PARRESHÍA

Mérito

Mérito

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Beca, gobierno y política.

Ya hemos escrito sobre beca y gobierno. Hoy abordamos el tema del mérito en ambos casos.

Partamos del vocablo. Mérito, del latín meritum: “premio, recompensa”. De meritus: “merecido”, participio pasivo de merere: “ganar, merecer”.

Veamos ahora merecer: “tener derecho a, hacerse digno de (premio o castigo)”, del latín vulgar , del latín merere, mereri: “ganar, merecer, recibir una parte”. De alguna manera el mérito se conquista.

Tres son las acepciones de mérito según la Real Academia de la Lengua Española: Acción o conducta que hace a una persona digna de premio o alabanza. Derecho a reconocimiento, alabanza, etc., debido a las acciones o cualidades de una persona. Valor o importancia de una persona o de una cosa. Digno de premio y reconocimiento. Valor o importancia.

Bien, beca, ya lo vimos, es un subsidio para estudios o investigaciones, probablemente del hebreo beqa', unidad de peso antigua.

Luego entonces, si la beca es una subvención, “ayuda económica que se da a una persona o institución para que realice una actividad considerada de interés general”, menester es que la ayuda responda a la realización de la actividad subvencionada. Hay, pues, un quid pro quo: “una cosa por otra”. Dar a cambio de nada no sería subvención, sino limosna por caridad.

En ese entendido, la beca responde al mérito en el tenor de premio, recompensa, merecimiento. De allí que el otorgamiento de becas imponga requisitos de capacidad y rendimiento. Suficiencia y resultados. Quien no acredite ser apto no será meritorio de una beca. Quien, adquirida ésta, no evidencie cabal desempeño o uso del mérito, lo perderá.

Benemérito (benemeritus), digno de galardón, bien ameritado.

Así, la beca, es un merecimiento y un beneficio por un esfuerzo realizado.

Si bien la beca es una ayuda, es una ayuda condicionada a merecerla. Ayudar por discapacidad, edad, sexo, situación económica, simpatía, caridad o cálculo político no es estrictamente becar.

La beca no es graciosa ayuda, es mérito conquistado.

Se dirá que el término es lo de menos, pero no es así. Dijimos que mérito tiene una acepción de premio y reconocimiento, pero también de valor e importancia de algo o alguien. En materia de gobierno cada cosa debe ser procesada en sus méritos, es decir en su valor e importancia intrínsecos.

Esto es del mayor significado hoy en día, ya que los asuntos no se abordan en su entidad y circunstancia. Generalmente se asocian a otros temas supuestamente relativos para fugarse de ellos y en vez de afrontarlos nos solemos perder en lugares comunes, proclamas ideológicas o alarmantes patologías.

Y es aquí donde entra el mérito en materia de gobierno. Si a la ayuda incondicionada se le llama beca; a la fuga solución, a la polarización, política y a la corrupción de casa, aportación, nos adentramos a un laberinto de Babel, donde no nos comunicamos y sí extraviamos en la oscuridad del no entendimiento.

El mérito debe existir en toda beca y todo en política debe procesarse en sus méritos. Beca, política y mérito son conceptos indisociables.

A fin de cuenta, en política lo único que cuentan son los resultados dignos de mérito al reconocimiento o al castigo. La gobernabilidad de hecho tiene un mérito de origen, que es la legitimidad con que se llega al poder, generalmente el voto democrático, y un mérito de desempeño, que es la eficacia cotidiana en el ejercicio del poder, con que se enfrenta el juicio inapelable de la historia.

Empecemos por nombrar las cosas en su mérito y significado, no en su ocultamiento.

Ver también “Educación punitiva”.





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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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