PARRESHÍA

Confusión

Confusión

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Fin y forma.

Una cosa es clara, reina la confusión.

Se propone la lucha contra la corrupción y por la austeridad, la veracidad y la no traición. Y se les propone como objetivos de gobierno y destino de la Nación.

Pero, ¿son estos objetivos en sí mismo, o imperativos de conducta?

Me explico, no es lo mismo generar y distribuir riqueza, garantizar salud, asegurar justicia, generalizar alimentación, esparcir conocimiento, fines todos ellos de la convivencia humana, a la obligación de hacerlo sin corrupción, sin dispendio, sin secreto, sin mentira y sin trampa.

Los primeros son objetivos que se pueden precisar en monto, tiempo, lugar y meta, por ende, se pueden medir y evaluar. Cuántos empleos se crearon, cuál es el ingreso medio del mexicano, cuántos educandos salen de qué niveles educativos y con qué promedio de calificación; cuál es la natalidad y mortalidad en México, cuál su infraestructura hospitalaria, cuántos delitos se castigan con sentencia definitiva.

Ahora hablemos de corrupción. ¿Es posible decir que se va a acabar con ella, cuando la violación de la ley es uno de los supuestos de la hipótesis legal? La ley expresa un deber ser, una conducta ideal, un valor hecho mandato en pos de un objetivo, a la luz de un acuerdo social. Pero todo deber ser puede no ser. La conducta del hombre no es como la piedra que no puede mas que caer por la ley de la gravedad una vez que la lluvia socava la tierra que la sostenía en la cima de la montaña. Por el contrario, el hombre puede cumplir o no la ley. De allí que la ecuación legal sea: para que un fin sea, una conducta debe ser y, si no lo es, una sanción debe ser.

La corrupción es una perversión, una torcedura, una especie de violación del deber ser. La única manera de acabar con ella sería acabar con el libre albedrío del ser humano, con su libertad de conducta. Por tanto, la no corrupción es un imperativo de conducta, pero su erradicación total no puede ser materialmente un objetivo. Se podrá decir que el fin es lograr que se sancione en todo caso que se produzca pero, incluso en ese supuesto, su presencia siempre estará atada a la consecución de otros fines sociales, como la educación, la alimentación, la salud, la justicia, la administración de recursos públicos.

¿De qué serviría la no corrupción per se, sin verse asociada a algo más? Se requiere gobernar sin corrupción, pero gobernar es la finalidad y la no corrupción es el imperativo del buen gobierno. Menester es producir y distribuir la riqueza con justicia, tal es el fin y la condición es hacerlo sin corruptelas inmiscuidas.

Lo mismo podemos decir de la austeridad. Ser austero es un fin en sí mismo, o es un imperativo de conducta.

Con no mentir y no traicionar sucede lo mismo, deben de ser formas de actuar en la vida productiva política, económica y social.

Unos son objetivos, otras formas de consecución.

De qué sirve un gobierno no corrupto, austero, veraz y recto que agote su ejercicio en ello.

Alguien dijo que la libertad por sí sola no es suficiente, se puede ser libre para morirse de hambre. De igual manera, no basta no ser corrupto si la sociedad no encuentra en sus autoridades la satisfacción de la razón de ser de vivir juntos bajo un Estado.

Insisto una vez más en Maquiavelo, que decía que un Estado inseguro es una contradicción en sus términos, ya que el Estado se instituye para garantizar seguridad en la vida, familia, propiedades y bienes del gobernado. De qué le sirve a éste un gobierno no corrupto y austero, sin seguridad, o sin educación, o sin planta productiva, o sin salud, o sin servicios urbanos.

Permítanme poner un ejemplo relativo a las instituciones, no es lo mismo crear un INFONAVIT, un Seguro Social, un INE o un INAI, al Instituto para devolverle al pueblo lo robado. Primero, porque si tu razón de ser es acabar con el robo de corrupción, pronto ya no habrá nada que devolverle al pueblo. Lo segundo radica en que ese instituto no genera nada significativo que cambie de fondo la vida de la sociedad. Visto inclusive en montos, lo que genera en sus sobredimensionadas subastas es insignificante en el presupuesto nacional. Qué caso tiene vender un auto de lujo y tres relojes, si no hay medicinas en los hospitales, o cubre bocas para los médicos.

De allí que sea tiempo de poner cada cosa en su lugar. Un gobierno no puede tener por fines medios, imperativos, condicionantes. No demérito los segundo, al contrario, los defiendo, pero en sus méritos y alcances.

Don Mariano, dicen, fue un hombre de principios, jamás peco ni con el pensamiento, pero su familia murió de hambre porque en lugar de proveer en su casa, dedicaba sus días y noches en inculcar principios y ponderar valoraciones.



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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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