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Adiós al acuerdo Nuclear de Obama

Adiós al acuerdo Nuclear de Obama

Foto Copyright: Newsweek

Un gran triunfo para Netanyahu

Previo a la invasión de Irak el principal promotor de la teoría de las armas de destrucción masiva que supuestamente tenía Sadam Hussein no fue el Presidente Bush, ni siquiera el Secretario Colin Powell, el que realmente lideraba la avanzada era el ahora Primer Ministro israelí Benjamin Netanyahu. Es de preocupar, teniendo en mente como resultó aquella invasión, verlo ahora vendiendo la idea de que Irán está desarrollando armas nucleares. Ni siquiera se ha tomado la molestia de ponerse creativo con sus mentiras. Hagamos memoria de quién es Netanyahu y cuál ha sido el resultado de su paso por el escenario de la política internacional.

En 1995 gobernaba Israel el Primer Ministro de izquierda Yitzhak Rabin. Un año antes había ganado el Premio Nobel junto con Yasser Arafat y Shimon Peres por los Acuerdos de Oslo que habían logrado traer cierta estabilidad a la región, pero la derecha israelí no estaba contenta con sus políticas sociales y sentía que su postura frente a los palestinos ponía en riesgo la seguridad del país. La oposición a su gobierno había ido creciendo y era cada vez más fuerte y violenta. Uno de sus principales detractores era Netanyahu, quien aquel octubre se presentó en el podio, en un mitin de la oposición, con una horca y un ataúd incitando a la ultra derecha a eliminar a Rabin por el bien de la patria. Así empezaba, macabramente, la larga y ridícula relación de Netanyahu con la utilería teatral en sus discursos. Un mes después un extremista, un sicario de ultra derecha, asesinó al Primer Ministro cuando salía de dar un discurso en Tel Aviv. No fueron pocos los que culparon a Netanyahu por el magnicidio, entre ellos la viuda de la víctima.

Durante la primera guerra del golfo pérsico Netanyahu había sido comentador para CNN. Se le presentaba como un experto en seguridad del medio oriente; lo que no se decía era la postura política de derecha radical desde la que siempre analizaba la situación. En los albores de la segunda guerra del golfo incluso se presentó en el Congreso norteamericano para promover la invasión y el cambio de régimen bajo el pretexto de informar a los legisladores sobre el peligro que representaban las supuestas ambiciones nucleares Sadam. Declaró primero que, según información de la inteligencia israelí, sin duda alguna Irak había participado en la organización de los atentados y que Bagdad tenía un programa de armas de destrucción masiva móvil que era indetectable para los organismos internacionales. Ambas cosas han sido desmentidas por la historia. Por otro lado, les aseguró a los congresistas que la región se estabilizaría considerablemente con la intervención americana y que los propios iraquíes serían los más beneficiados por el cambio de régimen. Hoy después de casi un millón de muertos, el surgimiento del Estado Islámico y la ola de refugiados que ha generado su expansión queda claro que la intervención logró precisamente lo contrario.

Sin embargo, la carrera política de Netanyahu se reenergetizó con la segunda invasión de Irak. Hoy desempeña el papel de Primer Ministro por cuarta vez y su visión del Medio Oriente ha jugado un papel crucial, mediante los soldados y las bombas de Washington, en dar forma al Medio Oriente como lo estamos conociendo en el siglo 21. Esto quizás sea la peor parte de su legado.

No son pocos los que lo acusan de tener un complejo mesiánico. Hace unos años se filtró, probablemente por el mismo Netanyahu, una embarazosa conversación privada entre Obama y Zarkosy en la que se quejaban de lo desagradable que es tratar con él. Desde el principio el Primer Ministro israelí fue el principal opositor del acuerdo nuclear de Obama y no parece estar dispuesto a detenerse hasta no ver a los americanos tomando Teherán. Por lo pronto ya logró que Trump se retire del acuerdo.

El 2010 se filtró, probablemente por orden del mismo Obama, un video de Netanyahu presumiendo lo fácil que le resulta manipular a la Casa Blanca teniendo el apoyo del 80% del electorado norteamericano. Si así era entonces, con la llegada de Trump su influencia sólo aumentó exponencialmente. Las cosas no podrían ir mejor para Netanyahu en el frente internacional, la ruptura del acuerdo es una gran victoria para él y sin duda le va a ayudar con su popularidad que no estaba pasando por buen momento. En los últimos meses numerosos escándalos de corrupción han hecho tambalear su poder y su reputación en el frente nacional. A Netanyahu igual que a Trump y a su equipo les urge una guerra para distraer la atención del escrutinio que está sacando a la luz fallas muy graves dentro de sus gestiones, romper el tratado nuclear de Obama es el primer paso en esa dirección.

Actualmente Netanyahu tiene cuatro expedientes abiertos en su contra por numerosos cargos de corrupción y tráfico de influencias. Su esposa Sara enfrenta una demanda por fraude y se ha hecho pública una grabación en la que uno de sus hijos presume los favores que el Primer Ministro ha hecho para sus amigos empresarios.

Particularmente preocupante es la investigación que lo vincula durante muchos años con el billonario israelí-norteamericano Sheldon Adelson, quien es, junto con los hermanos Koch, uno de los principales donadores del Partido Republicano y quien en 2016 fue uno de los primeros en brindar todo su apoyo abiertamente a la candidatura de Donald Trump. Quizás quedó convencido cuando Trump le prometió al AIPAC, el lobby israelí, que él sí movería la embajada americana de Tel Aviv a Jerusalén, quizás desde el principio Adelson reconoció en Trump a una persona lo suficientemente tonta como para realmente intentarlo. Antier en Jerusalén coincidentemente aparecieron las primeras señales de tránsito indicando el camino a la locación donde se planea se establecerá la embajada norteamericana. Todo parece indicar que la avanzada va con todo esta vez.

Adelson por otro lado es famoso por su retórica anti-iraní y no han sido pocas las veces que llamado para que Estados Unidos bombardee al país del Medio Oriente. Muchos analistas escriben que realmente es el magnate de Las Vegas quien guía la política contra Irán de la Casa Blanca.

Conforme se ha ido acercando la fecha límite para la renovación del acuerdo nuclear, Netanyahu ha vuelto a incrementar sus apariciones en la prensa norteamericana y, aunque diez distintas investigaciones reconocidas por la misma ONU han encontrado que Irán había estado cumpliendo con el acuerdo, la semana pasada presentó lo que según él son nuevas evidencias de que Teherán no sólo ha continuado sino que incluso ha incrementado sus esfuerzos nucleares. Aunque no tan cómico como la vez que se presentó una cartulina con una caricatura de una bomba en el podio de las Naciones Unidas, el Power Point que presentó ahora seguramente también pasara a la historia como uno de los momentos más ridículos de su carrera. Todo parecía sacado de la serie del Super Agente 86, sobre todo las supuestas pruebas que develó tan teatralmente.

Todos los expertos internacionales parecen estar de acuerdo en que no presentó nada realmente contundente. Todo parece un grotesco re-make de la antesala a la invasión de Irak. De nuevo Netanyahu le pide al mundo que se la compre a ciegas. Esta vez hasta CNN se ha mostrado renuente a creerle. Pero Netanyahu no necesitaba convencer a los expertos ni siquiera necesitaba convencer al 80% del electorado norteamericano que presumía controlar hace unos años, sólo necesitaba convencer a su amigo Trump, quien de por sí ya desde siempre se ha mostrado bastante convencido. Quizá por eso lo infantilmente didáctico de sus grotescas presentaciones, quizá tenga muy claro quién es su audiencia y sus limitadas capacidades intelectuales, o quizás se haya aprendido muy bien el quinto principio de la propaganda según Goebbels: Toda propaganda para ser efectiva debe adaptar su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar.

Quizás ambas cosas no estén peleadas.

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Luis Rodrigo Farias

Luis Rodrigo Farias

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