IGUALDAD ENTRE MUJER Y HOMBRE

Dentro del análisis que estamos realizando sobre la actual crisis del matrimonio, nos parece crucial el tema del poder y el dominio en la pareja. Por lo cual es fundamental dejar muy en claro que ambos tenemos un principio de igualdad y equidad. No hay una superioridad natural y, si ha existido esa idea, ha sido puramente cultural. Es decir el mismo ser humano la ha inventado. Y si se trata de ocurrencias de tiempos remotos, hoy tenemos la visión de un respeto pleno a la igualdad.

Desde luego que la igualdad se refiere a obligaciones y derechos, a las oportunidades de realizar actividades y proyectos de vida acordes a nuestros planes e intereses. Pues es evidente, que sí hay enormes diferencias de carácter, de modo de pensar y desde luego en el manejo emocional, diferencias que aún emanan de muchos factores culturales y de costumbres que han encasillado, al hombre y a la mujer, en estereotipos y desempeños laborales bien definidos.

Hay claras diferencias de género, pero estas no determinan que existan diferencias en cuanto a opciones de proyectos de vida y de oportunidades para desempeñarse en la vida social con total libertad.

En una relación de pareja, debemos de adoptar un absoluto respeto a la libertad del otro y eliminar cualquier vestigio de que el hombre tiene algo de autoridad sobre la mujer o viceversa.

Peor aún sería llegar a creer que el matrimonio otorga una especie de mando sobre el otro.

Que quede bien claro, en una relación es el amor el que gobierna, bajo un ámbito de libertad y respeto. En el diálogo, la convivencia y la tolerancia. Y que cualquier diferencia se resuelve en la comunicación buscando acuerdos.

En el gobierno del amor, no hay cabida para que alguno de los dos tenga autiridad sobre el otro. Por lo que nada justifica que se puedan dar órdenes a la pareja, y se tengan que obedecer. Y peor sería que se llegaran a atribuir el poder de castigar, regañar o restringir la libertad.

El más importante y valioso propósito del matrimonio es el bien mutuo de los dos, al parejo, equitativamente. Y es ayudándose, como se ejerce el verdadero amor. No tratando de mandar, someter, controlar o dominar al otro.

El amor es libertad.



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