como vaca, pero también lo podría haber sido con "su" candidato, porque el sistema lo prohíja.

Desgraciadamente en este sexenio perdido fue imposible impulsar reforma alguna. Quiera Dios que en el próximo, México recupere la brújula y pueda modificar los Frankesteins electorales que tanto pregonaron nuestros (ex) transitólogos que ahora viven en la nomenclatura política y mediática.

#LFMOpinión
#Política
#WintiloVega


Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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