PARRESHÍA

Cumbre en el socavón

Cumbre en el socavón

Foto Copyright: lfmopinion.com

Babel y polarización

Nadie puede negar que el mundo requiere un nuevo orden en todos los sentidos, desde el económico y social, hasta el ambientalista e ideológico. Caminamos en tinieblas. Ni duda cabe.

A diferencia de otros tiempos, donde las apariencias pudieron engañarnos con una perspectiva de certezas inamovibles; hoy todo muda, y lo hace vertiginosamente.

La sociedad líquida de Bauman, esa que cambia constantemente, como el agua que adquiere la forma del recipiente que la contiene, bien pudiéramos describirla hoy como Tsunami. "Surfeamos", para seguir con sus símiles y metáforas baumianas, sobre una ola gigantesca llamada caos.

Ante ello, es difícil ponderar con certeza los logros de la reunión de la CEPAL celebrada ayer en México, con la mitad de sus miembros; presencias deleznables, protocolos rotos o manidos, reclamos tan severos como fundados, quimeras espaciales, ideologías trasnochadas y realidades lacerantes.

No puede ser de mayor contradicción los reclamos al norte del continente, que van desde el extremo de opresor, bloqueador y hambreador, hasta el de salvador obligado. No te metas, se le reclama, pero manda vacunas y fináncianos.

Contraste ineludible también es la presencia en la agenda de un proyecto espacial cuando las necesidades más elementales de sus poblaciones carecen de perspectivas mínimas en el corto y mediano plazo.

Ineludibles los rezagos sociales, corrupciones, quiebras sanitarias, demagogias y, desgraciadamente, déficit en libertades, derechos y democracia en algunos países; palpitaciones autoritarias en otros, personajes de caricatura en muchos, sobreideologización en toda la región y polarización generalizada.

Pero algo, supongo, será digno de rescate de lo acontecido ayer sobre esa mesa, y ello, creo, debe ser la búsqueda de un nuevo entendimiento.

No creo que hayan empezado con el pie indicado, pero más por forma y protagonismos, que por necesidades y realidades. Latinoamérica y Caribe requieren otra interlocución. Tal pudiera ser la conclusión de lo que vimos ayer. Empezando por casa.

Interlocución que demanda seriedad, cordura y visión de estadista y del mundo. Interlocución que debe partir de reconocer y respetar nuestras diferencias y no querernos fundir en sueños históricos y calenturas de poder.

Estados Unidos no puede ver esto con los anteojos de la Guerra Fría y, ni siquiera, con la cruda de Afganistán. Biden requiere de una fuerte dosis de desaprendizaje para poder empezar a leer lo que palpita al sur de sus fronteras.

Una cosa debe quedarnos clara, aunque habrá que entenderla en el contexto actual y no en el que fue dictado hace dos siglos: América (es) para los americanos, no para los "americanos" que en aquel entonces se apropiaban del gentilicio, tampoco para los próceres del destino manifiesto, menos para quienes ven en nuestro continente dos versiones irreconciliables del mundo, de uno y otro lado del espectro; sino porque en el mundo que se avizora, posiblemente las diferencias de hoy, que distinguen a una América rica de otra depauperada, posiblemente mañana sea solo de niveles de pobreza.

Los muros, sociales, políticos, económicos, ideológicos y hasta físicos que separaban naciones, hoy abisman a nuestras propias sociedades al interior.

La polarización, lo vimos ayer, no conduce a nada. De allí que hurguemos en los resultados de esta cumbre en el socavón.

América toda debe voltear a ver la Babel que ayer fue la CEPAL, aprender de ello y abrirse a una nueva interlocución continental.

¡Aún es tiempo!

O estaremos condenado a un diálogo entre sordos, iluminados, delirantes, rencorosos y dictadores de opereta.


Publicado en The Búnker.

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Luis Farias Mackey

Luis Farias Mackey

Ser o no ser, preguntó Hamlet. ¿Soy éste que soy?, preguntó Quetzalcóatl. ¿Vivo yo todavía?, preguntó Zaratustra. La primera es una opción binaria: sé es o no sé es. La segunda es la trama de la vida misma: ser lo que sé es. La tercera es descubrir si, siendo, efectivamente aún sé es. Vivir es un descubrimiento de lo que sé es a cada instante. Porque vivir es hurgar en el cielo y en las entrañas, en los otros -de afuera y de adentro-, del pasado y del presente, de la realidad y la fantasía, de la luz y de las sombras. Es escuchar el silencio en el ruido. Es darse y perderse para renacer y encontrarse. Sólo somos un bosquejo. Nada más paradójico: el día que podemos decir qué somos en definitiva, es que ya no somos. Nuestra vida es una obra terminada, cuando cesa. Así que soy un siendo y un haciéndome. Una búsqueda. Una pregunta al viento. Un tránsito, un puente, un ocaso que no cesa nunca de preguntarse si todavía es.

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