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El político narcisista

El político narcisista

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Poder y locura.

Tu mirada es sólo para mí, es su único destino, soy el protagonista de tus ideales y expectativas. Piensa únicamente en lo que yo pienso, te tienes que convencer que mis ideas son superiores a las tuyas.

Entrega tu voluntad a la mía, estás limitado y no puedes hacer lo que yo sí puedo.

Eres muy importante en mi mundo, pues eres uno más de los convencidos seguidores que me admiran y reconocen lo grandioso que soy.

Entre más me quieres; más me quiero a mí mismo. Suelta tu libertad, que yo la atrapó a mi placer y escribo, una nota anticipada, de la gloria de ser amado por la historia.

Mírenme todos, la muchedumbre me aclama, porque soy enviado especial a cumplir una misión frente a ustedes, para cambiar la vida miserable que vivían, hasta que ahora he llegado a salvarlos de la tiranía del sufrimiento y la maldad.

Cómo es que se resistieron tantos años a aceptar que soy el líder que tanto esperaban. Ahora sí, ya están convencidos de que soy lo que tanto anhelaban.

El político narcisista ya no se corrompe para adquirir bienes materiales y gozar de privilegios sociales; ni de vestirse con prendas de alcurnia y derrochar las venas de sangre azul.

Hoy en la sociedad de consumo el político se corrompe para vestirse de glorias anticipadas y desear ocupar una página de la historia, y se reconozcan sus hazañas y talentos. Ya no quiere bienes, quiere estatuas y placas que trasciendan de canten que fue un gran hombre, visionario, casi profético, un iluminado que ha llegado a dar una luz especial a los desperdigados ciudadanos que tentaleaban a oscuras el destino de sus vidas.

Heme aquí, esclavos de su mansedumbre. Ha llegado el solsticio de su invierno y como golondrina que anuncia el verano, llego a tiempo para rescatarlos de la tiranía del miedo y la corrupción.

Así un narcisista ve en el espejo futuro de la historia el rostro glorioso de su talento, de sus agallas para vencer a los temible enemigos y recibir los aplausos anticipados que exige merecer, antes de que no sirvan de nada en la tumba y en la fría estatua de la rotonda de los hombres ilustres, a la que su ansia de grandeza lo impulsa a conquistar.

Enamorado de sí mismo y su imaginario papel en la historia, forja una cadena de sumisos arlequines que lo siguen como rebaño, echándole pétalos de alabanza y danzando con frases de pura lisonja.

Necesita del incienso para que le sepa el día a la gloria que ya vive como sueño en su trastornada fantasía.

Lacayos, bufones y serviles siervos que se arrastran por unos cuantos mendrugos de pan, que el narcisista les lanza, para que sigan creyendo que a sus pies llegarán a saborear las mieles del paraíso terrenal.

El narcisista vive del aliento del obediente conformista y lo desecha. Y al que no le aplauda sus estupideces lo arroja a la pila de los inútiles.

Así que estemos pendientes de no dejar que esta estirpe de enfermos se adueñen de las arcas del poder porque harán más destrozos que beneficios.

Primero estarán ellos y al fin y al cabo la sed de gloria hará que todos seamos el medio para alcanzarla.

Arrasará con todo aquello que intente siquiera opacar el pulcro espejo donde se mira, encantado, consigo mismo.





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Guillermo Dellamary

Guillermo Dellamary

Dr. Guillermo Dellamary Soy un psicólogo, filósofo, con más de 30 años de experiencia y buscando ayudarte a vivir tu vida de una mejor manera.

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