LETRAS

Así somos... ¿y qué?

Así somos... ¿y qué?

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Paz, amor y felicidad.

Carlos González Blanco
Colaborador Invitado



Llegó la navidad y con ella, esa curiosa dualidad, aparentemente incompatible que sólo se explica en nuestras íntimas incongruencias.

Por una parte el discurso de paz, fraternidad, recogimiento espiritual y armonía familiar.

Por la otra, el consumismo desbordado en que tiendas y sociedad nos encontramos en una obsesión por los regalos, la tertulia estridente, la ingesta de alcohol, la gula, el desvelo, la pachanga y el muy apreciado recalentado.

¿Cómo pasa?, ¿Porqué?.

¿Será que estamos cómodos en tamaña inconsistencia?.

¿Será, que encontramos confort en coexistir discursando una utopía y haciendo lo contrario?

¡Claro que sí!

Las apariencias son lo nuestro, acontece, con artificiales caballeros y se sabe de casos de damas.

Pasa con los comportamientos de partidos políticos, con los de personajes públicos, sacerdotes que ofrecen indulgencias a todos los pecadores sin hacer nada por redimirlos en sus conductas.

Acontece con policías encubridores de maleantes, con padres sedicentes pacifistas que aconsejan a sus hijos, ¡Pégale, no te dejes!; bueno, pasa con asaltantes que prohiben a sus hijos robar.

¿Quién no ha tirado basura en sitios inapropiados, o consumido productos enlatados o embolsados o contaminado con su auto y se queja de la degradación ecológica?

La dualidad incongruente, es nuestra normalidad.

En el fondo, nos produce un confort ser así; ni modo que en el discurso nos ostentemos abiertamente como corruptos o infieles, o traicioneros o pervertidos; si lo hiciéramos, seríamos abierta y unánimemente despreciados.

Nuestra naturaleza humana tiene galimatías que intuimos cuyo desciframiento preferimos eludir.

Los especialistas en conductas tienen el fenómeno claramente identificado, pero ¿A quién le importa?, ese conocimiento se reserva para ellos.

A nadie nos importa saber porqué ni mucho menos cambiar.

¡¡Así somos y qué!!.

En realidad, no ayuda nada desnudar públicamente nuestras incongruencias ni insertarnos en un ambiente de shock, ¿Para qué?.

De hecho, nuestra estabilidad emocional depende de coexistir en este tipo de dualidades.

El malechor en cualquier nivel de gravedad de sus actos los justifica en algún valor dignificante, como su necesidad o la de su familia o en un cómodo ¿Porqué no? sin respuesta.

Por regla general, nadie nos asumimos incorrectos ni incongruentes ni maleducados ni depredadores del medio ambiente y probablemente así sea mejor, si fuera diferente, la depresión colectiva sería catastrófica.

Celebraré la navidad, recordando el cumpleaños 2019 de Cristo, abrazando a mis seres queridos, en medio de regalos, risas, viandas y alegrías que no me perdería por nada porque tienen un altísimo valor de intensidad afectiva que abona a la proximidad familiar.

Pensándolo bien, los aburridos temas de las incongruencias conductuales, no son algo que realmente me importe a mí tampoco.

Así somos y probablemente, así nos gusta ser.

¿Y qué?





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Redacción LFM Opinión

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