EL IFE A LA DISTANCIA

La idoneidad política

La idoneidad política

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A decir del director general del IFE, cerca de 350 de sus funcionarios han sido separados de sus puestos aun cuando cumplían con la ley: "Ha habido la voluntad de hacer algunos relevos y sustituciones, pero en modo alguno porque se estén acreditando irregularidades en el trabajo de ellos o del IFE", si no porque carecen de idoneidad política. (La Jornada, 14 y 15 de marzo).

Idóneo es tener "buena disposición, o suficiencia para una cosa". Estos funcionarios sí tenían buena disposición o suficiencia jurídica, más no política. Pero, ¿cómo se mide la disposición o suficiencia política de los funcionarios de un organismo obligado a regirse por los principios de "certeza, legalidad, imparcialidad, objetividad y profesionalismo", si no es por el cumplimiento de la ley? Al separar la idoneidad jurídica de la política, el IFE abandonó el terreno consistente de la certeza, la legalidad y la objetividad jurídicas para adentrarse al inasible mundo subjetivo de los nuevos Sabonarolas democráticos.

La ley establece que para ocupar cualquier cargo de dirección en el IFE es necesario "ser mexicano por nacimiento en pleno uso de sus derechos políticos", sin embargo, resulta que es el ejercicio de esos derechos lo que ahora se argumenta como causa de ausencia de idoneidad política. Pregunto: ¿quiénes podrán cumplir las funciones electorales, hoy vacantes, si para hacerlo se debe —según la legislación— estar en pleno ejercicio de derechos ciudadanos y por ejercerlos -según pactos cupulares- se carece precisamente de "idoneidad política"?

La misma ley requiere para ser funcionario electoral no haber ocupado un cargo de dirección partidista en un lapso que va, según la función, de 5 a 6 años, pero no prohíbe haber sido funcionario público, pertenecer a un partido o ser sospechoso de "no idoneidad política" porque simple y sencillamente estaría violando garantías individuales. El Estatuto del Servicio Profesional Electoral establece para el Cuerpo de Función Directiva los requisitos de nacionalidad y ejercicio pleno de derechos civiles y políticos; buena reputación; no tener condena por delito alguno (salvo imprudencial); no desempeñar o haber desempeñado cargo electoral en los últimos 5 años; no ser o haber sido dirigente nacional, estatal o municipal de algún partido u organización políticos en los últimos 5 años; no estar inhabilitado para ocupar cargo o puesto público y aprobar los exámenes que para el efecto se determinen.

El mismo Estatuto establece que la destitución de miembros del servicio procederá "por acciones u omisiones graves en el desempeño de sus funciones", el cual no es el caso, según el propio Dirigente General. Este ordenamiento determina también el procedimiento de destitución respectivo y otorga la garantía de audiencia al presunto infractor lo cual, nuevamente, no ha sido el caso. Adicionalmente, los miembros del Servicio Profesional tienen el derecho a inconformarse contra actos que consideren les causen agravio en su relación jurídica con el organismo y a ser restituidos en el goce y ejercicio de sus derechos y prestaciones, cuando así lo establezca la resolución al recurso interpuesto. ¿Qué sucederá si estos 350 políticamente "no idóneos" funcionarios ejercitan el recurso de reconsideración?

¿Cómo sustentar las destituciones en la no "idoneidad política" y no en "acciones u omisiones graves en el desempeño de sus funciones"? ¿Estamos acaso ante el estreno de una discriminación política inédita, una capitis diminutio que el órgano electoral impone a quienes ejercen sus derechos políticos y cumplen sus obligaciones cívicas?

Los nuevos funcionarios que suplan a los defenestrados deben cumplir los extremos de la ley, ¿va el IFE a aplicar el Estatuto del Servicio Profesional? ¿Abrirá a concurso los cargos que queden vacíos? ¿Le alcanzará el tiempo para hacerlo antes del 21 de agosto? Y, hecho ello ¿quién asegura que los derechohabientes sean políticamente idóneos, si los parámetros legales sólo atienden a la idoneidad jurídica? ¿Cómo salvar la antitesis entre el requisito legal de estar en pleno ejercicio de sus derechos políticos y el maximalismo cupular de negar idoneidad política por ejercerlo? ¿Cómo evitar, por un lado, que la relación de trabajo entre el funcionario políticamente idóneo y el IFE no viole el artículo 5o. constitucional que estipula que los contratos de trabajo no podrán "extenderse en ningún caso, a la renuncia, pérdida o menoscabo de cualesquiera de los derechos políticos o civiles", y por otro, menoscabarlos para lograr "idoneidad política"?

P.D. Mayúscula fue mi sorpresa al encontrar en la iniciativa de reformas al COFIPE que de los requisitos para ser funcionario electoral se reduce la prohibición de haber ocupado cargo de dirección partidista de 6 a 3 años, cuando el reclamo que impulsa a ésta es el supuesto partidismo de las actuales autoridades. ¿Es esto un carnet de acceso al IFE para Jorge Alcocer? Me congratularía que pudiera acceder al Instituto pero resulta extraño que lo que aplica —más allá de la norma— para calificar la idoneidad política de los actuales funcionarios, no aplique, y hasta se atempere la hipótesis jurídica, para otros.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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