PARRESHÍA

Asambleas y concentraciones

Asambleas y concentraciones
Palabras y significados.

"Y en el principio fue le verbo", dice la biblia. Génesis aparte, el verbo siempre está en el principio. Lo primero es nombrar, lo segundo socializar lo nombrado. Nuestro pensamiento procesa palabras, nuestros razonamientos son siempre discursivos; nuestra convivencia gira en torno al lenguaje y sus significados. Una coma puede llegar a significar vida o muerte. No es lo mismo: "¡No tenga clemencia!", a "¡No, tenga clemencia!"

Para los griegos la política era acción y discurso; donde todo discurso es en sí acción y toda acción se interpreta y entiende discursivamente.

De allí que las palabras exijan respeto. Cuando las palabras pueden significar lo que sea y acomodarse a discreción, regresamos al caos primordial, a la oscuridad.

La verdad es, en primer lugar, palabra, pero, como señala Marciel Detienne, no se trata de estudiar la historia de las palabras, su construcción etimológica, sino de hallar sus líneas fuerza dentro de su sistema léxico, la relación de oposiciones y asociaciones a sus alcances semánticos. Solo así podemos entendernos. Muchos de nuestros problemas actuales radican en que el lenguaje ha dejado de ser un instrumento relacional respetado y las más de las veces discutimos hechos y razones que entre sí no tienen relación alguna. Creemos que hablamos de lo mismo y no suele ser siempre así.

Pues bien, asamblea y concentración son palabras y significados distintos. Por supuesto toda asamblea es la concentración de un colectivo; pero no toda concentración constituye asamblea. De otra suerte, un velorio sería asamblea, un partido de futbol por igual, las clases de matemáticas o de ballet, un buen pleito de cantina, los tianguis de barrio y hasta los conciertos de rock.

Vayamos por partes, diferenciemos asamblea de concentración. Una asamblea implica un colectivo previamente definido y facultado, es decir, se sabe con precisión quiénes la forman y cuáles son sus facultades. Una asamblea, aún siendo el órgano supremo de una organización, tiene definidas previamente sus atribuciones, de suerte que existen campos, temas y competencias que le son vedados. El Consejo General del INE, siendo máxima autoridad electoral, no puede recibir y contar votos; la asamblea de accionistas de un banco no puede definir las fechas del período vacacional de un gerente de sucursal.

Una asamblea debe ser convocada con formalidades, antelación y publicidad suficientes. Los citados requieren conocer de antemano el orden del día con los asuntos a tratar y, de ser necesario, la información necesaria para normar su criterio sobre ellos.

Una asamblea requiere formalidades de tiempo, modo y lugar para constituirse; no puede hacerlo antes del día y hora en los que fue citada; podrá hacerlo después cubriendo, en su caso, las formalidades necesarias. No puede sesionar en lugar diverso al señalado, salvo causa fundada de fuerza mayor; para instalarse requiere que los asambleístas acrediten su calidad y reúnan el quórum prestablecido.

Las discusiones deben procesarse en forma organizada y conforme a reglas de deliberación; finalmente, los acuerdos deben votarse con las formalidades del caso: voto secreto, mano alzada, votación económica, mayoría simple, mayoría calificada, etc..

Y aún así, los acuerdos de asamblea pueden ser impugnados por las minorías y sujetos, en su caso, a determinación juridiccional.

Una concentración, por su parte, es la congregación de un número considerable de gente para que patenticen una actitud determinada. Esto último es significativo, no se concentra para deliberar ni decidir, se concentra para manifestar, hacer visible, una conducta determinada, no por determinar.

Entre los diversos tipos de concentraciones, destacan las políticas, en su mayoría facilitadas (movilizadas, es el término en el argot; acarreadas el peyorativo) por estructuras también políticas: partidos, movimientos, líderes o gobiernos. Sus objetivos son siempre políticos: generar apoyos, construir candidaturas, buscar el voto, apoyar una causa, demandar otra, denunciar, obstruir, chantajear, festejar y nombre usted a gusto lo que considere pueda agregarse. En todo caso, siempre el objetivo la precede y concita.

Se usa también la acepción "mitin", de "meet", en íngles, reunión; por la que entendemos "reunión donde el público escucha discursos de personajes de la relevancia política o social". Nuevamente encontramos aquí a una parte pasiva que escucha en la mayoría de los casos arengas y promesas, sin deliberar y menos analizar y ponderar asunto alguno para su determinación, como sería en una asamblea.

Ahora bien, ¿puede una concentración convertirse en asamblea a discreción, arbitrariamente? A mi juicio no.

De allí que me sorprenda el discurso y su admisión de lo sucedido en La Laguna duranguense este domingo.

En un mitin placero, ya entrados en gastos (y gritos) el Presidente dijo "se calentó la asamblea", y por ese arte, cual consagración en el altar, transmutó, no el pan y el vino en el cuerpo de Cristo, pero sí el enardecimiento popular en acto de gobierno. Y, en lugar de anunciar los recursos que estaban programados para la etapa de construcción de un Metrobus en la zona lagunera de Durango, ya iniciada por cierto en la de Coahuila, consultó a "la asamblea" a vuelo de pájaro, si cancelaban o no el Metrobus y, zas, lo canceló.

Lo más sorprendente es que columnistas, el propio presidente, los periodistas que cubrieron el mitin y hasta el propio gobernador de Durango se refieren al hecho como un acuerdo de "asamblea". Hay quien incluso habla de una consulta popular. El domingo no hubo ni asamblea, ni consulta popular, ni acto de gobierno; solo desmesura cocinada al calor de una concentración.

Bajo ese esquema nada está a salvo. No habrá obra, servicio, derecho, libertad ni gobierno que no pueda ser cancelado al calor de una "concentración" placera convertida en "asamblea".

El peligro es para todos. Incluso para el presidente; qué pasará cuando su luz empiece a menguar y las masas enardecidas decidan cancelarle obras o su propio gobierno.

La época del terror en Francia enseñó que las guillotinas no discriminan, una vez echadas a andar no se detienen, incluso, ante sus propios operadores: Robespierre muere guillotinado.

Es mucho más difícil diseñar, negociar y construir un acuerdo que movilizar y manipular una concentración. Eso se sabe desde Hitler y opera a favor o en contra, según sea el caso.

Si el propio presidente quiere garantizar su gobierno, proyectos, instituciones y obras, debe garantizarlos, incluso, contra sus propias concentraciones; nada mas veleidoso que el humor de la masa.

Para colmo, creo que, en este caso, tomado "al calor de concentración", el presidente se verá obligado a recular, de otra suerte sus adversarios, de quien tanto se queja, le habrán tomado la horma de su zapato.




#LFMOpinion
#Parreshia
#Asamblea
#Concentracion
#Seguridad
#Desmesura
#Populismo

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

Sigueme en: