POLÍTICA

Cuando el "Hoy, hoy hoy” alcanzó a Fox

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El problema de Fox no es tratar de apoyar a un candidato que no era el suyo y frente al cual (re)quiere quedar bien, tampoco lo es la consolidación de la democracia, misma que le vale un sorbete, menos aún tratar de vender los supuestos resultados del aquelarre que llama gobierno, como no lo es el futuro del partido del que se sirvió para llegar al poder y menos todavía el bienestar de México.

El problema de Fox es el síndrome del sexto año, síndrome que en cada presidente se expresa de diferente manera y consiste en percatarse del fin de su sexenio, así como del alba del calvario que le sigue; que en México, fieles a nuestras raíces prehispánicas, al nuevo sol lo recibimos en la piedra de sacrificios con la sangre y corazón extirpado del ido. La enfermedad de Fox se llama pavor por el final y como lo único que sabe hacer son "comerciales" dedica a ello sus aterrados y tristemente postreros días. Dice la frase de Fox vetada por la Corte: "El México de mañana será mejor que el de ayer". Y en ella se encierra y delata la clave.

Para Krishnamurti nuestra mente nos mantiene atrapados entre el pasado y la ilusión, rehuyendo así a vivir en el presente. Tal es el problema de Fox. El pasado ya no es. Por más terrorífico que haya sido -según su reingeniería- ya no puede dañarnos. Lo que nos espanta no es el pasado, sino nuestra mente que jugando con su recuerdo (reingeniería) trastorna la realidad presente, la oculta y deforma tras el recuerdo, para que reaccionemos emotivamente no frente a un hecho real, sino ante un recuerdo. La mayor de las veces sin percatarnos, la mente nos asalta con una memoria que nos altera como si éste estuviese teniendo lugar en este preciso momento. Nuestra reacción no tiene nada que ver con la realidad, nuestro estado anímico no está respondiendo a lo que verdaderamente es y que sólo es en presente, sino que reacciona a algo que fue, que ya no es, que no es real y que por ende no puede dañarnos.

A eso le apuesta Fox, a espantarnos con nuestra memoria. La mente también, de la bolsa de recuerdos que somos, juzga entre los que nos son agradables y los que no lo son; a partir de ello proyecta ilusiones, deseos, apetitos, apegos: el otro extremo de nuestra celda. Así, cuando no estamos encadenados a los fantasmas de nuestro pasado, somos esclavos de nuestras ilusiones. Éstas, al igual que los recuerdos, no son más que en nuestra mente, no tienen existencia real, pero gozamos soñando con lo que vamos a ser, con lo que esperamos que sea, no con lo que "es"-hic et nunc-. Ésta no es más que una fuga hacia adelante para no ver lo que "es", para evadirnos de lo único que realmente es y lo único que podemos cambiar, el presente.

A ello también le apuesta Fox. Pero el pasado y futuro no tienen existencia real, nos son inasibles, lo que fue fue y lo que vaya a ser aún no es. Lo único real y actuante, sobre lo único que podemos actuar es el presente, pero nos aterra su fluir de instante a instante así buscamos siempre las supuestas estabilidad y estaticidad del pasado o de la ilusión, aunque éstas sólo lo sean en nuestra mente. Fox está desesperado por espantarnos con un pasado y un futuro negativamente mitificados por la reingeniería de sus comerciales porque lo que verdaderamente le espanta es el presente. Dice la máxima que el que mata a hierro a hierro muere. Pues bien, a Fox lo que atormenta y mata es el "hoy, hoy, hoy".

A Fox no le importan y menos le aterran el pasado y el futuro, lo que le espeluzna es el hoy y el aquí, este doloroso presente; el percatarse de la absoluta nada de su gobierno y persona, el darse cuenta que lo que "es", que la realidad, lo apabulla de instante a instante, que su sueño de cambio no es más que eso, por un lado, la bolsa de tepocatas y alacranes en que la reingeniería de su mediocridad convirtió la historia nacional, y, por otro, sus ilusiones guajiras y genesiacas de grandeza. Bolsa e ilusiones con existencia sólo en su mente y comerciales, olvidándose de lo más importante, la realidad de la que decía el denostado Reyes Heroles que es muy necia. Otro que también decía, y decía bien, era el buen Lennon: "La vida es aquello que te va a suceder mientras tú te empeñas en hacer otros planes". Así resulta, parafraseándolo, que el sexenio de Fox es el desastre que le (y nos) sucede mientras se empeña en hacer comerciales. López Portillo puso por título a sus memorias "Mis Tiempos", sabedor que su responsabilidad como Presidente tuvo un tiempo implacable, tras de su término pudo haber tenido existencia, pero fue una sin posibilidades de impactar en el tiempo y en la historia. ¡Oh, sabia virtud esa de conocer el tiempo! ¡A tiempo gobernar y desatarse a tiempo!

A Fox se le acaba el tiempo, "su tiempo", en escándalos, inepcia, chabacanerías y comerciales. Por eso se refugia en "su pasado negativamente mitificado" y en su futuro ilusamente construido, porque le carcome el juicio sobre su "hoy, hoy, hoy", único de su exclusiva e indivisible responsabilidad. Se desgañita comparando el pasado con el futuro porque le aterra que se compare el pasado con el presente y el presente con el futuro, porque el hoy y aquí se le impone con la lápida con que habrá de ser enterrado y recordado, porque el pasado a la larga tendrá mejor juicio que su presente y el futuro habrá de arrumbar nuestro presente en el peor lugar en la historia patria. Por eso no habla del hoy, que sería de lo que tendría que hablar, porque es el hoy el que no quiere que se juzgue, es el hoy el que puebla sus desvelos y alimenta sus angustias.

Es el hoy, el de su única e incompartible responsabilidad, el que lo aterra y trastorna. Fox perdió y pierde "su tiempo" -recurso no renovable- en hacer una reingeniería del pasado y en pelearse con un futuro que no le corresponde por ser de México. Lo único sobre lo que pudo haber intervenido, con la honra y responsabilidad que ello significa, era sobre el presente de México. Creyó y cree que éste puede manejarse con comerciales. Así lo juzgará la historia.

El México de mañana será, a pesar de nuestra desastrada y mísera política actual, mejor que el de ayer, pero sobre todo mucho muy superior y mejor que el de hoy. Lo lamentable, es que el México de hoy, hic et nunc, el único que realmente "es", el México de nuestra responsabilidad, sobre el que podemos y debemos operar, se nos escapa de las manos mientras dedicamos nuestros días a comerciales y a escándalos sin fin.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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