POLÍTICA

Montaigne y el triste estado de la oratoria en México

Montaigne y el triste estado de la oratoria en México

Foto Copyright: cadena política

Llegue quien llegue parece que la elocuencia es un arte olvidado en la política mexicana.

El rey Arquidamo solía contar que una vez escuchó a Tucídides responder a alguien que le preguntó quién era más fuerte en la lucha, si Pericles o él: "es una cuestión difícil de determinar pues aunque le venciera yo en la arena, él podría convencer a todos los presentes de que no ha caído." Pericles, quizás el más célebre orador griego, representaba las virtudes del sistema político ateniense, la democracia, mientras que Tucídides representaba el mudo militarismo lacedemonio. Los espartanos nunca hicieron gran caso de oradores. Eran famosos por su estoicismo, pero sobre todo por su silencio y les resultaba la cosa más extraña y ridícula que los atenienses y las ciudades bajo su influencia prestaran oídos a tales charlatanes.

Para Montaigne la retórica es un instrumento que sólo sirve para agitar a una turba o a un pueblo desordenado y, por lo tanto, las culturas que le dieron un papel importante en su política vivieron siempre en la tempestad. Bastaba echarle un ojo a la historia de Roma, escribía, la retórica no podría prosperar más que en estados enfermos: "Cuando más floreció la elocuencia en Roma fue cuando peor estuvieron los asuntos."

Por lo menos la retórica en el mundo clásico era elocuente y bella, los oradores se distinguían por ser grandes maestros de su arte. ¿Qué diría Montaigne de la retórica si viera el nivel de la oratoria que rige la era de la política contemporánea?

Sin duda el nivel discurso político está por los suelos hoy en día si lo comparamos con los clásicos, pero particularmente preocupante es el caso de nuestro país. Empezando por el bufón presidencial que a duras penas puede completar un día entero sin equivocarse al leer sus discursos y que cuando decide improvisar es un desastre garantizado. Terminando con Kiko Vega que tiene garantizada una exitosa carrera como comediante, maestro de lo chusco, si alguna vez decide cambiar el garrote por el micrófono.

El primer debate presidencial fue otro ejemplo de la debacle que sufre el discurso político mexicano. No quedó claro quién haya sido el ganador, ni siquiera quedó claro que haya habido algún ganador, aunque, como decía Tucídides de Pericles, todos los candidatos están haciendo su mejor esfuerzo por convencernos de que "no han caído." De lo que no quedó ninguna duda es que el próximo sexenio el canon de la oratoria mexicana va a seguir siendo el ridículo, llegue quien llegue parece que la elocuencia es un arte olvidado para la política mexicana y si Montaigne tenía razón, esto augura que se vienen más y más graves tempestades para nuestro país.

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Luis Rodrigo Farias

Luis Rodrigo Farias

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