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Los símbolos y los ídolos

Los símbolos y los ídolos

Foto Copyright: lfmopinion.com

Símbolos e ídolos pueblan nuestro imaginario y pertenencia, nos explican y cuidan; son a la vez máscara y delación.

Con el rímel corrido y los ojos amoratados, Carmelita de Iztacalco llora desconsolada con klinex en mano. “¿Por qué se nos fue? Mi tocaya a quien tanto queremos…”

Unos días después, la parca implacable se llevó al gran mariachicantor Chente. Un hombre de Guadalajara, llorando a los cuatro vientos berreaba desconsolado, a pesar de su playera del Atlas, se entiende que quiere llevarlo siempre en su corazón, a punto de desfallecer también.

Desde Quetzalcóatl adoramos lo que representan los símbolos y los ídolos; no importa que, en ocasiones, se hayan vinculado a lo demoniaco.

En la Conquista de la Nueva España, con la cruz y la espada en cada mano, a caballo y en los 300 años de dominación colonial en América Latina, se combatieron las deidades y creencias autóctonas diferentes al dios blanco, barbado, al Cristo crucificado. Al verdadero que sustituyó la infidelidad y la inaceptable idolatría e ignorancia de los vencidos.

Para los conquistadores los indígenas no tenían alma, así que por la ineludible evangelización justificaron atrocidades y muerte. Abusos y esclavitud, la viruela, la sífilis y sus bubas diezmaron también la naturaleza de los conquistados

Con sus antiguas creencias arraigadas, cuando los indígenas continuaron rezando a Huichilobos y a Tlaloc, cuyas figuras escondidas dejaron en los pilares o altares de las catedrales católicas que construyeron, apareció la Virgen María de Guadalupe en el cerro del Tepeyac.

Desde entonces todos los mexicanos somos guadalupanos. En tanto, hacia 1810—1821, la Virgen de los Remedios, protectora de los españoles, regresó a la península Ibérica.

Como se sabe, la nuestra fue más influyente a favor de la causa de independencia y bajo su manto y protección ya llevamos más de dos centurias como república libre y soberana.

En este último 12 de diciembre, día de la Virgen Morena y a pesar de la pandemia, alrededor de tres millones y medio de fieles visitaron la Basílica para agradecer y solicitar. Para rezar y cumplir penitencias. Regresó el fervor.

Nuestra historia, nuestros valores comunes, hacen que con determinados símbolos e ídolos nos identifiquemos como mexicanos, incluso a pesar de nuestras enormes diferencias. Sabemos que un mexicano nunca dejará de serlo, no importa que viva en Indochina o en la Conchichina.

Sin embargo, en verdad no somos los únicos orgullosos de nuestra identidad nacional, lo mismo se vale decir para el resto del mundo.

Cada quien se identifica con su bandera, su himno, su comida típica, su religión, sus costumbres y valores. Con sus vírgenes y sus dioses.

¿Qué hace que un francés se emocione con el azul, blanco y rojo? Los mismos colores de la bandera estadounidense, de la Gran Bretaña, de Holanda, ¡de Rusia!, sólo que dispuestos en diferente orden y composición.

Los italianos y los mexicanos tenemos el mismo verde, blanco y colorado, pero nosotros con el águila y la serpiente en medio. Tal vez por eso las películas de Fellini retratan reuniones familiares italianas que pudieran haber sido filmadas de Saltillo, Toluca o Coyoacán.

En la mayoría de los países y regiones, las banderas, los himnos y cantos, la religión o religiones, el idioma, la alimentación, las principales costumbres y prácticas sociales desde la circuncisión masculina y la femenina, el matrimonio entre jóvenes adolescentes, las fiestas regionales y celebraciones patrias por ejemplo, son también símbolos de unidad nacional, de respeto y reconocimiento.

Lamentablemente son en ocasiones motivo de guerras y revoluciones internas. De desavenencias entre iguales. De mitos y leyendas.

También son parte del orgullo nacional que inflama la capacidad guerrera de los pueblos, como Las Cruzadas en la Edad Media, para recuperar Tierra Santa bajo el dominio del Islam desde el siglo VII y que significaron también persecución y muerte contra los ‘diferentes’, como los judíos, rusos y cristianos griegos ortodoxos, con otros valores (o antivalores) y otros símbolos no identificados con el Occidente.

Cabe recordar que en algunas sociedades se subraya que no se adorarán jamás símbolos e ídolos por ningún motivo. No lo consideran necesario dado lo etéreo de sus creencias, fundamentos, vínculos y relaciones. Y también tienen razón, es la busca de la libertad

Sabemos que, durante la intervención estadounidense en Chapultepec, un joven cadete del H Colegio Militar se enrolló en la bandera tricolor y se aventó al vacío, en un gesto inútil, pero de enorme significado heroico, al ofrendar su vida por su amor a lo suyo, a sus creencias, a la libertad de su Patria y como protesta ante la superioridad militar del enemigo.

En esa trágica invasión, un regimiento enemigo de irlandeses, se sumó al lado mexicano y fueron masacrados. Hoy se les recuerda en la Campestre Churubusco como los Héroes del 47. A todas luces su identidad con el ejército estadounidense no fue determinante para asegurar su lealtad frente a las razones de lo mexicano, por justicia o simpatía, o, probablemente por el valor mismo de un acto heroico incomprensible en medio del caos. Al caer la tarde, la bandera irlandesa ondeó dignamente en nuestro territorio ocupado: verde, blanco y naranja. Siempre lo agradeceremos.

Como se sabe, la historia la escriben los vencedores… y la confirman las élites dominantes para consumo de los demás.

Los símbolos incluyen lo relacionado con las creencias y mitos de las diferentes civilizaciones existentes. Son parte de la cultura de cada pueblo y pretenden representar la totalidad nacional o regional.

Por ejemplo, entre los griegos, Zeus, el padre o principal de los dioses, es el cielo, el águila y el rayo. Poseidón, el mar, el tridente y el caballo. Hera, la esposa y hermana del padre, el pavo real, la diadema y la vaca. Afrodita, la diosa del amor, es la rosa, la paloma y la concha. La arquitectura, el búho, la cabeza de medusa son los símbolos con que se identifica a Palas Atenea o la sabiduría.

Los griegos son los iniciadores de la civilización Occidental. Son los creadores de la democracia, como un pacto entre clases para combatir a los tiranos.

Nos asomamos al pasado y descubrimos el futuro, junto con Jano y sus máscaras o el Progreso con la certeza de abrazar símbolos que nos identifican.

Somos frágiles como lobos solitarios y necesitamos de ídolos para reafirmar nuestra pertenencia social.

Paradójicamente buscamos la ‘Libertad’ y esa misma responsabilidad nos abruma.

¡Para todos mis amables lectores deseo ¡muchas felicidades y éxito en 2022!


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Arturo Martinez Caceres

Arturo Martinez Caceres

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