El síndrome de Creel

EI presidente Fox desea que nadie salga raspado del asunto de Yucatán. To late my friend, su deseo fue rebasado aún antes de expresarse: para cuando lo dijo había ya un soberano raspado y no era el gobernador Don Víctor Cervera Pacheco, sino su secretario de Gobernación, el ciudadanizado Santiago Creel.

Nada nuevo se dicho de Don Víctor Cervera que sus biliares detractores no hayan dicho cual disco rayado desde hace 20 años. El PAN se vio obligado a encuerar su estrategia electorera y golpeadora en Yucatán, el PRD cayó (otra vez) en el más ridículo oportunismo electorero, Don Víctor, por su parte, se fortaleció en Yucatán y hacia dentro del PRI y éste encontró un elemento aglutinador. Creel evidenció su odio enfermizo contra Cervera y dejó clara su ineptitud política. El Tribunal quedó atrapado en las tenebras de Gobernación, y en el PRI se festeja, así sea consuelo de tontos, que haya un secretario de Gobernación más lerdo que Moctezuma.

Sin embargo, no debemos quedarnos en la coyuntura. Hay en realidad un hecho que debe ocupar nuestro análisis: la crisis de nuestras autoridades electorales. No puede más que resultar paradójico que en pleno festín electoral revienten por doquier crisis en donde las autoridades electorales federales y locales son los actores centrales. Y en ello radica el problema, la autoridad electoral pasó de ser un ente instrumental en uno central, al hacerlo se convirtió en la manzana de la discordia y en el centro del problema.

Hoy no hay conflictos interpartidistas en el país. Hay problemas con y en las autoridades electorales ¡Parajódico! Diría un buen amigo.

Podemos partir del IFE y en el juicio sereno y objetivo que aún le aguarda. Una vez que las festividades del 2 de julio se serenen, habrá oportunidad de evaluar al IFE por sus frutos. ¿Cuántos de sus acuerdos y resoluciones fueron echados abajo por el Tribunal, antes de que éste mismo cayera también en la dinámica Molinareana y, por ende, en el descrédito? ¿Qué fue de la denuncia por hostigamiento sexual de una empleada que, además, acusó a un grupo de consejeros antipriistas comandados por el octavo pasajero, Jesús Cantú, y que aún la sociedad espera respuesta? ¿Qué del servicio profesional electoral, sus injustos despidos, su onerosísima operación y la violación constante a su Estatuto?

Debemos seguir con el Tribunal, que echó por la borda largos años de prestigio. Se encuentra dividido, enfrentado con la Suprema Corte de Justicia, y por si fuera poco, muerto.

Pero de allí encontramos problemas en los órganos electorales de Jalisco, Tabasco, Yucatán, Nuevo León y Puebla. ¿Qué pasa? Algo muy sencillo. La autoridad electoral se convirtió en un actor político destacado, cuando debiera ser un operador modesto y eficaz. Nuestras autoridades electorales pasaron de árbitros a jugadores y hoy son presas y, a la vez, víctimas del síndrome Creel, es decir, de la pasión por el poder y el reflector.

Veamos nombres y desempeños: Creel pasa de consejero ciudadanizado y apartidista a diputado, candidato a la jefatura del DF y Secretario de Gobernación; Ortiz Pincheti, de consejero, también apartidista, transita de brazo derecho de Cuauhtémoc y Chayito a Secretario de gobierno con López Obrador; Juanito Molinar, de presidente de la fundación Preciado Hernández (PAN) pasó de consejero ¿apartidista? Y hoy es subsecretario de Gobernación (guardo con fruición sus sesudas declaraciones sobre el "eje Gobernación IFE", que ¡Oh paradojas! Hoy se revierten en contra de él y su jefe). Don Emilio Zebadúa, protegido de Cárdenas (todo mundo sabía que acordaba con él todas las semanas siendo consejero del IFE) es ahora secretario de Gobierno, según parece sin llenar los requisitos legales, de Salazar Mendiguchía.

La lista puede seguir al infinito: hubo un Consejero Ejecutivo que renunció y acto seguido, desde su oficina del IFE salió en marcha panista a registrar su candidatura para gobernador del Estado. Jaime Cárdenas es el asesor jurídico estrella del PRD (por lo que dicho partido bien podría demandarlo por daños y prejuicios), y por allí sin límite.

EI problema es que se sacralizó la función electoral, se convirtió a sus hombres en salvadores providenciales en vez de funcionarios públicos con obligaciones y taxativas. Peor aún, al erigirse la función pública en impunidad y en trampolín político (remember Jesús Cantú), se abrió la temporada de caza para oportunistas y vividores. Teniendo por único requisito ser antipriista y no saber nada del tema, los órganos electorales se llenaron de fanáticos ineptos pero voraces, además de protagónicos y parciales.

Hoy, sí, hoy, la crisis está en nuestras autoridades electorales, las que se construyeron a base de chantajes y repartos (que no acuerdos) partidistas. Lo dijimos hasta el cansancio y se nos tachó de priistas resentidos. Ahora toca al paradigma ciudadanizado, ergo Creel, lidiar con el monstruo que a su imagen y semejanza creó el chantaje panista, la enfermiza ceguera del PRD y la torpeza del PRI.

Ahora sí, que con su pan se lo coman.

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