LO DE HOY

Muñoz Ledo

Muñoz Ledo

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Más sabe el viejo por viejo que por diablo y para que la cuña apriete tiene que ser del mismo palio.

Entrelazando
Columna invitada




Hablar de Porfirio Muñoz Ledo es hablar de un político profesional formado, no solo en el aula universitaria, sino también en los espacios donde se abreva el ejercicio del poder, como son los partidos políticos, las responsabilidades gubernamentales y la representación del país en foros internacionales, durante 52 años de vida pública.

En otras palabras, en un lenguaje muy coloquial, Porfirio Muños Ledo “es una sábana muy miada”, es decir, un personaje que ha vivido infinidad de vivencias y experiencias políticas a lo largo de su trayectoria profesional.

No se asusta de nada. Ni le da miedo con quien se va a enfrentar y, mucho menos, mide sus palabras y disiente ante su interlocutor cuando no comparte la misma perspectiva respecto al presente del país.

Bajo esa vestimenta, Porfirio Muñoz Ledo transita por los entretelones de la política nacional desde los años setenta hasta la fecha sin más espada que su propio talento.

Con Luis Echeverría vivió la egolatría y la añoranza del poder. Con José López Portillo, el glamour y el nepotismo del poder. Con Miguel de la Madrid, la mediocridad del poder. Con el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, la aventura de la transición democrática del país. Con Carlos Salinas de Gortari, el centralismo y la innovación del poder. Con Ernesto Zedillo, la pluralidad de la vida pública del país. Con Vicente Fox, el desencanto del “cambio”. Con Felipe Calderón, el voluntarismo del poder. Con Enrique Peña Nieto, la mercadotecnia del poder. Y, con Andrés Manuel López Obrador, la megalomanía del poder, al inventarse su propia estatua llamada cuarta transformación, para estar a la par de Benito Juárez, Francisco I. Madero y Lázaro Cárdenas.

En suma, el cohabitar con distintas personalidades presidenciales y con figuras públicas nacionales e internacionales, le da la agudeza para definir los estadios que ha vivido México.

Con esa historia sobre sus hombros, tiene la calidad moral para expresar sin ambages lo que representa la estrategia de “Abrazos y no Balazos” para combatir el crimen organizado el gobierno de López Obrador.

Y, así, señaló “que el contubernio o alianza con el crimen organizado, no es heredable”, poniendo al inquilino de Palacio en una posición incómoda respecto a su honorabilidad política.

Lo expresado por Muñoz Ledo no es un asunto senil, como lo censuro López Obrador, sino, más bien, sus declaraciones dan color a las imágenes públicas conocidas y comentadas en los medios convencionales y digitales sobre la manga ancha con que se mueve en el territorio nacional el crimen organizado.

En esa lógica, coinciden los señalamientos del General Glen Van Heck, al afirmar… “que una tercera parte del territorio nacional está controlado por fuerzas del crimen organizado”.

No es casual que las declaraciones de Porfirio Muñoz Ledo no se queden en el nivel de la estridencia, porque, más bien, sus afirmaciones develan los secretos de Palacio Nacional sobre un tema tan escabroso para su inquilino, por desestimar lo que es evidente: un crimen organizado que asume la personalidad de un gobierno de facto, que hace y deshace no solamente en temas comunes, sino en darle un valor agregado a sus tareas cotidianas: controlar el mercado local en perjuicio de la población bajo la complacencia de la autoridad.

Decir: “No es para tanto”, es invitar a la población a que haga su vida cotidiana bajo el paraguas del crimen organizado.

Por eso el valor del discurso de Porfirio Muñoz Ledo de exhibir sin tapujos un tema tabú y darle sustento a la narrativa del rumor público por encima de las mañaneras que niega tales hechos.

Al tiempo.

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Gerardo Conde

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