EL IFE A LA DISTANCIA

Particomedia

Particomedia

Foto Copyright: lfmopinion.com

El affair Bazúa es una clara muestra de nuestra picaresca y miseria electoral. El personaje en marras ha tenido varios papeles, ninguno estelar, en la puesta en escena de las impugnaciones al padrón. Su primera aparición fue como uno más de los asesores del PRD encargados de desacreditar el proceso de fotocredencialización; su segunda presentación fue como científico investigador coordinando un grupo de trabajo con iguales propósitos; su tercera caracterización fue de tonto delinquiendo por probar que la ley puede ser violada; luego apareció como distinguido empresario promoviendo el antídoto contra las violaciones probadas; de allí se consumó como presidencialista para, por último, y pareciera su papel principal, representar a un mártir de la democracia, perseguido y hostigado por el aparato represivo gubernamental.

Se comenta que ya hay varios interesados en comprar en exclusiva la trama para llevarla a la pantalla grande, pero intentemos al menos pergeñar una crítica a esta obra teatral y a su personaje central, el Señor Bazúa.

El hecho de pretender como estrategia de partido desprestigiar al padrón es entendible más no justificable. La democracia, no nos cansaremos de decirlo, significa reglas del juego aceptadas y observadas por los jugadores. Pretender jugar socavando reglas, instituciones e instrumentos es un juego sucio. En fin, el electorado, según las encuestas, parece no haberse tragado todas las impugnaciones, aunque sin duda la estrategia ha rendido importantes frutos sembrando dudas, infundadas pero efectivas, sobre el Registro Federal de Electores.

Debo señalar que no soy de los que defiende al padrón contra viento y marea, pero tampoco soy de los que dogmáticamente se aferran a que a como dé lugar, tiene que estar mal porque así lo señala un partido político como verdad revelada.

El hecho de que el señor Bazúa sea un investigador en una institución de educación superior preocupa porque, si las investigaciones que se realizan en nuestros centros universitarios son para probar lo obvio, estamos realmente en problemas.

Lo anterior viene a colación en función de la tercera representación del Señor Bazúa, y tal parece su mejor: la de tonto. No se requiere investigar mayor cosa para saber que la ley puede ser violada. Está en su naturaleza la posibilidad de su violación. El deber ser, a diferencia de las leyes de la naturaleza que describen fenómenos naturales que se repiten sin posibilidad de error, como la ley de la gravedad, se refieren a la conducta humana, la cual puede ser de múltiples maneras, pero sólo debe ser de una. Si la conducta no se apega al "deber ser" no es argumento contra la validez de la norma, sino contra la conducta del infractor. La ley aunque no se cumpla, debe cumplirse, aunque no sea, "deber ser".

Armar todo un follón para demostrar que la ley puede ser violada violándola, no admite muchos calificativos además del de infractor.

En su cuarto personaje el Señor Bazúa se nos revela como un hombre de negocios que, después de violar la ley, pretende vendernos un sistema para evitar su violación. Al igual que su estrategia partidista su mercadotecnia es explicable pero no justificable. De allí salta a abonado del presidencialismo, que tanto critica suplicándole al C. Presidente de la República ordene al IFE, organismo autónomo, que desista en la denuncia en su contra.

Sin embargo, lo más lamentable de esta partidocomedia es su final, ya que parece que este triste personaje pudiese por las paradojas de la propaganda inmolarse como mártir de la democracia. Cuidémonos, pues, de no caer en su trama.

#LFMOpinión
#IFE
#Bazúa

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

Sigueme en: