PARRESHÍA

La leche y la magnesia

La leche y la magnesia

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Ahora que he enviado a mis temas-fijación de vacaciones, la ocasión se antoja propicia para aclarar paradas con algunos buenos y confundidos amigos. Habrá de saber el lector que para ciertas amistades este articulista es un vil y depravado monstruo antidemocrático —los más cariñosos me llaman dinosaurio—: engendro priista que con sus críticas al Presidente Fox pone en riesgo la democracia alcanzada y el promisorio futuro de la nueva Nación.

-"Hoy —me recriminan— que hemos alcanzado la libertad y la democracia en México, tus críticas ya no tienen lugar"; "Por primera vez (¿cuántas veces he escuchado eso?) tenemos un gobierno democrático, tus criticas insanas y amargas atentan contra nuestra democracia"; "Asno priista —dice uno de los no cariñosos— lo que pasa es que no sabes vivir en la democracia, ni aceptas sus consecuencias. Los verdaderos demócratas ganamos y ahora ustedes, bestias del averno, deben callar y apoyar en todo al nuevo gobierno"; "Hijito mío deja de rumiar tu bilis priista y mejor ten ojos para gozar del nuevo México", media un alma caritativa al avivar el anafre con los tamales de su "nuevo changarro". En fin, comprenderá el lector que la retahíla hila en el mismo tenor: criticar a Fox es atacar a nuestra democracia y minar sus fundamentos.

Por supuesto se equivocan y confunden la leche con la magnesia, algo, por cierto, muy común en el "nuevo México". Me explico: una cosa es la democracia y otra el gobierno producto de ella; uno el proceso democrático y nuestras instituciones democráticas y otro el desempeño gubernamental del gobierno democráticamente electo.

La democracia en México, a pesar de la perversión de nuestros partidos y las mafias de Consejeros Electorales, es sólida porque por más de tres décadas (por cierto, priistas) la fuimos construyendo en instituciones, normas, procesos, instrumentos y cultura política. Nuestra democracia no es producto de generación espontánea, no es resultado del voluntarismo providencial de un hombre, no es algo caído del cielo, como tampoco es propiedad de nadie (partido, funcionario o consejero). No, la democracia es algo que se construye todos los días por un pueblo entero. A la democracia no se arriba como a una estación de tren, la democracia no se cuelga como medalla. Nuestra democracia somos nosotros, todos, los ganadores y los perdedores y, aún, los abstencionistas.

Una cosa es la democracia y las instituciones y cultura que la hacen posible, y otra muy diferente es el desempeño en el ejercicio de la función pública del gobierno electo democráticamente. La primera, la democracia, se sostiene por la cultura democrática y participación ciudadana. El segundo, el gobierno producto de la democracia, se mide por su desempeño en la función gubernamental y en el ejercicio de las artes políticas (los nuevos funcionarios interesados en saber qué es eso favor de llamar por cobrar para solicitar cita). Es su desempeño lo que se juzga cuando se critica a un gobierno y no su forma de acceso al poder, es su capacidad e incapacidad, no el proceso electivo que legitimó su arribo al poder.

De hecho los gobiernos se miden por dos legitimidades distintas, una la de su vía de acceso y margen de triunfo electoral, la otra su desempeño en la gestión pública. La primera no garantiza la segunda y ésta no demerita aquélla. Mi padre siempre dijo que en política era más importante cómo se salía que cómo se entraba. No que no le importase la vía de acceso, pero siempre puso el acento en cómo desempeñar la función pública que a final de cuentas para acceder a ella sirven las elecciones. A lo largo de su vida pudo observar a figuras que llegaron cual Cesares triunfantes y salieron como Catilinas aborrecidos.

Luego entonces, chiquillos maravillosos y confundidos, criticar a un gobierno no es socavar los fundamentos de la democracia, es simplemente ejercitar el derecho ciudadano de vigilar y juzgar su desempeño.

Obvia señalar que similar es el error de los que afirman que apoyemos a Fox porque si le va bien a él le va bien a México. La razón es muy sencilla: Fox no es México. Quizás podría afirmarse que si le va bien a Fox le podría ir bien a ciertos grupos empresariales nacionales y extranjeros, pero ahí le paro porque a ese tema le di vacaciones.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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