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Impulsividad, corazón y razón

Impulsividad, corazón y razón

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Cordura

Existe un conflicto permanente entre estas tres instancias que no deja vivir en paz a la humanidad y que, a decir de E. Morin, genera "una relación inestable, permutante, rotativa entre ellas." Es decir, que en ocasiones anteponemos el corazón a los impulsos, o la razón al corazón y viceversa. Y así vivimos fluctuando en una u otra combinación de enfoques, que no nos permiten una firmeza de carácter y nos llevan a una fragilidad.

La educación a futuro nos debe de conducir a que tengamos mucho más equilibrio entre estas instancias y que las siguientes generaciones no sucumban fácilmente al impulso, a la afectividad, sin pasar por la razón. Igualmente, que no se tomen decisiones sin considerar el afecto y respeto a los demás.

Lo que sí queda muy claro es que en toda ocasión, el menos recomendable de todos es que sigamos viviendo del impulso y seamos esclavos de los apetitos sin pasar por la razón y, junto con ella, la capacidad de pensar las cosas que vamos a hacer, sin considerar sus consecuencias y el daño que podemos ocasionarnos a nosotros mismos y a los demás.

De aquí la importancia de considerar que "el impulso homicida puede servirse de la maravillosa máquina lógica y utilizar la racionalidad técnica para organizar y justificar sus empresas", como señala Morin.

Poner al dinero, las ambiciones desmedidas, la codicia y la avaricia como un objetivo egoísta y sin otro fin que el apego y el placer, llevan a que se tenga la justificación de amenazar, matar, destruir o subyugar, con tal de obtener ese fin.

Una persona sana, equilibrada, de buena educación, digámoslo así, tiene muy por encima los valores de su cultura, la elevada mira de la civilización como un fin mucho más noble que poseer bienes materiales sin descartar la riqueza que proporciona el cultivar el espíritu en las ciencias y las artes. Practicando una moral, tanto colectiva como personal, de un elevado sentido del respeto a la vida y a la dignidad de todo cuanto existe.

Entre el pensar y el corazón, debemos de fortalecer una cruzada en contra de la violencia que generan las personas impulsivas, que para llamar la atención son capaces de estropear y dañar lo que se atraviese en su camino, con tal de imponer su voluntad y criterios.

Se puede tratar de un movimiento social de nobles principios que recurre al insulto, a la provocación, a la ofensa y, en fin, al prejuicio y a la amenaza. El fin, pues, no justifica recurrir a la agresividad y a la violencia con tal de lograrlo.

De aquí que marchas y actos públicos que se lanzan a provocar a sus adversarios, caen en los impulsos, pues no han recurrido antes al análisis profundo y mesurado de la realidad a la que se oponen y en vez de buscar fórmulas más civilizadas, como el diálogo y los acuerdos, se lanzan impulsivamente a protestar, a quemar libros, a destruir monumentos, a portar mantas con ofensas. Síntomas evidentes de que el hartazgo, el enojo, el coraje o el miedo los han invadido y no encuentran otro recurso que salir a las calles a mostrar sus frustraciones y desencantos, en vez de resolverlos de una manera más racional y con el corazón en la mano.

Se logran más cambios con las ideas, la cultura, la civilidad que con las manifestaciones agresivas en las calles y en las redes. Antesala de una posible mayor violencia.

La cordura, el recurso del conocimiento inteligente de los acontecimientos, debe ser una mejor ruta para manifestar la inconformidad y el miedo. Educar en la armonía, es una asignatura pendiente que, además de comenzar en las aulas de clase, debe ser una tarea personal y familiar de indiscutible valor.




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Guillermo Dellamary

Guillermo Dellamary

Dr. Guillermo Dellamary Soy un psicólogo, filósofo, con más de 30 años de experiencia y buscando ayudarte a vivir tu vida de una mejor manera.

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