PARRESHÍA

Vale más saber esperar que saber conformarse

Vale más saber esperar que saber conformarse

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En la noche del 22 de febrero el presidente Madero caía asesinado a espaldas del inmueble de Lecumberri; días después el maestro Antonio Caso escribía: "es necio declarar que la democracia no puede proponerse a nuestro pueblo para su forma de gobierno; pero es demencia querer alcanzar la perfección sin el esfuerzo combinado de las generaciones".

"Lo que comprobamos fehacientemente es que México es una democracia imperfecta, a las veces, trágicamente imperfecta; pero, así y todo, México no es una excepción entre los pueblos ni un monstruo entre las naciones. Es, simplemente, una de tantas sociedades contemporáneas en las que la democracia, a pesar de ser la única forma de gobierno posible y la sola preconizada por la justicia absoluta, no puede realizarse por completo; en la que, acaso, existen más causas negativas, más condiciones contrariantes del ideal político que ansiosamente se busca".

El parecer y el decir del maestro Caso no podrían ser todavía más actuales. Los he traído a colación gracias al recuerdo que, de unas líneas que he de citar más adelante, hiciese otro gran maestro mexicano, González Casanova, en un reciente seminario al que la Comisión de Ideología del PRI ha convocado a académicos no militantes para que diserten acerca de su reforma.

La primera sesión del seminario se podría sintetizar en el siguiente marco de referencia: Rafael Segovia señalaba que suelen ser los partidos perdidosos los que se abocan a reformas internas, por lo que no deja de sorprender la pretendida reforma del PRI, pero menos deja de ser necesaria y bienvenida; Francisco Gil, a su vez, comentaba que el propósito esencial de un partido es conquistar el poder y que para ello tiene que ser eficiente en la selección de sus candidatos, aunque ello no sea del todo democrático; terciaba Luis Rubio afirmando que las tres preguntas que había que hacerse eran: por qué reformar al PRI, para qué y cómo; él mismo se contestaba: reformarlo porque nunca ha sido en realidad un partido político como tal, reformarlo para alcanzar una democracia competida que evite inestabilidades futuras, estas dos primeras cuestiones son de interés nacional; cómo hacerlo es cuestión exclusiva de los priistas y a la sociedad en nada deben importarle los mecanismos de selección de sus candidatos y su eficiencia, siempre y cuando respondan a decisiones partidistas y no gubernamentales.

Fue entonces cuando intervino González Casanova para recordarnos que si bien el propósito de todo partido es conquistar el poder, hay que distinguir con precisión si se busca el poder por el poder mismo, o el poder para alcanzar fines políticos y sociales de beneficio general.

Y esa es una aseveración de a kilo si no se quiere que los partidos se conviertan en máquinas electoreras. En las democracias el objetivo es, sin duda, ganar el consenso mayoritario pero para ello se requiere proyecto político, solución social y estructura organizativa capaz de contender por la mayoría.

Los partidos políticos deben ser representantes y defensores de intereses sociales y políticos; y la importancia de sus programas, por medio de los cuales llamen al consenso, debe ser tan vital, o más, que la red de organización, por la cual pueden procesar su instrumentación social y política.

La democracia, pues, no es sólo un conjunto de reglas que constituyan un fin por sí mismas, por ello González Casanova nos recordaba a Caso cuando afirmaba: "para acelerar el movimiento, ya secular, de nuestra democracia han de satisfacerse tres necesidades supremas: la económica, la jurídica, la intelectual; en otros términos: no debemos pensar en poder llegar a ser un pueblo fuerte si no poseemos las tres virtudes correspondientes: riqueza, justicia, ilustración... más es inútil bregar por su consecución, si no vivimos en el ambiente propicio de la libertad".

Hoy, que hay quienes pretenden que los mexicanos perdamos la brújula y el ánimo, es necesario recordar al maestro Caso cuando escribía en días aciagos: "Es ley esencial, principio inflexible de los esfuerzos individuales y sociales, políticos y no políticos, tender constantemente hacia fines últimos y eternos, y no lograr, a pesar de ello, la plena consecución, el auge pleno de los más santos y caros ideales; pero seguramente vale más pugnar por conseguir una situación mejor, aun cuando nunca hubiere de lograrse tal estado, que contentarse con la realidad actual, imperfecta y condenable por más de una razón. Vale más saber esperar que saber conformarse".

"Todavía están lejos los hombres de poder vivir como tienen que vivir y como deben vivir políticamente; todavía la pobreza, la ignorancia y la injusticia impiden el advenimiento de la era de las democracias perfectas".

Ante la situación actual, indecisa, inquietante y dramática nuestra generación tiene que sacar lo mejor de sí misma para sumarse a los esfuerzos combinados de las generaciones, para asegurar libertad y paz, y en ellas seguir pugnando por riqueza, justicia e ilustración, que sin esas tres virtudes nuestro camino a la democracia plena será más largo y doloroso.

#LFMOpinión
#Política
#DemocraciaImperfecta

Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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