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Entre la duermevela y la constancia

Entre la duermevela y la constancia

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Mañaneras.

Todos los días entre semana tenemos la opción de dormir un poco más o, en cambio, apoyar y aplaudir o criticar e incluso insultar al Presidente de la República instalado en la 4T.

Ello es por sí mismo una metamorfosis que abona a la educación democrática y a la discusión cotidiana y/o a la prolongación de los sueños.

Creo que el famoso Peje es un presidente que disfruta como pocos del poder. Presume a diario poder corregir los errores y estafas tradicionales de la administración pública y limpiar los establos mefíticos neoliberales.

En contra sentido, genera odios extremos, incontinentes, impensables de gente respetable, algunos justificados. La mayoría emotivos, llenos de coraje porque les pisó los callos o piensan que irremediablemente lo hará.

Disfruta el poder no sólo para su uso y satisfacción personal, como los anteriores presidentes de ingrata memoria, desprecio generalizado y babeante incondicionalidad entre sus socios y beneficiarios en negocios de ganancias privadas con recursos públicos, sino en el marco de un amplio proyecto de mejora y cambio social.

Pero más, el famoso Peje es en realidad un pastor por vocación de servicio, un predicador. Un hombre con buenas intenciones para transformar el país y luchar contra las injusticias y la corrupción. Aunque sea doloroso para sus críticos primitivos y digan a voz en cuello que no lo reconocen como su presidente, sin siquiera haber leído la Constitución.

Un presidente pastor- predicador que podría llegar a invocar su inclinación de mártir, de no cuidarse lo suficiente, o de no aplicarse a hacer más allá que explicar lo obvio y perderse en los cerros de Úbeda, como cuando en el siglo XIII, el capitán Fáñes en lugar de vigilar y reportar el avance de las fuerzas enemigas, se embelesó con una bella joven mora y al ser reprendido por el rey, Fernando III, el Santo, ante la inminencia de la batalla, contesta con ingenio, arrepentido aunque satisfecho, dícese desorientado por culpa de los cerros de esa localidad, de poca monta y belleza singular. Así el presidente con los programas de bienestar aunque falte promover la inversión pública más allá de Pemex.

En efecto, veo a un realizador que disfruta de los retos, un gran luchador social. Persistente. De enorme constancia ¿Será también El Transformador? ¿Acaso es el gran promotor que puede mover con ritmo al elefante anquilosado, reumático y enfermo? ¿Es a quién realmente el país necesita con urgencia?

Desde luego es lo que tenemos, por ello se requiere que trabajemos juntos. Si es verdad que el pueblo manda. Hay que modelarlo y señalar la ruta. ¿Acaso el pueblo manda?

No le importa a él para nada la crítica, tiene la piel dura, ha recorrido el país y lo conoce como pocos. Es capaz de sorprendernos con magníficas lecciones de historia, anécdotas oportunas y chistoretes que caen en el hígado como eso de "Fuchi. Guácala, vamos bien (que de repetido ha perdido valor), la paternal reiteración cuasimilitar de portarnos bien, insolente admonición verbal y desde luego el más chocante de todos: el pueblo está feliz, feliz, feliz".

En las mañaneras también vemos desfilar a algunos secretarios y otros funcionarios, que salvó Marcelo Ebrard, Ricardo Sheffield, titular de la Profeco, el sonorense Arturo Durazo y alguno más escogido en la gran mediocridad, se ven en general francamente en pañales.

Recientemente, por ejemplo, desfiló en la presentación del nuevo presupuesto propuesto, el secretario encargado del importante despacho de Hacienda y Crédito Publicó, mi tocayo, a quien deseo que pronto crezca, en realidad, de subsecretario a titular. Y lo asuma plenamente.

Debe de entender que ya nadie extraña al anterior que vendió su compromiso y prestigio por una columna en un periódico tradicional, ¡junto a Loret! y unas cuantas horitas de clase, sin muchos alumnos, más la expectativa, de hacer posibles negocios en el porvenir. ¿Quién le habló al oído?

En este marco, es urgente que en las mañaneras se traten con seriedad los problemas más relevantes, para analizar la mejor estrategia hasta resolverlos y rendir buenas cuentas, como la negociación de CFE, por ejemplo. Como si mordiéramos un hueso sin soltarlo hasta roerlo y dejarlo en su mínima expresión.

Así debiera de ser con la violencia y la inseguridad que en sus términos… "ya chole". Y que se tratan siempre con estulticia, sin aparentes ni suficientes buenos resultados y generalizaciones en futuro condicional. Acaso pronto se logran mejores frutos, con el nuevo presupuesto del 2020.

Lo anterior da pie a críticas de enorme vesania que incluyen desde el repudio absurdo a los programas sociales, que son de gran ayuda para todos, hasta la calidad y capacitación insuficiente de soldados, marinos y demás integrantes de la Guardia Nacional. Críticas con enorme ligereza dignas de patricios y claudios equis de conocida banqueta de derecha.

Sigue la confrontación por la cancelación del aeropuerto de Texcoco, a pesar de haberse explicado enemil veces. De ese gran tamaño era su plataforma de negocios privados con recursos públicos que afortunadamente perdieron. Y es proporcional su dolor que sienten en los bajos, principalmente en sus carteras y que sus corifeos reproducen in extenso e inconsecuente pero reiteradamente en todos lados.

Hay fallas, hay que corregir la política migratoria impuesta por el Imperio y definida por el ineducado chantajista anaranjado, que en realidad es una vergüenza que lastima nuestra condición de país de apertura, dignidad y tránsito controlado hacia el otro lado del río Bravo. Es una contradicción frente a la tradicional política exterior mexicana, coherente y noble.

En lugar de fomentar los vergonzosos muros trumpianos contra los Derechos Humanos y a favor del trabajo sucio que corresponde a nuestros vecinos y su ofensiva para convertirnos en "tercer país seguro", debemos acercarnos más a las enormes necesidades socioeconómicas de las fronteras del sur, no para amurallar sino para construir y respetar a los extranjeros en México, como originalmente se planteó al inicio de la presente Administración, antes de las amenazas de imposición de aranceles y excesiva ficticia estrategia de respeto y lejana e improbable amistad con Mr. Trump, con tal de que se apruebe el nuevo tratado, o los platos de lentejas se repartan, aunque sigan los insultos por doquier y la aparente buena voluntad con quien insulta lo mexicano.

Otra reiterada crítica es la oportunidad en la entrega de los apoyos en los programas sociales, debe de revisarse su eficiente dispersión. Muchas veces llegan tarde o aún no llegan, a pesar del enorme esfuerzo reconocido hasta la fecha.

Las becas generalizadas están muy bien, en tanto alcancen a todos y en forma paralela se premie el esfuerzo y mejores resultados de estudiantes sobresalientes. Es un buen incentivo de mejora continúa, como el otorgado diferencialmente a los atletas de medallas de oro, plata y bronce. Se premió a todos, pero un poco más a los de excelencia. Así debiera de ser con las becas y los mejores estudiantes.

El asunto de la escasez de medicinas, equipo médico e incluso médicos y enfermeras, debe de ser atendido como prioridad nacional. No se vale que ningún mexicano, menos aún enfermo, sufra por carencias en este renglón y además, con desafortunadas explicaciones oficiales al respecto.

El secretario encargado de la secretaria de Salud parece un fantasma incómodo sin voz ni voto, aunque puedo estar equivocado y el drama ser de tal magnitud que avasalle a todo el universo nacional.

Ojalá se comprometan en serio a resolver este tema incluidos el IMSS, el ISSSTE, Hacienda y demás. Un pueblo enfermo es inaceptable en pleno siglo XXI por más subdesarrollado y dependiente que estemos acostumbrados a parecer.

Sociedad y gobierno podemos avanzar juntos, es cosa que evitemos la podredumbre del odio, del desprecio, del asco por el que es distinto. Que evitemos las descalificaciones provocadas por quienes perdieron ingresos en negocios privados con recursos públicos y se acostumbraron a ganar casi sin trabajar. Es útil evitar las expresiones de terrorismo legal y de terrorismo verbal.

Es cosa, en efecto, de querer y hacer un mejor México para todos. Bien nos valdría un curso nacional de resiliencia para aprender a aceptar el lado positivo de nuestro acontecer diario, con mañaneras incluidas y actitudes educadas para no tomar demasiado en serio nuestras diferencias, o tal vez lo que pasa aquí es que, como casi siempre, falta comunicación y voluntad de integración o penetración social.




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Arturo Martinez Caceres

Arturo Martinez Caceres

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