PARRESHÍA

El año de nuestros desencuentros

El año de nuestros desencuentros

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La política es como la salud, solo se valora en ausencia.

Nos acercamos al cierre del año. Un año sin duda difícil de vivir y leer. No creo exagerar si digo que es el año del desencuentro.

La contundencia del triunfo electoral del 18 y la amplia mayoría obtenida democráticamente en las urnas redundó, hecha gobierno, en la exhumación de XIX mexicano, en lugar de en la consolidación de una renovada voluntad general. Es entendible la subsistencia en el inconsciente social de resabios del México de Caínes y Abeles, pero entre los liberales y conservadores del XIX y el 2019 media un siglo que, con todas y sus deficiencias, acreditó que los mexicanos podemos convivir civilizadamente

Tras el 2019 a nadie le queda duda de que la convivencia que conocemos como México no es algo dado de una vez y para siempre, que el crisol de contradicciones propias de nuestro mestizaje es, como bien lo describió Madariaga, "Guerra en la Sangre" y, como bien lo alertó Reyes Heroles, no debemos despertar al México bronco. México es El reto de la unidad de contrarios, un equilibrio endeble y dinámico sitiado desde sus entrañas, un polvorín que corresponde a cada generación no hacerlo estallar.

Raza cósmica, lo llamó Vasconcelos. Posiblemente el paradigma de mestizaje que aguarda y anuncia una humanidad, no sin razas, nacionalidades, lenguas ni religiones, pero sí en una tolerancia universal, sin discriminaciones.

México, pues, no es algo hecho, pétrico, inamovible, perenne. Nada en la vida lo es. Desaparecen especies, lenguas, imperios y civilizaciones. De allí la necesidad de tenerlo presente. Como colectivo, México demanda de una voluntad monolítica de seguir siendo. Confrontemos el reto de afirmarnos como sociedad organizada contra el 2019.

México, crisol de contradicciones, había sabido sobrevivir e ir resolviendo sus grandes diferencias e injusticias, no sin dificultades, pero sí con avances palpables. El México del 2019 es muy diferente al de 1910 y al del 1810. Los indicadores en salud, educación, economía, infraestructura, industria y calidad de vida, muestran resultados imposibles de negar. Subsisten, sí, pobreza extrema, desigualdad, explotación, violencia e insalubridad en muchas franjas de nuestra sociedad; clasismo, rencores y resentimientos; resabios de tiempos idos y batallas fenecidas; pero aún así, hay en todos los rincones del país pruebas fehacientes de un México actuante con sed de justicia social y presencia efectiva.

El problema es que para que México pueda seguir resolviendo sus contradicciones e injusticias, debe, ante todo, seguir siendo en sí. No quiere esto decir que no pueda cambiar; no nada más puede, sino debe cambiar; pero no cualquier cambio, porque cambio es también perderse, desfigurarse, incendiarse o disolverse en otras fuerzas.

Habrá que preguntarse si revivir tiempos idos es necesariamente resolver problemas presentes.

Habrá que cuestionarnos si es el enfrentamiento entre mexicanos la manera más efectiva de resolver nuestros problemas y alcanzar una verdadera justicia.

Si México se divide entre buenos y malos, ricos y pobres, liberales y conservadores, propios y extraños, Cuarta T y Fifis, dejará de ser México, por lo menos un México capaz y eficaz para hacer frente a sus problemas ingentes; retomará quizás las sendas irreconciliables del XIX mexicano, entregará sus potencialidades al desencuentro y no a la atención de los problemas que lo ahondan, y nuestras contradicciones, desigualdades e injusticias, en vez de corregirse, habrán de potencializarse y abismarse en sus extremos.

Hoy mismo que dedicamos nuestros días al artificio de buenos y malos, los verdaderos enemigos de México gozan de cabal salud y nadie estorba su accionar: crimen organizado, ignorancia, insalubridad, hambre, desigualdad, miseria, corrupción e impunidad.

Cerramos 2019 con señales disrruptoras y fuerzas centrífugas de peligroso calado y rabia.

La ausencia de un vértice aglutinador y arbitral dificulta la unidad; carecemos de un ámbito superior de verdadera autoridad, no solo de poder; ajeno a las diferencias, propicio a dirimir conflictos, dedicado a construir acuerdos, digno de representar la pluralidad política.

Un movimiento es eso, movimiento; el Estado es organización institucionalizada, con fines y ordenamientos generales que permiten a cada una de las partes conocer su lugar, fortalezas, rol dentro de la organización, requerimientos, y demandas y, a todas, saber las formas de armonización de esfuerzos e intercambios de estímulos y penas. En un movimiento son muchos los que quedan fuera y no serían aceptados aunque quisieran ingresar a él. En la organización llamada Estado nadie puede quedar fuera, nadie puede ser expulsado y todos tienen, además de derechos, una fuerza propia que en conjunto da la fuerza resultante de la organización. Nadie debe restarse del Estado, pero, por igual, nadie puede ser restado de su organización. No hay ciudadanos buenos y malos, hay simplemente ciudadanos en igualdad ante la ley. Las desigualdades propias de la pluralidad, las injusticias, hay que resolverlas en el concierto y con el esfuerzo de todos; nada se atiende y resuelve en la confrontación, ni la confrontación misma.

El centro tiene de dos: o trabaja por acercar a los extremos o termina distanciándolos. Desde el momento que él mismo se extrema deja de ser centro, pierde su autoridad arbitral, su dignidad unificadora, su poder de paz.

Los riesgos, las rasgaduras y, por qué no, los enfrentamientos viscerales y violentos están a la vista. 2019 debe ser la enseñanza de cómo no es posible convivir.

Se dice que la política es como la salud, solo se valora cuando se echa de menos; cuando el espacio que nos reúne y diferencia desaparece; cuando lo que debe unir confronta, cuando la deliberación se hace insulto, cuando la pluralidad es entendida como enemistad, cuando los estímulos y apetencias para vivir en sociedad desaparecen.

De nosotros queda aprender de nuestros desencuentros o hacer de México desencuentro.

Sin México, es decir, sin una unidad de acción efectiva de los contrarios (plurales), no habrá paz, ni seguridad, ni crecimiento, ni justicia, ni transformación positiva posible. Y entonces le habremos fallado a Netzahualcóyotl: sí morirán sus flores y sí acabarán sus cantos.

Que el 2020 sea el año de nuestro reencuentro en México.




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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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