PROHIBIDO PROHIBIR

Desolación

Desolación

Foto Copyright: lfmopinion.com

El caso se repite por millones en todo el mundo, en espera de la evaluación de ser intubado o no.

Hoy por la mañana hice una cita médica, me preguntaron mi nombre, fecha de nacimiento, número de seguro, curp, que si me sentía bien (sic), que si he tenido calentura, que si ya me vacunaron, con una o dos dosis y el refuerzo, que si he estado cerca de personas contagiadas, que si estaba embarazado (pregnant no tiene género en inglés). A todo contesté mecánicamente, menos a la última.

Señorita, dije alzando la voz, cómo voy a estar embarazado si soy hombre y aunque me hubiera gustado estarlo es físicamente imposible. Además, como se da cuenta por mi edad estoy viejo, vaya estoy envejeciendo rápidamente y quiero terminar con dignidad.

Antes arreglé las cosas con el notario, que como saben, contestan ellos cuando se les da la gana. Si no, que lo diga mi vecino que ha tratado de realizar la liberación de una hipoteca ya pagada y lleva ya casi dos años en ello. Que la pandemia, que el Registro de la propiedad está cerrado. Que se enfermó la secretaria. Que la manga… Me dicen que son magos en buscar pretextos, los notarios.

Se que más pronto que tarde me iré de aquí. He tratado de ser lo mejor que he podido en mi vida. Tengo en la piel la herencia de mis padres y abuelos de ser un hombre comprometido con las mejores causas de libertad y trabajo. He sido un privilegiado rodeado de amor y afecto. Lo mismo que reparto siempre que puedo.

Aún hoy algunos me han envidiado y con sorna emitido una risita de burla cuando se enteran, gracias a la traición de alguien que consideré mi hermano y amigo, que a los cuatro vientos contó que yo era como soy, por el consentimiento de mi madre. Imagínese, dijo, le calentaban las toallas para secarse al salir del baño, “para que el niño, no sintiera frío”.

Pero no quiero desviarme de lo principal. Escribo a ustedes, queridos hijos míos, para decirles lo que ya saben. Ha sido un privilegio ser su padre. Aunque bien dicen ahora que ustedes nos eligieron a su madre y a mí. Ha sido un orgullo tenerlos.

Saben que los quiero mucho y que incluso soy culpable de su frustración por no soltarlos más temprano. Ahora ya es tarde, se fueron para bien cada uno a hacer su propia aventura. Ya tienen buenas herramientas y estoy seguro que triunfarán más temprano que tarde. Sé que lo que más importa es que serán victoriosos frente a ustedes mismos y a sus hijos.

En esta rueda de molino, me veo frente a mi padre y agradezco su influencia y sabiduría para enseñarme a disfrutar la música, los libros, a luchar siempre por la verdad. Reconozco que tuvo razón, me criticó cuando pudo porque nunca hice huesos viejos en mis empleos. Y como no, si renuncié varias veces por el canto de las sirenas, o porque el secretario fulano de tal era un procaz o a mí me lo pareció.

En fin, ese tiempo pasado ya pasó. Tal vez fueron algunas oportunidades desaprovechadas por buscar un mejor horizonte por más lejano que estuviera.

Lo que verdaderamente disfruté fue dar clases en la Universidad, en la verdadera, la UNAM. Mi clase terminaba a las diez de la noche y nadie se movía de su lugar, profesor, oía yo, si no le importa, quisiéramos continuar un rato más.

También recuerdo con agrado mi tiempo en un banco de desarrollo que me llevó al Brasil a dar un curso de organización municipal. Fue cuando el sismo del 85 y yo no me enteré hasta más tarde, cuando pude hablar con familiares y me dieron una descripción detallada de la tragedia. En la plenaria, unos días después, el representante de los EUA que me antecedió en el uso de la palabra se excedió, a mi entender, con su discurso subliminal conocido: “ya enviamos a los ‘marines’ para ayudar y van con víveres y equipo médico”.

En mi turno agradecí la solidaridad y recordé que esta tragedia muy grave, la superaríamos como otras en México, porque en nuestra América Latina estamos ya acostumbrados, hemos aprendido a vivir de crisis en crisis. Resolviendo lo inmediato.

No se bien si fue la emoción por lo ocurrido o mi pasión, la cosa es que me aplaudieron mucho y unos estudiantes se acercaron para invitarme un ‘chopp’ (versión carioca de una jarra de clara), en un bar de la Rua Vinicius de Moraes, donde un conjunto tocaba la música de mis amores.

Esto es un pequeño triunfo de su padre que quise compartir y que muy probablemente ya lo han escuchado varias veces.

Así como mi padre no ha muerto, mientras lo recuerde, así ustedes recordarán algunas de mis aventuras para sus hijos.

He tenido errores, desprecie en exceso el dinero y pensé que siempre habría. Ahora, ya viejo, estoy atado a un trabajo monótono y con algún jefe insufrible e insolente.

¿Quién nos da trabajo a los más viejos? Si somos ya ancianos a los cincuenta. Úsese y tírese es la norma de esta modernidad.

Aún son ustedes hijos míos, la fuente de mi fortaleza para seguir en este compromiso vital. Su madre ha sido mi verdadera inspiración y la he amado todos los días desde que la conocí estudiando francés, cuando la traté de impresionar con mis lecturas, mi admirado cine italiano Y mis poemas robados de un tal Neruda. La seducción funcionó.

He tenido, gracias a ella, una vida fantástica y amorosa. Una cama siempre limpia y acogedora.

Por ello mismo, agradezco a quienes los quieren a ustedes. Les recuerdo que se trata de un compromiso de todos los días. Y mientras más besos haya mucho mejor.

A lo largo de muchos años he tratado de practicar con el ejemplo. No se rindan, luchen lo que sea necesario.

Agradezco tener mi balcón, que en realidad es un jardín de buganvilias que crecen por todos lados. Los atardeceres rojos, naranjas, violetas y la champaña, los Latour, los Barolo y alguno de los vinos mexicanos que recomienda mi amiga Yaya Bond.

He de reconocer, queridos hijos que yo les agredí alguna vez cuando malamente perdí la paciencia por tonterías. Discúlpenme.

Amor mío, mujer: Déjame retomar el ritmo de tu voz
para deshacer las trabas y disfrutar tus cantos,
la mágica poción
para beberla juntos

la sonrisa alada de nuestra comunión
.

Y colorín colorado, aquí postrado en el hospital, en este cuento de nunca acabar espero al médico antipandemia que habrá de evaluar si vale la pena intubar. Si salgo de ésta los voy a abrazar, fuerte, muy fuerte.



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Arturo Martinez Caceres

Arturo Martinez Caceres

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