PARRESHÍA

Cordura

Cordura

Foto Copyright: lfmopinion.com

La renuncia.

Desconozco si Juan Collado es o no responsable de los delitos que se le imputan, pero no anido duda alguna que el sol no se oculta tras un dedo; su detención no puede paliar y menos desaparecer la renuncia-denuncia del secretario Ursua y menos la cara de espanto de su sucesor. Ambas cosas dicen más que las ocho columnas de los periódicos anunciando la captura de un abogado, AMLO dixit, de la mafia del poder.

La renuncia no tiene palabras de mas, es devastadora, pinta el caos, describe la sordera, refiere la hybris, anuncia su Némesis.

La cara del novel secretario de Hacienda confirma lo sostenido por su antecesor, sobre todo por lo que hace a lo que nos espera.

El discurso de López Obrador en torno a la renuncia y su relevo no puede ser más revelador y anticlimático: corrupción, cambio y austeridad, únicos temas en la agenda presidencial; callejón sin salida de todo análisis y argumento; conceptos campana que se aplican a toda realidad, tema y circunstancia, totalmente ajenos al contenido de la carta renuncia y infructuosos ante la cara de terror enviada a los mercados y a los mexicanos por el nuevo secretario Herrera.

López Obrador nos receta, otra vez, la típica cortina de humo; vayamos tras un pez gordo que cambie la conversación, oculte la nota negativa y mande un mensaje a los "adversarios" de la 4T. Pero nada sobre la circunstancia a resolver, solo fuga hacia adelante.

López Obrador es cada vez más previsible, sus actos de prestidigitación pierden eficacia, sus discursos comunican vaciedad y, para mal, confirma lo que Ursua trasluce en su renuncia.

En Antigona, Hermón le anuncia a su padre, Creonte, la tragedia que con su desmesura provoca: "No hay ciudad que sea de un solo hombre", le dice en un intento de que escuche lo que el demos murmura. "¿No está en uso que la ciudad sea del que es dueño de ella?", le contesta Creonte desde la soberbia del poder.

"¿Quieres hablar y, al hablar, no escuchar nada?", insiste el hijo al tiempo de huir de la ciudad en camino a su muerte.

Pero Tiresias, el adivino, le insiste a Creonte: "los hombres tienen como cosa común el equivocarse; pero después de que yerra, cualquiera que una vez cayó en el mal repara y no es obstinado, él ya no es un hombre tonto ni desgraciado. La presunción, le dice, ciertamente, tiene que pagar la estupidez."

Creonte entonces escala la afrenta: no hará lo que (le) es debido "ni siquiera si las águilas de Zeus quieren". Ya nos son las leyes de los hombres, ni el parecer del pueblo, ni el ruego del hijo, ni el augur de Tiresias lo que enfrenta, es al mismísimo Zeus.

Poco tardó Creonte en abrazar el cadáver de su hijo quien, tras intentar matarlo por ser el causante de la muerte de su amada Antigona por sus odiadas decisiones, se quitó la vida delante de él. "Muerto yace, canta el coro, haciendo ver a los humanos los males que la irreflexión engendra incluso para un rey". Creonte regresa a Tebas cargando el cuerpo inerme de Hermón solo para enterarse que Eurídice, su esposa, se ha quitado la vida para seguir a su hijo al Hades.

El soberbio Creonte clama entonces morir: "ya no soy más que un nadie", dice; pero ya no tiene derecho a ruego alguno: "no está permitido a los mortales la salida de lo destinado por el hado" una vez que Nemésis, la Diosa de la venganza y la justicia, castiga la desmesura.

La renuncia de Ursua, la cara de Herrera, el murmurar del pueblo pueden aún ser escuchados por su destinatario. Ojalá lo sean.

"La cordura, dice el coro e Antigona, es con mucho el primer paso de la felicidad."



#LFMOpinion
#Parreshia
#Cordura
#Renuncia
#Ursua
#4T

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

Sigueme en: