ELECTOGRAMA

Pasmo en las élites

Pasmo en las élites

Foto Copyright: lfmopinion.com

Un cambio que no entienden ni controlan.

Entre tacos de la barbacoa de El Güero y cervezas en ristre, mi hijo Luis Rodrigo me explicó ayer la teoría del Pasmo de las Élites, de la que le doy puntual y merecido crédito.

Las élites no son un tema ignorado por estas páginas, pero su pasmo sí.

Lo que venimos presenciando en estas elecciones es el pasmo de las élites ante un cambio que no entienden ni controlan. Acostumbradas a gobernar, administrar los conflictos y depredar, nuestras élites por primera vez, posiblemente desde la Revolución, sufren un ataque de pánico porque sus hasta ayer controles y artes han perdido su eficacia, encanto y artificio.

Juegan un juego que no conocen y no entienden, hablan con interlocutores que no responden ya a su verdad impuesta desde el Olimpo, compiten en una conversación plural y horizontal donde su voz es una más en la cacofonía generalizada y se pesa a la luz de su acreditada ilegitimidad. Su dinero ya no es elemento decisor y sus sermones no generan liderazgo ni empatía, antes al contrario.

De manera instintiva lo escribimos hace unas semanas, nuestro dilema radica en que solución y problema caminan veredas distintas que jamás se cruzan y nunca se hablan. La sociedad y sus reclamos no logran traducirse en soluciones y las soluciones, por su parte, no logra entender al pueblo y a sus necesidades.

Pero no nos equivoquemos, porque de esto no hay quien se salve, las élites están pasmadas, cuando apanicadas, ante un México que no entienden y que tampoco los entiende.

Lo hemos dicho hasta el cansancio, las cúpulas, en la cúpula copulan, hasta que la endogamia las termina atrofiando totalmente.

Así, cuando hablo de élites las observo en su pluralidad de expresiones económicas, políticas, mediáticas, religiosas, militares y posiblemente hasta del crimen organizado; todas ellas, hechas bolas, no saben qué hacer con un país que ya no responde a sus otrora poderes.

Los partidos, parte substancial de ellas y del problema, expresan su pasmo en candidaturas que todas juntas no despiertan más que grima. El propio López Obrador, en su papel de antisistémico, no deja de ser parte de esas élites y de su crisis. Puede que gane la elección, pero dudo mucho que pueda encabezar la transformación, siquiera, de Morena en gobierno, menos de México.

Anaya es la expresión misma de nuestra crisis de partidos y Meade de la de las burocracias doradas.

Los medios, con los calzones abajo, han hecho espectáculo en estas elecciones de su abyección sin par. Sus analistas a nómina no se creen ni ellos mismos, por más que cobren por escupir estupideces.

Las élites económicas, tan soeces y soberbias, lloran cual ratoncitos por los rincones ante la posibilidad de que los equilibrios del poder, de los que tanto se han enriquecido, cambien de signo y orientación.

Y finalmente una clase media depauperada, pero aún así beneficiada por un modelo de desarrollo que explota la desigualdad hasta extremos inhumanos, quizás por primera vez en su vida, asume su papel ciudadano, pero sin despeinarse más allá de los chats y los Twitter, clamado al cielo hasta extremos delirante por un voto útil que serene sus pesadillas.

Ahora bien, si eso es con nuestras élites, de suyo alienadas, qué nos queda; la ciudadanía que puede imponer por primera vez su agenda y poner al gobierno a su servicio y bajo su control.

De nosotros depende, pues las élites suelen recomponerse aceleradamente y colarse en el poder como la humedad.

En fin, votemos hoy como se nos pegue nuestra regalada gana, hagámoslo sin miedo y sin rencor, con la alegría de sabernos dueños exclusivos de nuestra decisión, que para eso son las democracias, aunque en su centros retumbe la tierra.


#LFMOpinion
#votoLibre
#Democracia
#Elites

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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