LO DE HOY

Jamás callar

Jamás callar

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Inhumanos.

En su obra "1968. El año que conmocionó al mundo", Mark Kurlansky sostiene "todo el mundo tiene la obligación de plantar cara a lo que está mal, y (…) cualquier excusa para el silencio resultará, en la despiadada memoria de la historia, tan patética y culpable como los jerarcas nazis en los juicios por los crímenes de guerra, donde alegaban que tan sólo cumplían órdenes."

Las órdenes de Himmler son de suyo inconmensurables: "lo que esperamos de vosotros es algo sobrehumano, esperamos que seáis sobrehumanamente inhumanos." (Citado por Arednt)

Lo "sobre" e "in" humano se hacía valer por la tarea única, histórica y milenaria del nazismo. La tarea del "cambio" invertía los instintos. Arendt lo explica así, en lugar de cuestionarse "¡Qué horrible es lo que hago a los demás!, decían: ¡Qué horribles espectáculos tengo que contemplar en el cumplimiento de mi deber, cuán dura es mi misión!"

Ojalá y nunca lleguemos a eso.

Ojalá no haya en nuestro futuro un Montesinos que nos reclame ante la muerte por decenas de miles de mexicanos, ya por enfermedad, ya por violencia: "¿Éstos no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís?"

Lo peor que nos puede pasar es dejarnos de asombrar, de ofender y de doler por la muerte de mexicanos como moscas. No es un problema de alarmismo mediático. Lo es de humanidad.

Lo más lamentable a lo que podemos caer es en politizar las muertes de hermanos mexicanos para terminar borrándolas por incomodas a una tarea que tenga por costo el ser "sobrehumanamente inhumanos".

Jamás callar.


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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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