RAÍCES DE MANGLAR

Ansiedad

Ansiedad

Foto Copyright: lfmopinion.com

El acabose.

No hay control en mí. Mi intención es el desmayo. Volteó y veo esos rostros de gente preocupada o que finge preocupación. Sé lo que es.

Como dije, podría sucumbir al desmayo, pero la indigna inconsciencia perpetúa un limbo casi estoico, casi heroico que no puedo sino evitar, pero aún así los miro y pienso "¿es acaso este el final? ¿Terminaré mi breve historia rodeado de gente que apenas conozco?".

¿Dónde está pues la ilusión, porque lo es, de morir bañado en lágrimas de seres queridos y adioses tristes pero oportunos? No, a lo más que aspiro si aquí fallezco es volverme anécdota trágica y hasta chusca? "Una vez se nos murió alguien en la oficina; te acuerdes de Menganito de Tal; cómo ponía su cara; cómo ponía sus ojos; pobre diablo".

Aprieto los puños y lo intento, me levanto pero el mareo me regresa a mi asiento. Me dicen que me calme, que respire. Las taquicardias son cada vez más fuertes y quiero salir corriendo, que el viento golpee mi cara hasta dejar atrás esa sensación terriblemente maligna y ominosa o al menos reventar en otro sitio, camino a casa.

Por un momento llega a mí la resignación, una ocurrencia casi simbólica que me somete al designio vergonzoso pero real de aceptar lo que venga sin romanticismos innecesarios. La crueldad de este plano que nos ordena la fatalidad como única e inexorable salida.

Mi cerebro vibra, punza. Estoy al borde y entre mi cuello y mis pies se abre un espacio que siento ajeno, como si mi cuerpo, mi materia comenzara a integrarse a ese éter y se volviese abstracción. Mis manos hormiguean y me aferro a esa sensación de liviandad malsana.

Veo de nuevo los rostros extraños pero están teñidos de un sepia casi nostálgico. Cierto que quisiera cambiar esas presencias por mi familia, mis hijos, mi esposa y mi madre. Pienso en qué dirán cuando se enteren de mi muerte, cuando ante ellos lleguen los restos extraños y el gesto obligado de mi estertor final. Miro otra vez y al borde del estallido aquellas caras ya no me parecen tan foráneas.

Acepto su amabilidad y me tomo un vaso de agua cuyo líquido se sacude por mis temblores y me moja la camisa. Las comisuras sienten el frío y se contraen. Mis párpados también tiemblan.

Es el acabose, lo sé. Estoy a punto de caer rendido. Cierro los ojos y dejo que la ansiedad posea mis sentidos. De pronto mi instinto de supervivencia me lleva al miedo primigenio y reacciono. No quiero morir, no aquí ni ahora, no rodeado de extraños, no sin saber que duele a los demás mi ausencia, que algo signifiqué en el efímero ciclo de la rendición.

(...) pero no llega el fade out, no se oscurece mi interior, no viene el estallido fastuoso y sonoro que promete la enfermedad. Sólo este estira y afloja que me hace recordar aquellos castigos dantescos, intermitentes e inacabables. Las taquicardias son erráticas.

Lo peor es la intranquilidad que me invade. La ansiedad poseyendo todos los centímetros de mi ser. Y ellos viéndome, pensando con alivio y felicidad inusitada que no son ellos a los que carcome el padecimiento. Sí, es lo peor. Es incluso peor que la muerte misma.

Es la enésima vez que padezco estos escalofríos, esta ansiedad. Conforme recupero el control comprendo que tampoco será la última. Todo lo que me rodea recupera su color, pero a mí, mi vergüenza, no me deja reintegrarme, además está la certeza de lo que inminentemente llegará. Sé lo que es.

#LFMOpinión
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#AtaqueDeAnsiedad

Francisco  Cirigo

Francisco Cirigo

En su novela Rayuela, Julio Cortázar realiza varios análisis sobre la soledad, exponiéndola como una condición perpetua, absolutamente fatal. Dice que incluso rodeándonos de multitudes estamos “solos entre los demás”, como los árboles, cuyos troncos crecen paralelos a los de otros árboles. Lo único que tienen para tocarse son las ramas, prueba inequívoca de la superficialidad de sus relaciones. Las personas somos como árboles y nuestras relaciones son ramas, a veces frondosas y frescas, a veces secas y escalofriantes, pero siempre superficiales. Nuestros troncos son islas sin náufragos posibles.

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